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Madre, descansa en Él

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«Pero el que mira atentamente a la ley perfecta, la ley de la libertad, y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz, este será bienaventurado en lo que hace.»
(Santiago 1:25)

Esta nueva serie del “Día de reposo”, que están tratando en el programa MPLGDD, ha sido como una daga a mi corazón, porque tal y como las hermanas comentan, los judíos eran esclavos por 400 años y, por ende, nunca pudieron tener tiempo libre. Él Señor los sacó de la esclavitud, sin embargo, ellos ahora tenían que aprender cómo vivir en libertad. Por 5 generaciones no se les estaba permitido obedecer el cuarto mandamiento: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo”.

Es decir, que ellos no sabían lo que era el descanso en sus vidas, y al salir de Egipto tendrían que aprender a experimentar esto y no desear caer en el error de volver a la esclavitud. Soy una madre, a tiempo completo en casa, con tres niños pequeños, con muchas cosas que hacer, y a veces siento que definitivamente las 24 horas del día no me dan para hacer todos los pendientes.

La palabra “descanso,” hay días en que no está en mi lista, y esto me lleva muchas veces a tener una actitud quejumbrosa, irritada, poco misericordiosa con mis hijos y malhumorada. Por momentos he llegado a pensar que seré evaluada por Dios, por las cosas que puedo hacer en mi día a día, pero al meditar en Su Palabra, recuerdo que Él no me mide por eso, sino por quién soy en Cristo.

He entendido que cuando no rindo ante Dios mi día, todo sale mal. No estaré recargada para la larga jornada que me espera, de muchos llantos, de pleitos entre hermanos, de reguero por doquier, varios cambumbos de ropas por doblar, una casa que limpiar, en fin, la lista no termina.

Cathy decía: “Cuando no podemos poner límites en nuestras vidas, estamos de nuevo adorando ídolos y peor aún, estamos viviendo en esclavitud a ellos.” Nos volvemos esclavas de lo que obedecemos, como decía Pablo a los Romanos 6:16: “¿No sabéis que cuando os presentáis a alguno como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, ya sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia?”

Nosotras conocemos las verdades de Dios que nos ayudarán a poner límites en esas áreas que son necesarias, pero a veces lo olvidamos. Nuestro pecado nos ciega, nuestros impulsos naturales combinados con la cultura en que vivimos nos empujan y nos mantienen inmaduras en la fe y blancos fáciles del enemigo.

Dios a través de esta serie me ha enseñado que debo aprender a decir “NO” a la lista de quehaceres repleta de actividades interminables, que no me permitan descansar y meditar en Él. Cathy decía que “Negarse a sí misma cuesta mucho menos que vivir en rebeldía”. ¡El mismo reposo, el hecho de poner límites, nos ayuda cultivar un corazón y actitud de reverencia para Dios!

Tal y como dice Santiago, es fácil volverse un oidor olvidadizo después de haber conocido la ley de Dios, cuando no permanecemos en ella: «Pero el que mira atentamente a la ley perfecta, la ley de la libertad, y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz, este será bienaventurado en lo que hace.» (Santiago 1:25)

Oremos a Dios para que nos permita ser hacedoras eficaces, que nos neguemos a nosotras mismas por amor a Él, ya que esto cuesta mucho menos que vivir en rebeldía. Ahora somos libres del yugo del pecado, somos esclavas de Cristo quien nos hace libres en Él. Me llamó mucho la atención la historia de Abraham Lincoln que comentó Aileen, “En donde él compró una esclava y en el camino a su casa notificó a la señorita que él estaba dándole su libertad. Ella le preguntó: ¿Esto quiere decir que yo puedo ir donde quiero? Él dijo que sí. Ella preguntó: ¿Esto quiere decir que yo puedo hacer lo que quiero? Él dijo que sí. Ella preguntó: ¿Esto quiere decir que yo puedo comer lo que quiero? Él dijo que sí. Ella preguntó: ¿Esto quiere decir que yo puedo decir lo que quiero? Él dijo que sí, y ella respondió: Entonces yo me quiero quedar contigo.”

Cuando somos esclavas de Jesucristo mi yugo es fácil y mi carga es ligera, mis pies se hacen como de ciervas y en las alturas me hace andar, porque en Sus Alas me siento segura. Así que tú, madre que hoy me lees, ¡Descansa en El Señor! ¡Él es nuestro remanso de paz!

Dios les guarde sin caída.