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El Dios de toda consolación (Parte 2)

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La semana pasada el Pastor Miguel Núñez inició una serie de prédicas sobre la segunda carta del Apóstol Pablo a los Corintios. Comenzó con los versículos del 1 al 11 del capítulo 1, pero no pudo terminar, por lo tanto esa prédica fue únicamente la primera parte de dichos versículos, y hoy nos presenta la segunda parte.


En la primera parte de dichos versículos, Pablo hace hincapié en nombrar a Dios como el consolador, porque por medio de Su amor nos consuela en nuestras aflicciones con el propósito de que el que recibe tal consolación pueda consolar a otros de la misma manera, es decir, con la misma consolación que recibió.


Recordamos que los propósitos de esta carta son presentar al Dios de toda consolación, completar la organización de una ofrenda que pretendía recoger para los hermanos de Jerusalen que estaban en dificultades y, por último, la defensa de su apostolado.


El apóstol Pablo nos presenta la consolación desde 5 ángulos diferentes. Es perfecta, paternal, con propósitos, proporcional y propicia.


Las circunstancias de Pablo fueron pruebas más allá de las posibilidades humanas. El mismo se sintió al borde de la muerte, se dio por muerto, pero al momento de morir Dios lo rescata. La misericordia y consolación es propicia y precisa. El fin de nuestra fortaleza es el inicio de la Suya.


Por eso le servimos a un Dios que de la nada hizo todo, de la oscuridad hizo la luz, a los muertos los resucita y a los muertos en delitos y pecados les da vida eterna.


Cada uno está en circunstancias ajenas del conocimiento de otros, y uno piensa que no hay salidas, que es terminal. Sin embargo, eres hijo del Dios de toda consolación. La resurrección de Lázaro muestra que para Dios no hay circunstancias terminales. Cuando crece la carga en uno, El hace crecer la gracia.


Uno de los propósitos de Dios al permitir las aflicciones es que conozcamos Su misericordia y consolación, y demos gracias a El. El se complace y uno está más en paz, y por lo tanto podemos consolar a otros, aumentar la gratitud y oraciones.
Nuestra responsabilidad es no solo ayudarnos unos a otros con oración, sino en la alabanza y la acción de gracias y, por ellas, retornar los beneficios recibidos.


Que Dios ponga en nuestros corazones el deseo de consolar a los hermanos, familiares y amigos, con la misma consolación con que El nos ha sabido consolar cuando tuvimos experiencias o aflicciones donde clamamos por Su misericordia y consolación. Bendiciones.

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