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Volveos a Mí

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Este domingo, el pastor Miguel Núñez predicó el sermón “Volveos a Mí” basado en Jeremías 3:12-15.

Nos encontramos en medio de una pandemia producida por un virus conocido como SARS-Cov-2, que produce una enfermedad llamada COVID-19. Es un tiempo complicado a nivel mundial y eso no exenta a la iglesia de Dios. Ray Ortlund, el pastor de Immanuel Church en Nashville, Tennessee, publicó en su cuenta de Twitter hace unos días estas palabras: “Si los pastores y nuestras iglesias salimos de esto solo para regresar a la ‘normalidad’ aliviados, pero sin arrepentimiento, sin oración, sin valentía, habremos desperdiciado nuestro momento histórico y ¿qué más tendrá que hacer el Señor para sacudirnos y despertarnos?”

Sin lugar a duda, las enfermedades son el fruto de vivir en un planeta caído. Sin embargo, cuando algo se convierte en un problema de alcance mundial que paraliza no solamente el funcionamiento de las naciones, sino también todas las actividades que Dios nos ha ordenado hacer como iglesia, no podemos dejar que la oportunidad pase sin reflexionar. Pensemos, ¿cual podría ser el mensaje de Dios quiere darle a Su pueblo en un tiempo como éste?

Analicemos la situación por un momento. Dios nos ordenó congregarnos en Hebreos 10:25, pero no podemos (ni debemos hacerlo) en las circunstancias actuales. Cristo nos pidió que celebráramos la Santa Cena en memoria de Él con cierta regularidad (Lucas 22:19 y 1 Corintios 11:24-25), pero no podemos hacerlo… no sería sabio. El Señor nos ordenó que hiciésemos discípulos y que los bautizáramos en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo (Mateo 28), pero estamos impedidos y por buena razón. Dios desea que lo adoremos corporativamente (Efesios 5:19), pero ahora mismo, las condiciones actuales no lo permiten.

A la luz de esta situación, debemos entender que la Iglesia no está de vacaciones. De hecho, esto es lo más cerca que podemos imaginar de como se ve una iglesia bajo disciplina. La Palabra de Dios está saliendo vía internet porque Su palabra nunca será encadenada, pero lo que está saliendo es solo un sermón, no es una vida de iglesia. Como Dios es quien controla todos los eventos de Su universo, debemos concluir que es Dios quien ha sometido Su iglesia a estas condiciones. Por eso he decidido predicar sobre Jeremías 3, para poder hablar de la necesidad que el pueblo de Dios tiene de enmendar sus caminos antes de que sea demasiado tarde.

Iniciemos con un poco de historia para situarnos en el contexto del pasaje. Israel se había dividido en dos después de la muerte de Salomón: el reino del Norte y el reino del Sur. El reino del sur permaneció fiel al hijo de Salomón pero el reino del Norte se rebeló contra él. El reino del Norte estaba constituido por 10 tribus y fue llamado Israel o Efraín, mientras el reino del Sur estaba formado por dos tribus y fue llamado Judá.

Los habitantes de Israel fueron llevados al exilio como esclavos por el imperio de Asiria. Dios, entonces advirtió a Judá que, si no se arrepentía de sus inmoralidades sexuales y de su idolatría, correría la misma suerte que su hermana en el Norte. Aún así, Judá no le hizo caso a Dios y Él les envió al exilio también, pero esta vez a Babilonia.

El pecado principal de ambos reinos fue la idolatría acompañada de inmoralidad sexual. Incluso, Dios llamó a la idolatría de los judíos “adulterio”, ya que Él era su esposo y comparó la idolatría de Israel con el acto sexual de una prostituta (Ezequiel 16:25). El pueblo tenía altares en cada montaña y debajo de cada árbol; a cada acto de adoración, Dios llamó fornicación. Es decir, lo único con lo cual Dios pudo comparar la idolatría fue con el pecado de fornicación y de adulterio. Jeremías 3:2 (NVI) dice, “Fíjate bien en esas lomas estériles: ¡Dónde no se han acostado contigo!” La palabra traducida como “acostado” en el original implica violencia sexual. Philip Ryken dice en su comentario sobre Jeremías que es como si Dios dijera: “¡¿Dónde es que no te han violado?!” El problema era que los judíos querían pasar un buen tiempo, adorando dioses ajenos, pero en los ojos de Dios ese “buen tiempo” es, en realidad, una violación espiritual de Su esposa, Israel.

