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Predicando a Cristo en la adversidad

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Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante
de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios,
que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones
y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”
(Filipenses 4:6 RV1960)

Cuando en nuestro caminar cristiano nos encontramos en medio de pruebas o tentaciones, nuestro camino debe ser hacia los pies de Cristo. Es allí donde Él nos da la fuerza para vencer y poder tener un espíritu lleno de consuelo y reposo. 

Pablo nos insta a no estar afanosos, pero todos, en algunas circunstancias de la vida, lo hemos estado o tal vez has pasado toda tu vida bajo queja. Ya sea de una forma u la otra, tenemos que tomar este texto y ponerlo en acción. ¿Cómo?  Reconociendo que nada lograremos bajo la queja o el afán.  ¡UF!  ¡Cuánto cuesta deshacernos de esto!  Si es por nuestra propia fuerza, sí; pero si vamos en oración y ruego delante del Padre, en nombre de su Hijo Jesús, Él promete escucharnos y darnos una paz que sobrepasa todo entendimiento, o sea, una paz que va más allá de lo que podemos imaginar, y que muchas veces, hasta nos sorprendemos de cómo podemos experimentarla en medio de lo que estamos pasando. 

Pablo nos insta a no estar afanosos porque él sabe que Dios tiene el control de todas las cosas y quiere hacer entender a los cristianos en sus cartas esta realidad.  

Él mismo pasó por persecución y hambre, por desnudez, por situaciones difíciles, y su expresión fue: “Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:10 LBLA). 

Así que, nuestra queja debe irse en medio de las dificultades para poder experimentar el poder del Señor en mi debilidad, en mi necesidad o en mi angustia. Yo describiría la queja como la falta de contentamiento frente a distintas circunstancias de la vida. La queja es algo que todos conocemos, pues, ¿quién no ha emitido una en algún momento de su vida?  

Aceptemos nuestras pruebas (sin quejas), pues ellas nos santifican y nos hacen elevar más oraciones ante el trono de la gracia. 

No estoy diciendo con esto que no derramemos nuestros corazones, nuestros pensamientos, nuestras penas y tristezas delante de nuestro Señor, lo que quiero decir es, que todo eso que nos turba y nos lleva a decepción en este mundo, puede ser dejado a los pies del que todo lo puede, para que podamos seguir corriendo la carrera puestos los ojos en Jesús, y no en nuestras circunstancias. 

Que mi queja no se convierta en amargura, ya que esta puede llevarnos a la ira y a muchos otros comportamientos que nos hacen negar a Dios, y hasta endurecer nuestros corazones. No nos dejemos engañar, estemos dispuestas a aceptar cualquier designio del Señor; que nuestra vida esté tan llena de su Espíritu Santo, que podamos visualizar claramente que la tierra no es el cielo.  

Esto puede arrugar nuestro corazón si nos enfocamos en unas circunstancias en específico, que han sido muy dolorosas para nosotras, pero la verdad es que, si no nos aferramos a las promesas eternas que el Señor nos ha dado, pudiéramos quedarnos en un valle de sombra de muerte, que no nos permitirá avanzar hacia esa tierra prometida, hacia ese remanso de paz, hacia ese estado espiritual donde solo el maestro es la satisfacción del alma.  

Por eso mis hermanas, enfoquémonos en nuestro Dios en todo momento, descansemos en su soberanía y en su amor, teniendo la certeza de que Él escucha nuestras oraciones y siempre obrará a favor de sus hijas como buen Padre. Rindamos nuestros corazones, nuestros más profundos anhelos ante Él, pues de seguro devolverá aquellos que resulten para bien de nuestra salvación. 

¡Que su alabanza salga continuamente de nosotras por el gran bien que Él nos ha hecho! 

“Bendeciré al Señor en todo tiempo;
su alabanza estará siempre en mi boca.
Alabaré al Señor con toda el alma”
(Salmos 34:1)