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No nos dejes caer en tentación, líbranos del mal | Día 8

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En la sexta y última petición, «no nos dejes caer en tentación», estamos pidiendo la intervención de Dios antes de que pequemos para que no nos permita caer en la tentación. De manera que, el Padre Nuestro tiene una petición para antes de pecar (no nos dejes caer en tentación) y una petición para después que hemos pecado (perdónanos nuestras deudas). 

Esta petición reconoce cuán incapaces somos de permanecer en el camino por nuestra propia voluntad; reconoce nuestra limitada sabiduría; y reconoce los deseos de la carne como una fuente importante de esas tentaciones que vienen de nuestro interior. Podemos ser tentados desde afuera por Satanás y por las ofertas del mundo, frecuentemente utilizadas por el mismo Satanás para tentarnos y hacernos caer. Y podemos ser tentados desde dentro por nuestra propia concupiscencia o deseos carnales de los que habla Santiago 1:13-14. Para estas tentaciones no necesitamos a Satanás; nuestra propia carne nos seduce. Por eso Santiago habla de que somos seducidos por nuestra propia pasión. En esos casos, solo Dios puede ayudarnos. Y esa es la petición al final del Padre Nuestro.

Esta última petición reconoce que cuando somos tentados por Satanás, nos enfrentamos a un enemigo invisible que es más poderoso, más sabio y más experimentado que nosotros; con más malicia que cualquier ser humano; con más deseos de destruir la familia de Dios que cualquier otro; alguien sin escrúpulos; alguien que disfruta hacerle daño a los hijos de Dios y alguien que siempre anda al acecho buscando a quien devorar. Para lidiar con un ser de esa calaña, necesitamos la intervención de Dios una y otra vez. Por tanto, esta no es una petición cualquiera. Esta es una petición de marca mayor que debería estar en nuestros labios todos los días.

La oración nos fortalece y nos prepara espiritualmente para lo que viene. El Padre Nuestro nos enseña a depender absolutamente de Dios al pedirle:

  1. Que nos ayude a santificar Su nombre.
  2. Que Su reino venga y se expanda.
  3. Que nos ayude a hacer Su voluntad.
  4. Que nos dé el pan o la provisión diaria de alimento.
  5. Que nos perdone luego de pecar.
  6. Y, finalmente, que podamos vivir de tal manera que el Padre no tenga que hacernos pasar por una prueba como la de Pedro para probar nuestra debilidad de carácter. 

Necesitamos no solo que Dios nos evite la tentación y la prueba, sino también que no nos deje caer en la tentación y nos libre del mal. La buena noticia es que dada la condición pecaminosa en que aún nos encontramos a pesar de haber sido regenerados, Dios Padre ha provisto a Su Hijo, Su Espíritu Santo y Su Palabra para que podamos caminar bien.

Es claro que las pruebas vienen de Dios con la única intención de fortalecer nuestra fe, mientras que las tentaciones vienen de Satanás con el único propósito de destruirnos. Cuando Dios nos prueba, no nos engaña; más bien nos pone sobre aviso como lo hizo Jesús con Pedro, a quien le pidió que orara para que no entrara en tentación y a quien le dijo de antemano lo que sucedería. En cambio, Satanás habría hecho lo contrario: lo habría sorprendido de repente con algo que Pedro no esperaba.

El diseño y la intención de las pruebas de nuestro Dios es que lleguemos a ser perfectos y completos, sin que nos falte nada, como bien dice Santiago [Stgo. 1:2-4], a diferencia de las tentaciones de Satanás que solo buscan nuestra destrucción. 

Jesús no concluyó la oración del Padre Nuestro sin mencionar algo que necesitamos: ser librados del mal. Esta última petición en el Padre Nuestro puede ser muy breve, pero es de capital importancia si tenemos en cuenta que cuando Satanás logra influir en nosotros, lo hace a través de nuestra carne, que es malvada, y a través del mundo que está corrompido. En cierto modo, esta es una oración para que Dios nos libre de todos nuestros enemigos espirituales, y eso incluye nuestra carne. Recuerde que nuestro mayor problema, nuestro peor enemigo, no está afuera, está dentro de nosotros y convivimos con él.

Muchas veces hemos pronunciado esta frase y no nos hemos percatado de lo mucho que estamos pidiendo con tan solo tres palabras.

La oración que hemos ido examinando a lo largo de estos cortos devocionales sobre la oración del Maestro comienza con la expresión «Padre nuestro». En otras palabras, no debemos olvidar que es a nuestro Padre celestial a quien le estamos pidiendo que nos proteja de lo que nos seduce. Él es quien sabe hasta dónde podemos resistir; Él es quien nos abre la puerta de escape; y Él está por nosotros, no contra nosotros. 

Dios quiere que vivamos confiados en Él por las razones expresadas al final de la oración del Padre Nuestro. Jesús concluyó esta oración con las siguientes palabras: «Porque Tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre. Amén» (Mt. 6:13b). Aquí hay tres verdades importantes a tener en cuenta:

1. Suyo es el reino;  por eso oramos: «Venga Tu reino».

2. Suyo es el poder para hacer lo que a Él le place; por eso decimos: «Hágase Tu voluntad». 

3. Suya es la gloria.Dios nos salvó para Su gloria y no dejará que nos perdamos porque es Su gloria la que está en juego.

En conclusión, la intención de la oración del Padre Nuestro es aquietar a los hijos de Dios. Recuerde que la oración comienza reconociendo que Dios es nuestro Padre. Él nos creó. Cuando estábamos perdidos, salió a buscarnos. Cuando perdimos la vida a causa del pecado, nos la devolvió en Cristo. Cuando el pecado nos dañó, pagó nuestra deuda, nos perdonó y nos regeneró. Cuando vagábamos por el mundo, nos adoptó, nos dio Su nombre, nos hizo ciudadanos de Su reino y nos reveló Su voluntad. Él está por nosotros y no contra nosotros. Él es nuestro triunfo. Nos libra de la tentación y lo hace en Cristo. Por tanto, proclamémoslo, exaltémoslo, bendigámoslo, obedezcámoslo, reflejémoslo, adorémoslo y glorifiquémoslo todos los días y con cada respiro. A Él sea la gloria por siempre. Amén.