Jeremías 3:2 continúa diciendo, Como un beduino en el desierto, te sentabas junto al camino, a la espera de tus amantes. Has contaminado la tierra con tus infames prostituciones.” Así es como la iglesia luce cuando coquetea con el mundo; así es como el creyente luce cuando habla en nombre de Dios, pero vive en la forma del mundo. Y nosotros, ¿cómo lucimos? Como una prostituta en la calle que espera por un cliente. Vivimos imaginando nuevas formas de pecar sin ser descubiertos, como si importara que el hombre me descubra en mi pecado… ¡lo que importa es que Dios ve mi pecado!

Y en el Jeremías 3:4-5, Dios vuelve y habla y dice, “¿No acabas de llamarme: «Padre mío, tú eres el amigo de mi juventud», pensando: «¿Guardará rencor para siempre? ¿Estará indignado hasta el fin?». He aquí, así has hablado, pero has hecho lo malo, y has hecho tu voluntad.” En otras palabras, “tú hablas de una forma, pero te comportas de otra.” Así lucimos nosotros cuando le oramos y cantamos a Dios y le llamamos “buen padre” pero luego hacemos lo que deseamos de día y de noche.

Judá dijo estar apenada y arrepentida, pero no era verdad (Jeremías 3:6-10). Su arrepentimiento fue solo de palabras, pero nunca de hechos. Así es el cristiano que le pide perdón a Dios por sus pecados y le dice que se arrepiente, pero al día o semana siguiente, vuelve hacer la misma cosa. Dios dice que ese arrepentimiento es falso y, por tanto, el perdón no lo va a conceder.

Pablo nos dice que hay dos formas de arrepentirnos: una real y conforme a Dios, y otra falsa y conforme al mundo (2 Corintios 7:8-11). Judá, el reino del Sur, solo fingió haberse arrepentido, como lo hacen muchos de los hijos de Dios, mientras siguen sus prácticas ocultas. Tanto el reino de Israel como el reino de Judá, se apartaron de Dios, abandonaron la fuente de agua viva y cavaron para sí cisternas agrietadas que no retienen agua.

Cuando el reino del Norte se fue al exilio, Jeremías 3:8 dice que Dios le dio certificado de divorcio. La iglesia de hoy es la novia de Cristo, pero lamentablemente, esa iglesia tiene muchos amantes. Esa iglesia no construye ídolos de piedra, de oro y de plata, y no los coloca en un altar porque es una iglesia más “sofisticada”. Pero fabricamos ídolos de orgullo, nombre, dinero, entretenimiento, inmoralidad sexual, etc. y los colocamos en el altar de nuestro corazón.

Si Jeremías viviera en este tiempo, él comenzaría por acusar a la iglesia y no al mundo que está su alrededor. Acusamos al mundo de hacer las cosas que nosotros practicamos (Romanos 2:1)

Dios ha usado la pandemia actual para cerrar muchos de los templos de adoración de hoy en día:

  • los templos de adoración al cuerpo llamados gimnasios,
  • los templos de adoración al entretenimiento y a la comida,
  • los templos dedicados a la embriagues,
  • los templos de adoración llamados salones de belleza, y
  • los templos llamados casinos.

Todo lo dicho hasta aquí es el trasfondo del texto de Jeremías 3:12-15. Ahora, Dios llama a Jeremías a profetizar al reino del Norte y a llamarles a que regresen a Jehová, contra quien habían cometido todo tipo de iniquidad.  En el texto podemos encontrar:

  1. un llamado a regresar a Él o un arrepentimiento,
  2. el carácter benevolente de Dios como la base para el arrepentimiento,
  3. la condición para el perdón de Dios, y
  4. una promesa para el pueblo arrepentido.

El llamado al arrepentimiento (Jeremías 3:12a)

Jeremías, lloraba por la condición espiritual del pueblo que nunca quiso arrepentirse. El pueblo se había apartado mucho, pero nunca se percató de cuan lejos estaba. A través del profeta Jeremías, Dios llama a Su pueblo en el Antiguo Testamento a regresar a Él.

La palabra regresar en sus diferentes formas aparece no menos de 18 veces en el capítulo tres de Jeremías y unas 90 veces en todo el libro de Jeremías. Eso nos habla de cuán poco respondió el pueblo al llamado de Dios de regresar a Él. A la vez, también nos habla del gran deseo que Dios tiene de que Su pueblo no se aleje de Su presencia donde se perdería de Sus bendiciones y estaría sufriendo las consecuencias de su propio accionar.

