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Meditar en las Escrituras es llenar nuestra mente con las promesas de Dios

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Siempre estamos pensando. Nuestro cerebro nunca se detiene. Aún si intentaras no pensar en nada, ya de por si ese es un pensamiento. Como dijo el psicólogo Ignacio Morgado: ¨El pensamiento es la actividad mental o cerebral que tiene lugar en ausencia de la cosa misma en la que se piensa. Mientras el cerebro funcione, estamos pensando de un modo u otro, o procesando información de forma inconsciente¨. Esto es un hecho.  

Por otro lado, nuestros pensamientos influyen en nuestros deseos, estados de ánimo, decisiones, reacciones y aún en nuestra salud. De lo que llenemos nuestras mentes se llenaran nuestras vidas. Si te enfocas en algo, pronto impactará tus deseos y te verás tomando decisiones en base a ello. Sobre esta premisa es que funciona el ejercicio de trazarse metas e ir a por ellas. Si piensas mucho en ellas aún de forma inconsciente tu cerebro trabajará para conseguirlas. Es por ello, que aún mientras dormimos, soñamos con aquello que ocupa nuestras mentes.  

En la Biblia, cuando se habla del ¨corazón¨ se refiere a nuestro ser interno (nuestros pensamientos, emociones y voluntad) por lo que incluye nuestra mente.  Como cristianas, estamos llamadas a llenar nuestras mentes con la Palabra de Dios, a pensar o meditar en Él y sus caminos. Leemos la orden del Señor en Colosenses 3:16 ¨Que la palabra de Cristo habite en abundancia en ustedes, con toda sabiduría enseñándose y amonestándose unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de gracias en sus corazones¨.  

Es de resaltar que el Señor inspiró en ese texto la palabra ¨habite¨. Habitar significa: vivir habitualmente en un lugar, ocupar, permanecer. Cuando algo habita en tu mente significa que es está constantemente en tus pensamientos. Cualquier otra cosa en la que pienses al final termina ahí, la unes con ello. El Señor nos manda a llenar nuestra mente con Su Palabra, a tenerla presente, a vivirla y compartirla. Pero eso no es tan fácil. Una de las estrategias principales del enemigo es la distracción; hay muchas luces que brillan sin parar para llamar nuestra atención.  

Esta es la generación más distraída que ha vivido sobre la tierra. Tenemos en nuestros celulares un millón de opciones para distraernos, entre ellas, las redes sociales, juegos, vídeos, mensajes, etc. Por otro lado, las plataformas de streaming mantienen una oferta adictiva de series y películas que pretenden llenar el espacio en los cuales no estamos viendo nuestros celulares. Estamos bombardeando nuestros cerebros con muchísima información nueva frecuentemente y esto no les permite concentrarse en nada. Al menos así parece, pero no es del todo cierto. Hay una sola cosa que es un común denominador en casi todo lo que consumimos a través de los dispositivos tecnológicos: ¨el pensamiento actual del hombre¨. Estamos llenando nuestras mentes de las ideas humanistas, relativistas y que obedecen a ideologías mundanas que imperan en este momento de la historia. Las estamos ingiriendo constantemente. Las series y películas transmiten un mensaje, venden un estilo de vida. Cada vez que vemos una serie o película, nos convertimos en receptores de ese mensaje y nuestro cerebro procesa esa información de forma inconsciente. Lo mismo sucede con las redes sociales. Estas están diseñadas para ser adictivas, promueven, entre otras cosas, la búsqueda de aprobación. La gente ¨vende¨ una imagen que espera guste al público. El número de “likes” es el mensaje que reciben de vuelta. Cada “like” produce un alivio, un estímulo en nuestro cerebro y se va creando una adicción. Por otro lado, está el conocer lo que están haciendo los otros, esto nos brinda una sensación irreal de estar conectadas, creemos que estamos haciendo vida social, pero nos quedamos vacías. Además, cada foto o acción comunica una idea o estilo de vida, y cómo estamos diseñados para imitar y copiar -así comenzamos la vida siendo niños-, estos mensajes son procesados de forma inconsciente en nuestros cerebros y nos vemos imitando a personas o acciones que vimos en las redes.  

