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Nuestro poder bajo Su control

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“Humillaos en la presencia del Señor y Él os exaltará.”
(Santiago 4:10)

¿Alguna vez te has sentido menospreciada, empequeñecida y sin salida debido a alguna circunstancia o a la conducta de otra persona? ¿Recuerdas cómo fluían los deseos de justicia y reivindicación dentro de ti, y cómo quizás te ahogabas en el mar de la impotencia? “Exigir nuestros derechos”, “reclamar lo que es nuestro”, “hacer oír nuestra voz”, defendernos, tomar acción es el llamado que nos hace la cultura y sociedad; HUMILDAD es el llamado que nos hace nuestro Dios de forma continua a través de su Palabra.

“Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas.”
(Mateo 11:29 LBLA)

La RAE define la humildad como la «virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento.” A primera instancia esta definición parece tener buenas intenciones, ya que asume sus limitaciones y debilidades, pero “obrar de acuerdo con este conocimiento” es solo decir que podemos hacer tanto como nuestro poder nos lo permita.

De forma contrastada, Dios presenta la humildad como un poder bajo control; Una actitud voluntaria de no obrar de acuerdo a nuestro propio poder o debilidad. Una disposición a descansar en la gracia que Él provee para sus hijos (Proverbios 3:34; Santiago 4:6; 1 Pedro 5b).

1. Abramos nuestros ojos para ver a Dios actuar

Como hijas de Dios debemos aprender a no ser prontas en emitir juicios o ver la historia limitada al aquí y ahora. Cada evento que ocurre en nuestras vidas debe llevarnos a pausar y contemplar a Dios obrando. Dios siempre está llevando a cabo su plan perfecto para la humanidad. Su plan nos sobrepasa, y entrelaza vidas e historias para un fin ulterior (Jeremías 29:11).

Podemos ver algunos ejemplos con claridad al estudiar la vida de Ester y meditar en cómo el Señor con antelación, conociendo de antemano el peligro que corría su pueblo cautivo en Persia, fue orquestando los diferentes eventos y escenarios, de forma detallada y de manera magistral, hasta lograr su gran propósito de librarlos de la destrucción a la que el perverso Amán los había destinado. Su soberanía, Su poder, Su autoridad y Su mano amorosa, una vez más fueron manifiestas, cuando al final de la historia todo fue transformado de lo que parecía una catástrofe nacional a una gran fiesta, porque su pueblo había sido librado de la muerte

¿Qué vimos? La negativa de la reina Vasti, esposa de Asuero a presentase ante el rey y sus invitados. Lo cual le costó ser repudiada y perder su posición. En consecuencia, Dios lleva a palacio a Ester, una representante de su pueblo, quien es escogida como reina. Tenía ya reservada su misión de interceder por su pueblo en peligro.

Mardoqueo, su primo y padre adoptivo, servía a la puerta del rey, descubre una trama contra el rey y lo avisa a Ester. Asuero es librado de la muerte.

Amán recibe poder, se envanece y quiere gloria, pero Mardoqueo no se postra ante él. Al enterarse que es judío convence al rey con engaño para que mande a matar a todos los judíos.

Mardoqueo confronta a Ester y la conmina a intervenir. Sumisa y valiente le obedece. Manda a orar y a ayunar a todo su pueblo. Arriesga su vida ante el mismo rey, pero halló gracia ante él.

Realiza dos banquetes con el fin de desenmascarar a Amán.

La noche previa al segundo banquete, el rey tuvo insomnio. Busca leer las Crónicas del reino, se encuentra con la acción de Mardoqueo, que intervino para que no fuera asesinado. Mardoqueo es reconocido y exaltado por el rey. Amán comenzaba a ser humillado.

En la segunda cena, Ester se identifica con su pueblo judío, delata a Amán ante Asuero, quien lo condenó colgándolo en la misma horca que había preparado para Mardoqueo. Éste recibe la posición de honra que tenía Amán.

