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Predicación bajo la unción del Espíritu Santo – Parte II

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El pastor Miguel Núñez continuó hoy el mensaje titulado  Predicación Bajo la Unción del Espíritu Santo que inició la semana pasada, es decir la segunda parte, ahora basado en Hechos 2:36-41, dentro del marco de la serie sobre el libro de Los Hechos llamada Hasta los Confines de la Tierra

La semana pasada vimos en los versículos del 14 al 36 el primer sermón del apóstol Pedro a miles de personas, y el derramamiento del Espíritu Santo el día de Pentecostés,  después de haber sido testigo de la ascensión de nuestro Señor Jesucristo.  Vimos que la predicación de Pedro estuvo bajo la unción del Espíritu Santo, por el poder y denuedo con se ejecutó, y hasta los extranjeros que asistieron pudieron escuchar el mensaje en sus propios idiomas, para  que a su vez llevaran el mensaje del evangelio a sus respectivos lugares de origen, y de ahí surge el llamado don de lenguas.  También vimos que se en este hecho se observan tres elementos importantes que se repiten en los 15 mensajes registrados después de la ascensión, comenzando con Pedro. Se reconoce el verbo, la palabra y el carácter y  pasión con que el orador habla. Con esos elementos a manos fue que  vimos el mensaje de Pedro lleno del Espíritu.  Es notable que  el hombre bajo la unción del Espíritu no teme al hombre, solo a Dios.  La predicación bajo la unción del Espíritu Santo está llena de la palabra inspirada por Dios. Pedro estaba lleno del Espíritu, lleno de la Palabra y lleno de Cristo. Fue una predicación cristocéntrica. También les recordó que ellos habían sido lo que crucificaron a Jesús, que eran culpables, por lo que tuvieron convicción de pecado y muchos se arrepintieron.

En los versículos que vemos hoy observamos que fruto de este sermón de Pedro unas tres mil almas se convirtieron, se bautizaron y recibieron el don del Espíritu Santo. Desde la primera entrega del mensaje se vio que en él había poder divino; miles fueron llevados a la obediencia de la fe. Pero ni las palabras de Pedro ni el milagro presenciado pudieron producir tales efectos si no se hubiera dado el Espíritu Santo. Cuando los ojos de los pecadores son abiertos, no pueden sino sentir remordimiento de corazón por el pecado, no pueden menos que sentir una inquietud interior. El apóstol les exhorta a arrepentirse de sus pecados y confesar abiertamente su fe en Jesús como el Mesías, y ser bautizados en su nombre.  Así, pues, profesando su fe en Él, iban a recibir la remisión de sus pecados, y a participar de los dones y gracias del Espíritu Santo.  Por gracia de Dios tres mil personas aceptaron la invitación del evangelio. No puede haber duda que el don del Espíritu Santo, que todos recibieron, y del cual ningún creyente verdadero ha sido jamás exceptuado, era ese Espíritu de adopción, esa gracia que convierte, guía y santifica, la cual se da a todos los miembros de la familia de nuestro Padre celestial.

Hoy tenemos un texto corto pero lleno de significado.  Nos revela varios temas que a continuación se desarrollan:

1.- Lo primero que vemos es que los presentes, que en su mayoría eran Judíos, les llamaron hermanos, lo que significa que en sus mentes y corazones el Espíritu Santo ya había trabajado. Muestran el dolor de su corazón producto de la convicción de pecado. La predicación de Pedro traspasó sus corazones.

2.- Vemos la convicción de pecados cuando Pedro les exhorta al arrepentimiento de sus pecados, principalmente el haber sido cómplices de la crucifixión de Cristo. Pedro muestra el poder del Espíritu, se muestra osado, con valentía al llamarlos culpables y exhortarlos al arrepentimiento. Les exhorta a realizar un cambio importante en sus vidas, cambiar sus mentes, dar un giro de 180 grados de la dirección en que iban. 

3.- El sermón de Pedro muestra que solo hay una autoridad para el perdón de los pecados. Esta autoridad, que es Jesucristo, solo se reconoce si el Espíritu Santo hace su trabajo en el corazón del nuevo creyente.  El Padre le dio autoridad desde la creación, autoridad para eliminar pecados.

4.- Vemos en el texto el cumplimiento de la promesa, que aquellos que se hallan arrepentidos reciben el don del Espíritu Santo. Esta promesa la hizo el Padre desde la creación, y Cristo lo repitió en el momento de la ascensión cuando dijo que se iba pero que enviaría el consolador, el Espíritu Santo, que a su vez  es el agente de la santificación.  El Espíritu de Dios es la promesa de Dios, para convicción de pecados, nos convence de nuestra necesidad de Cristo, nos hace mansos y humildes, nos guía a toda verdad.

5.- Pedro exhorta a los que seguían en incredulidad para que se arrepintieran de sus pecados y perversidad en que vivían. La sociedad de aquellos días era igual a la que vivimos hoy, nos hemos desviado de la verdad, no creemos en las verdades de la Palabra. Pedro los llama, y nos llama a nosotros, a ser salvos de esta generación perversa e incrédula, a ser salvos de la ira de Dios, arrepintiéndonos y corriendo a Dios.

6.- Fruto de este sermón y del trabajo del Espíritu Santo hubo una gran cosecha, fue el fruto de esta predicación osada de Pedro. Más de 3,000 personas se arrepintieron y aceptaron que a partir de ese momento Cristo era su Señor y Salvador.  Este grupo aceptó el llamado de realizar cambios en sus vidas.

Este sermón de Pedro es el primer mensaje evangélico y donde se derramó el Espíritu Santo, y fruto del mismo hubo esta gran cosecha.  

Padre celestial, fortalece nuestra fe en Cristo. Ayúdanos a fortalecer nuestro carácter para rechazar las tentaciones del mundo y arrepentirnos con sinceridad de nuestros pecados, y no volver a cometerlos. Bendiciones.

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