Toda esa distracción y ese gran volumen de información con los que llenamos nuestras mentes cada día no dejan mucho espacio para la palabra de Dios. Sobre todo, si comparamos el tiempo que dedicamos a ingerir las Escrituras con el que dedicamos a ingerir el pensamiento del hombre, nos damos cuenta de inmediato de lo que nos estamos llenando. Y como dijimos al inicio, eso que domina nuestras mentes terminará afectando nuestros deseos, decisiones y voluntad. Si lo que abunda en nuestras mentes no es la palabra de Dios estamos desobedeciendo el mandato del Señor y debilitando nuestro ser interior frente a las tentaciones. ¿Es éste tu caso? Hay esperanza. Puedes cambiar ese rumbo de tu mente si así te lo propones.  

Para obedecer al Señor y propiciar que Su palabra habite en abundancia en nosotras, tenemos que hacer una ¨dieta détox¨ que incluye: 

  1. Pasar tiempo en la Palabra de Dios, leyéndola, meditándola, deduciendo sus implicaciones y analizando cómo podemos aplicarla a nuestras vidas. No me digas que no tienes tiempo. Una siempre tiene tiempo para lo que le interesa en la vida. Quizás si revisas el tiempo que pasas en las redes o frente a Netflix, podrías decidir emplear algo o bastante de ese tiempo en la Palabra. Una idea es instalar la aplicación de la Biblia al celular y en ocasiones cuando quieras entrar a las redes, entrar mejor a la Biblia.  
  1. Orar los Salmos. Lee los Salmos y haz de ellos oraciones a Dios, incluye tu situación actual al salmo que estés orando. Observa las reacciones del salmista, su confianza, su fe y decide imitarla. Ora durante el día, oraciones cortas en base a lo que leíste. Pregúntate qué espera Dios de mi en esta situación o momento que estoy viviendo este día. ¿Cómo puedo agradarle mientras hago esto o aquello, o al reaccionar ante esto o al hablar con esta persona?  
  1. Busca las promesas de Dios y aprópiate de ellas. Pregunta cómo esa promesa en particular se aplica a tu situación presente, en el momento presente. Reflexiona en esa promesa durante el día. Vuelve a pensar en ella frecuentemente mientras haces tu rutina diaria. Por ejemplo ¿Cómo aplicas la promesa ¨todo lo puedo en Cristo que me fortalece¨ a la tentación que está experimentando de no ser sumisa frente a esa decisión que tomó tu esposo?  
  1. Comparte lo que vayas aprendiendo con otros. Da testimonio de cómo esa promesa de Dios te sustentó en algún momento y cómo Dios obró en tus circunstancias. De la abundancia del corazón habla la boca, mientras más compartas la Palabra con otros, más sellada quedará en tu corazón.  
  1. Canta la Palabra. Una de las mejores maneras de llenar nuestras mentes de Su pensamiento es cantar canciones que declaren las Escrituras, que narren el evangelio. Canta mientras, trabajas, conduces, cocinas y veras como tu cerebro irá procesando lo que cantas de forma inconscientes y lo va sellando en tu corazón.  

Estas son sólo algunas ideas, si te lo propones irás desarrollando tus propias disciplinas para hacer que Su Palabra y Sus promesas habiten de forma abundante en tu corazón. Según te vayas llenando de ella, te fortalecerás en tu ser interior y disfrutarás de Su paz. Salmo 119: 165 dice ¨Mucha paz tiene los que aman tu ley¨.  

Que Dios nos ayude a llenar nuestras mentes de Sus promesas. ¡Dios te bendiga querida hermana!