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Amor perseverante

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“Y no nos cansemos de hacer el bien, pues a su tiempo,
si no nos cansamos, segaremos”

(Gálatas 6:9)

Si pensamos en la labor del   sembrador, podemos claramente ver el esfuerzo, la dedicación y la paciencia que desarrolla en la espera de obtener una buena y abundante cosecha. La cosecha debe ser atendida, cuidada y separada de la maleza, protegida de las plagas y de las condiciones del tiempo. El sembrador sufre de agotamiento físico y de frustraciones cuando la cosecha no da buenos frutos. Sabemos que mucho no depende del sembrador, pero definitivamente debe ser perseverante en su llamado y su propósito para ver resultados favorables. El Sembrador confía en Dios, pero es responsable de cuidar de su cultivo. Su esperanza es activa y vigilante.

Así podemos comparar el trabajo del sembrador con la vida cristiana. De la misma manera que el sembrador persiste aún en el frío o en el calor, con el cansancio del esfuerzo acumulado, así mismo debemos nosotras perseverar, no cansarnos de hacer lo que nos corresponde, porque, aunque nuestra recompensa se demore, ciertamente llegará.

“Y no nos cansemos de hacer el bien,
pues a su tiempo, si no nos cansamos, segaremos”
(Gálatas 6:9)

Dando un poco de contexto, en el tiempo de los apóstoles, el yugo de los fariseos era muy pesado. Ellos habían hecho una mala interpretación de la ley, la cual demandaba y condenaba a quién fallara en una tilde. Es debido a la gran exigencia que requería «hacer bien», que el apóstol Pablo escribe, inspirado por el Espíritu Santo, a la iglesia de Galacia. Les explica lo que fue y lo que hizo la ley de Moisés, y les revela que ahora hay una nueva ley que se suscribe especialmente cuando se trata de este asunto de hacer bien a los demás. La ley de Cristo vino, bajo el Espíritu de la gracia, a sustituir la ley de Moisés. Pablo les motiva como hermanos de la fe a seguir adelante en la obra del Señor y para que «no nos cansemos» de hacer el bien a todos, que no desmayen en la obediencia a Dios.

Así como pablo nos modeló con su propia vida, y cómo, de muchas maneras, nos exhorta a través de las enseñanzas a los Gálatas, podemos hacernos esta pregunta: ¿Estamos dispuestas a sufrir para que otros puedan entrar al Reino? 

Como creyentes, Somos llamadas a ser luz en medio de las tinieblas, a ser de bendición para otros; a dar de nuestro tiempo, recursos, a amar perseverantemente a los demás.  Somos exhortadas a no abandonar esta tarea cuando nos sentimos cansadas, a que no dejemos de hacer el bien, ya que a su tiempo cosecharemos, si no desmayamos.

Y no nos cansemos de hacer el bien….

Por nuestra naturaleza caída y egoísta, hay una tendencia al desánimo, a desmayar, a tirar la toalla, sobre todo cuando no vemos los resultados o las respuestas que esperamos en los demás. Pero Dios en Su Palabra nos exhorta a no cansarnos, a perseverar, porque al final habrá una recompensa. Si recordamos Su misericordia para con nosotras, Su amor firme y perseverante, definitivamente no podemos cansarnos de obrar de forma correcta. 

“Por tanto, puesto que tenemos este ministerio,
según hemos recibido misericordia, no desfallecemos”

(2 Corintios 4:1)

…pues a Su tiempo…

El proceso de sembrar y cosechar requiere tiempo. La cosecha debe ser atendida y cuidada mucho antes de ver su fruto, así como cuando ves crecer a un niño y a través de los años puedes ver los frutos de ese esfuerzo de crianza y enseñanza.

Dios nunca se adelanta o se retrasa, siempre obra a su justo tiempo y cumple sus promesas  en lo que se refiere a nuestro bien. El tiempo que empleemos sirviendo en la iglesia y proclamando el reino de Dios tiene su recompensa. El invertirnos en ayudar a otros, en acercarnos y visitar al necesitado, vale la pena, pues llegará el momento de la recompensa.

“Porque Dios no es injusto como para olvidarse
de vuestra obra y del amor que habéis mostrado hacia su nombre,
habiendo servido, y sirviendo aún, a los santos”
(Hebreos 6:10)

…Si no nos cansamos, segaremos.

Dios cumple sus promesas. Él es justo. Dios bendice a todo aquel que siembra en Su reino. Su cosecha está garantizada. Nuestra devoción en la búsqueda de Su presencia, estudiar, y proclamar el reino de Dios, no es en vano. En el tiempo perfecto de Dios recibiremos la mejor cosecha y veremos los hermosos frutos en nosotras mismas y en los demás.

Por tanto, mis amados hermanos, estad firmes,
constantes, abundando siempre en la obra del Señor,
sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”

(1 Corintios 15:58)

Conclusión:

Cuando Pablo escribe a los Corintios, defendiendo su ministerio frente a los falsos apóstoles, dice esto: “Y yo muy gustosamente gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré por vuestras almas. Si os amo más, ¿seré amado menos?” (2 Corintios 12:15)

Para Pablo, vivir es Cristo y morir es ganancia; hacer bien sin cansarse era de gran gozo, el mejor sacrificio que elevaba hacia el cielo. Dios lo usó para salvar almas, plantar iglesias, y transformar vidas.

“Considerad, pues, a aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra sí mismo,
para que no os canséis ni os desaniméis en vuestro corazón”

(Hebreos 12:3)

Consideremos a Cristo, el mejor sembrador, aquel que estuvo dispuesto a soportar y sufrir, por amor a Su reino. Un amor lleno de justicia, de sacrificio, de generosidad, de negación a Sí mismo, un amor perseverante. Cristo fue abandonado y rechazado, pero Él siguió adelante. Así nosotras también, no debemos rendirnos ni desanimarnos. ¡Hacer el bien nos hace bien!  ¡No desmayemos, porque la venida del Señor se acerca!