Este domingo, el pastor Héctor Salcedo predicó la primera parte de una serie de dos sermones titulada, “Dios me salvó, ¿y para qué?” basado en Efesios 2:1-10.
¿Para qué una empresa contrata un determinado empleado? ¿Para qué el ejército alista cierto soldado? ¿Para qué un equipo deportivo adquiere un jugador específico? Tanto el empleado, el soldado como el jugador, han sido convocados con un propósito específico que se tiene con ellos. De la misma manera y, con cierto cuidado al emplear esto como analogía, podríamos decir que Dios, al salvarnos y hacernos sus hijos, lo hace con propósitos específicos en mente. ¡Nuestra salvación fue para algo!
La realidad es que Dios no ha hecho algo tan extraordinario con nosotros con el mero propósito de hacernos la vida más fácil o feliz, aunque ciertamente su salvación es motivo de gran felicidad. Nuestra salvación no sólo tiene el propósito eterno de llevarnos a su presencia, sino que tiene propósito aquí y ahora, en mi vida práctica.