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Las formas raras de Dios

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¿Has notado que los caminos de Dios no son los nuestros? (Isaías 55:8) ¡No solamente que son diferentes, en realidad muchas veces son totalmente opuestos! ¿Cuántas veces hemos oído personas decir que, si Dios salvara a una persona famosa en particular, esto haría un impacto grande en el reino? La historia de la Navidad demuestra que esto no es como Dios funciona y si Él no comete errores, y lo que Él hace siempre es lo mejor, entonces debemos cambiar nuestra forma de pensar.  

Comenzaremos con José: 

En nuestra manera de pensar, consideraríamos que el padrastro del Señor debe ser alguien con mucho poder, fama, dinero, con mucha educación y altamente inteligente mientras que José era un hombre sin educación, sino que era un obrero, y específicamente un carpintero. Aunque era descendiente del rey David y vivió en Nazaret en Galilea, venía de una familia humilde y era un desconocido. Uno hubiese pensado que Dios desearía tener a alguien de la realeza para cuidar al Rey de reyes, sin embargo, Dios hizo todo lo opuesto. Y todo esto porque Dios juzga el corazón y no la apariencia como leemos en 1 Samuel 16:7 y podemos aprender mucho de la vida de José sobre todo de su carácter.  Aunque hay poco escrito sobre él, hay suficiente para entenderlo: humilde, justo (Mateo 1:19), obediente (Mateo 1:24-25, 2:14-15,19-21), amable (Mateo 1:19), abnegado (Mateo 1:25) y responsable. 

Seguiremos con María: 

De nuevo esperaríamos a alguien con bienes para proveer lo que un rey necesitaría, un hogar ideal con siervos para atenderlo, sin embargo, encontramos a alguien humilde y a Dios orquestando las circunstancias para que Jesús tuviera que nacer en un establo. 

Tampoco hay mucho escrito sobre ella, sin embargo, su carácter se destaca en diferentes eventos de su vida relatado en la Biblia. Aunque no hay nada escrito sobre su familia, se especula que también vino de una familia humilde y probablemente era del linaje de Aarón de la tribu de Juda porque esto era el linaje de su prima Elizabet (Lucas 1:5). Vemos a una persona obediente y valiente. Él ángel se le apareció con el anuncio de que quedaría embarazada antes de casarse, y ella asintió inmediatamente, aunque podía costarle el matrimonio con su amado José. Tampoco dudó en obedecer a pesar de que también ella arriesgaba su vida, porque la penalidad por esto que le anunciaban era la muerte apedreada. Obedecer a Dios era su prioridad porque tampoco estimó el “qué dirán” del pueblo y lo que pensaría sobre ella con este embarazo.  Ambos ella y José individualmente y como pareja querían cumplir las leyes de Dios y fueron obedientes al traer a Jesús a Egipto, regresar después de la muerte de Herodes e ir a Jerusalén para pasar la Pascua cada año (Lucas 2:41). Nunca leemos un comentario sobre ella quejándose, aunque tuvo que viajar a Belén al final del embarazo, y tuvo que dar a luz en un establo. Ella tampoco cuestionó cuando Simeón le dijo que una espada traspasará aun su propia alma (Lucas 2:35). Parece ser también una mujer de oración porque varias veces leemos “María atesoraba todas estas cosas, reflexionando sobre ellas en su corazón.” (Lucas 2:19) En su mente ella no tenía razón de quejarse porque su gratitud y confianza fueron puestas en Su Dios (Lucas 1:46-55).   

Y ¿en qué lugar hubiésemos querido que el Rey de reyes naciera? ¡Donde esta toda la acción! Pensaríamos que en Roma o por lo menos en Jerusalén, no en Belén, un pueblo pequeño conocido por ser donde nació el rey David (1 Samuel 16:1) y donde él fue ungido como rey. Sin embargo, Dios predijo más de 500 años antes, de que El Mesías nacería en Belén (Miqueas 5:2). Era una fértil aldea de agricultura donde crecían almendras, olivas, uvas y granos. También era un lugar para la cría de ganado, especialmente ovejas y cabras.  Cristo nació en el lugar donde las ovejas fueron escogidas y apartadas para sacrificarse en el Templo. Para prepararlas fueron atadas con tiras de tela hechas con las túnicas de los sacerdotes. 

Esperaríamos que Él naciera en un palacio, pero Dios decidió que sería en un establo junto a los corderos. Y así como los corderos nacidos en las colinas de Belén fueron predestinados para ser ofrecidos como sacrificio, simbolizando El único Rey digno de dar su vida para salvar el mundo, El Rey de reyes nació en el lugar más apropiado para ser el Cordero de Dios, en las colinas de Belén, entre los corderos que lo representaban. Entonces, cuando leemos que el Hijo de Dios quien iba a ser el Cordero de Dios estaba envuelto en tiras de tela al nacer, (Lucas 2:12) comenzamos a entender cuan dulce y terrible era esta pequeña señal. También en el final de su vida, de nuevo fue envuelto en tiras de tela (Juan 20:6) sin embargo, esta vez no para atarlo porque el venció la muerte y resucitó. 

Todo lo de Dios desafía nuestra comprensión y lógica. ¡Celebramos en esta época cómo el creador se convirtió en el creado! Y vemos la perfecta orquestación de un Dios sabio. 

En este fin de año, mientras pensamos sobre nuestras vidas ¿estamos listas para reevaluar como pensamos?, ¿para alinear nuestros pensamientos con los Suyos? Cuando vemos como Dios ha orquestado los detalles más pequeños, en una forma tan perfecta, debemos preguntarnos ¿estamos listas para tratar de identificar esta orquestación en nuestras vidas y caminar en Sus pasos? Sus caminos realmente no son los nuestros y si queremos tener la vida abundante que Dios quiere ofrecer, es en Sus huellas que necesitamos caminar. Bendiciones y ¡Feliz Navidad!