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Soy cristiana, ¿Sufriré?

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“Porque a ustedes se les ha concedido por amor de Cristo,
no solo creer en Él, sino también sufrir por Él”

(Filipenses 1: 29 NBLA)

No sé si te ha tocado sufrir por determinadas circunstancias, si has pasado por valles de sombra, si has experimentado la traición o te has sentido profundamente desilusionada y dolida por algo. Si aún no lo has vivido, tengo que decirte mi amada hermana, que en algún momento de tu vida sufrirás. Perdona si sueno dura, no es mi intención, pero la realidad es que el sufrimiento es para todos los humanos bajo el sol.  Y hoy quiero conducirte a reflexionar un poco sobre el sufrimiento en nosotras como hijas De Dios. 

Si nos vamos a la Palabra de Dios, podemos ver el sufrimiento juntamente con el llamado. Me atrevo a decir, que ninguno de los hombres que Dios llamó para cumplir sus propósitos, estuvo exento del mismo.  

Si vemos la vida de David, observamos en sus escritos expresiones como éstas: “Mi espíritu está totalmente deprimido; tengo el corazón totalmente deshecho” (Salmo 143:4 RVC). 

David fue un hombre conforme al corazón de Dios, que le amaba y le temía. O sea, que podemos ver el sufrimiento claramente en la vida de David como en los demás hijos de Dios. 

Por otro lado, tenemos a Elías, éste anduvo escondido entre las peñas porque corría peligro su vida, debido a la orden de Jezabel de quitarle la vida. 

 “Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro;
y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.”
(1 Reyes 19:4 RV 1960)

 Esta expresión salió de un hombre usado por Dios y que había visto su poder en gran manera, cuando se enfrentó a los profetas de Baal. Un hombre que Dios lo arrebató en un carro de fuego al cielo. No esperemos que nosotras pasemos por esta tierra sin tribulaciones; oremos para que nuestra fe sea grande como la de Elías, un hombre sujeto a pasiones como las nuestras (Santiago 5:17a).

Veamos ahora al apóstol Pablo, quien escribió en Filipenses 1:29 que nosotros, los llamados por Dios, no solamente estamos llamados a creer en Él, sino también a sufrir por Él. Pablo, que sufrió persecución, desnudez, azotes, cárceles, hambre, más el aguijón en la carne, nos dice que para él el vivir era Cristo, o sea, no importa lo que tuviera que atravesar en esta tierra, todo valía la pena por la inmensurable gloria de ganar a Cristo. 

Estos ejemplos y grandes pruebas de hombres con llamado de Dios nos muestran como nosotras también enfrentaremos tribulaciones; la pregunta ahora es: ¿Cómo las enfrentaremos?  Por lo que puedo ver en la Palabra de Dios, es que a pesar de quejas como leemos en los Salmos, a pesar de enfrentar miedos y dudas, el llamado de Dios es más fuerte que todo, y la convicción de que esperamos una patria nueva nos ayuda a enfrentarlo todo con una perspectiva eterna, sabiendo que nada es para siempre, que todo tiene un propósito aunque al presente no lo veamos, y que nuestra recompensa es grande en los cielos, no por nosotras, sino por los méritos de Cristo, quien se plació en llamar a pecadoras débiles y necesitadas de un Dios Todopoderoso. 

Hermanas, vivimos en un mundo caído, no debe sorprendernos que situaciones difíciles lleguen a nuestras vidas; es cierto, no las queremos y muchas veces no las aceptamos, pero nuestro camino debe ser de rendición ante el Maestro, rogando siempre que su misericordia nos cubra y que en medio de las pruebas podamos testificar que nuestro Cristo aún reina desde su trono. Nuestros sufrimientos no hacen menos a Dios, solo nos demuestran la corrupción a la que el mundo está sometido, y por eso experimentamos tanto caos y tanta fragilidad en todos los ámbitos, no solamente de manera personal, solo tenemos que chequear las noticias para ver un mundo que se desmorona en todos los aspectos: político, social, cultural, familiar, etc.  Pero es ahí donde la grandeza del Evangelio se manifiesta para ser luz, para traer esperanza y para levantar a todo aquel que clama: “¡Hijo de David, ten misericordia de mí!” Y en medio de la desesperanza y el dolor, Jesús se hace presente, trayendo su paz que supera nuestras expectativas y proveyendo una salida que terminará glorificando su nombre. 

Seguir a Cristo nos traerá persecución, nos traerá rechazo y también soledad, y todo eso duele, pero es mejor tener una pasajera persecución que transitar por caminos de maldad. Nuestras vidas tienen que ser diferentes, siendo leales a Cristo aun en medio de las pruebas. Tomar decisiones que nos hagan menguar para que nuestro Señor crezca aún más en nosotras. A los santos les costó menguar, nos costará a nosotras también. Recuerda los héroes de la fe, y recuerda las palabras de Jesús en:

Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí. Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros”.
(Mateo 5:10-12 LBLA)

Tengo para decirte, que el secularismo actual te hará sufrir y te perseguirá si no aplaudes sus ideas. Mas Jesús nos dice: “Regocijaos, vuestra recompensa es grande en los cielos”.

También en lo personal, amigos y familiares nos enseñarán qué significa la palabra “sufrir”, mas, recordemos hermanas, que nuestras vidas están escondidas con Cristo en Dios (Colosenses 3:2-3). Nos podrán quitar todo, mas, si perseveramos en la fe de Jesucristo, hemos ganado el más valioso tesoro, que nunca se nos será quitado. 

En medio de la aflicción, del dolor y las pruebas
A mi Cristo corro yo sabiendo que el enjugará mis penas.

No corro sola yo, el Mayor a mi lado está, Él ha prometido
Andar conmigo hasta mi día final. 

Suelto toda carga, todo mal, mi Jesús bendito por mí está. 
Él redimió mi alma y me conduce por dulces aguas, manantiales
De vida que sacian mi alma.

¡Oh, mi Cristo! Qué hermoso será verte, tú secarás mis lágrimas
Y me llenarás de gozo reverente. 

Hoy tu palabra es mi escudo y mi fuerza, nada ni nadie
Me separará de ella.