Mark J Boda dice en su libro “Return to Me” que el arrepentirse en Jeremías consiste en dos fases: primero, el dejar a otros dioses y conductas pecaminosas y, segundo, volverse a Jehová y a la rectitud moral. El problema es que muchas veces el cristiano quiere acercarse a Dios sin abandonar sus estilos de vida contrarios a la ley de Dios. Es como el esposo que quiere tener una esposa y una amante a la misma vez.

Alinearnos con Dios implica el ser de una misma mente con Él, el estar de acuerdo con el veredicto de Dios, odiar lo que Él odia y amar lo que Él ama. Alinearnos con Él significa medir todo en este mundo por el estándar de la Palabra.

Dios llama al arrepentimiento en base a Su carácter benevolente (Jeremías 3:12b)

Nota que Dios nos llama a arrepentirnos, no en base a una amenaza de castigo, sino base a Su carácter misericordioso. Es como si Dios dijera, “porque mi gracia es mayor que cualquiera de tus pecados, ven y sé sincero; humíllate.”

La condición para el perdón de Dios (Jeremías 3:13)

La promesa de perdón presupone una admisión de nuestra parte: “…has repartido tus favores a los extraños bajo todo árbol frondoso…” hace referencia a los ídolos en sus altares, debajo de árboles pero lo compara con la mujer que ofrece sus encantos a todos sus amantes, como hacen las prostitutas.

El verdadero arrepentimiento requiere de un verdadero reconocimiento de que nuestra conducta es pecaminosa y que nadie mas es responsable que nosotros mismos. Cuando admitimos nuestra iniquidad, dejamos de culpar a otros y dejamos de justificar, ocultar, negar o minimizar nuestro pecado. Ese arrepentimiento se supone que se evidencie a través de un cambio de mente que resulta en un cambio en estilo de vida, hábitos y comportamiento. 

El verdadero arrepentimiento involucra un dolor por haber ofendido a Dios que se siente debido a que hemos menospreciado la sangre de Cristo derramada para limpiar mis pecados. El arrepentimiento por contrición involucra un dolor por haber ofendido a Dios; dolor debido al amor que tenemos por Él. El creyente comienza a pensar de qué manera actuar para complacer a Dios y comienza a moverse en la dirección de Dios porque no quiere estar lejos de El… regresa a Dios.

Si la motivación es realmente la gloria de Dios, entonces habría en nosotros una disposición de arrepentirnos de cada pecado del cual estuviésemos al tanto. Eso nos da una idea de cual de esos dos arrepentimientos es más grato al Señor. La persona verdaderamente arrepentida anda en busca de formas que le impidan volver a caminar por el camino que antes caminaba. Cuando después de pecar seguimos flirteando con el pecado y andando por el mismo camino, entonces el arrepentimiento no es genuino.

Hay una promesa para el pueblo arrepentido (Jeremías 14-15)

Jeremías insiste en la necesidad de que los hijos de Israel vuelvan a Él (vs.14 & 22). A lo largo de la narración de los profetas del Antiguo Testamento, hay dos características que sobresalen que tienen que ver con la relación de Dios con su pueblo: primero, el pueblo con frecuencia es descrito como la esposa infiel y, segundo, Dios es descrito como el esposo fiel. En el versículo 14, Dios les llama hijos infieles, pero inmediatamente después y Dios les declara que Él es su dueño.

La infidelidad de Israel no hizo o no ha hecho que Dios se olvide de ellos para siempre. Ellos se olvidaron de Él como esposo y como dueño, pero Dios continuamente les recordó que Él se mantenía fiel al pacto que había hecho Abraham, Isaac y Jacob. Dios siempre es fiel a su palabra y no puede hacer promesas que luego él no cumple.

Del versículo 15 y hasta el final del capítulo, el lenguaje de juicio del profeta Jeremías cambia a un lenguaje de promesa que aún aguarda un cumplimiento en el futuro para aquellos de nosotros que creemos en el reino Milenial.  Para ese tiempo futuro, Dios promete reunir al pueblo hebreo: judíos tanto del reino del Norte como del Sur y proveerles pastores que puedan guiarlos conforme a la voluntad de su Dios.

Cuando eso acontezca, el pueblo se multiplicará y la presencia de Dios estará con ellos nuevamente, de manera que el símbolo del arca del pacto tan reverenciado por ellos en el templo anterior ni siquiera será mencionado. Jerusalén, volverá a tener un lugar especial; el pueblo hebreo y gente procedente de todas las naciones habitarán unidos con Jerusalén ocupando un lugar especial entre ellos (Jeremías 3:16).