Asuero da otro decreto para que el pueblo se defienda, y claro, bajo la mano de su Dios, sale victorioso y festeja su grande liberación. Esta fiesta de Purim sería por toda la vida.  ¿Quién lo hizo?  ¡El Dios Todopoderoso! (Ester 1-9)

También, nosotros los gentiles, hemos recibido las Buenas Nuevas de salvación debido a que la historia del pueblo judío interceptó la secular al caer en manos del Imperio Romano.

Los ejemplos anteriores, así como otros en la Biblia (José, Job…JESÚS Y LA CRUZ) nos muestran que aun cuando en el momento algo pueda parecer desastroso, sin remedio, injusto y cruel, Dios nunca es indiferente a nuestro dolor. Solo que no podemos ver lo que realmente Él está haciendo.  En el proceso, su demanda es un corazón humilde y confiado en quien Él es y lo que Él dice que ha de hacer.

2. Abracemos Su providencia

Dios es Todopoderoso, soberano y orquestador de cada evento en el curso de la historia, y capaz de hacer lo que le place (Salmos 115:3, 135; Deuteronomio 32:39).

Dios es amor (1 Juan 4:8) y su amor por nosotros escapa los límites de la definición. Todo cuanto nos acontece, no sólo ha sido permitido por su providencia para un bien mayor, sino para el bien de nuestras propias almas (Romanos 8:28).  Su providencia es siempre absolutamente amorosa.

Debido a que Dios es fiel, y nunca ha fallado ni se ha equivocado en el pasado, sus promesas son fiables. Podemos confiar contra todo pronóstico que Él está detrás de cada suceso. Gracias a Cristo y su sacrifico en la cruz, nunca estaremos en una posición fuera del alcance de Su gracia, y con su gracia podremos cumplir cada requerimiento que Él nos haga. Con su gracia podemos ser humildes, aunque no sea nuestro primer impulso.

“El orgullo termina en humillación, mientras que la humildad trae honra”
(Proverbios 29:23 NTV)

“El orgullo lleva a la deshonra, pero con la humildad viene la sabiduría”
(Proverbios 11:2 NTV)

3. Descansemos en Su justicia.

Dios es quien determina lo que es justicia. ÉL ama la justicia. Nunca pasa por alto el pecado, ni retiene el castigo de los perversos. Su justicia es tan real que la segunda persona de la Trinidad tuvo que encarnase para que la justicia de Dios fuera satisfecha y tú y yo pudiéramos estar teniendo esta reflexión en este momento (2 Corintios 5:21).
Paralelamente, y porque nos conoce, nos pide que dejemos eso en sus manos.

Sabe que en un mundo caído nunca tendríamos paz en búsqueda de justicia a nuestro favor. No existe. Nosotras mismas no somos tan objetivas para lograrla o identificarla. Dios es quien puede otorgárnosla (Deuteronomio 32:35; Romanos 2:6, 12:19; 1 Tesalonicenses 5:15; 2 Tesalonicenses 1:6).

Nuestro llamado es a dejar de lado la venganza o cualquier reacción impulsiva, y colocarnos voluntariamente bajo la mano todopoderosa y tierna de nuestro fiable Dios y Salvador. Es colocadas allí como niñas pequeñas e indefensas junto a su padre, que desarrollaremos ojos sensibles al obrar de Dios, podremos abrazar con gozo Su providencia y recibiremos descanso en Su justicia.

“Humillaos en la presencia del Señor y Él os exaltará.”
(Santiago 4:10)

“Así que humíllense ante el gran poder de Dios y, a su debido tiempo, él los levantará con honor.
Pongan todas sus preocupaciones y ansiedades en las manos de Dios, porque él cuida de ustedes.”
(1 Pedro 5:6-7)

Cultivar la humildad de corazón nos ayudará a desplazar la mirada de lo que nos aflige y fijarla en Dios, permitiéndonos vivir libres de amargura, llenas de asombro por las maravillas que nuestro muy grandioso Señor irá haciendo a Su tiempo. La humildad traerá a nuestras vidas más de lo que podemos conseguir por nosotras mismas: honra, sabiduría, exaltación de parte de Dios. Esa es la vida plena que Él quiere otorgarnos. ¡Recibámosla!