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La presencia de Dios te da descanso

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Mi reloj despertador suena a las 6:00am, en otras ocasiones mucho antes, para así poder cumplir con la apretada agenda del día entre hijos, hogar y trabajo fuera de la casa. Y se agrega el estrés de esta temporada Covid con sus noticias, que ya son tantas que hasta sientes un poco de insensibilidad, pero aún así sostiene el ambiente un aire cargado de inseguridad, ansiedad, incertidumbre, desánimo, apatía por los buenos hábitos y fijación por las cosas que nos dan deleite.

Nuestro cuerpo caído percibe el estrés como una amenaza, de ahí que busca apocarlo satisfaciendo efímeramente los deseos cambiantes del corazón.

¿Cómo podemos encontrar descanso sostenido en este mundo relativo con un corazón tan cambiante?

David, un hombre oscilante en su proceder con muchos enemigos enfilados, sabía de estrés, sabía de inseguridades, sabía de la inminencia de la muerte, sabía de angustias y del miedo. De este hombre pecador como tú y como yo podemos aprender dónde encontrar la fuente inagotable de verdadero descanso: La Presencia de Dios.

“En Dios solamente espera en silencio mi alma; de Él viene mi salvación.” (Salmo 62:1)

“En paz me acostaré y así también dormiré, porque solo tú, Señor, me haces habitar seguro.” (Salmo 4:8)

“El Señor es mi pastor, nada me faltará; en lugares de verdes pastos me hace descansar; junto a aguas de reposo me conduce.” (Salmo 23:1-2)

David entendió que el reposo que necesitaba su corazón no estaba en las técnicas de respiración, en buscar muchos consejos y desahogos con todos a su derredor, en unas vacaciones en las afueras de la ciudad, en meditar palabras positivas continuamente, en derivar su mente a ocuparse en más tareas para evitar tales pensamientos… su reposo estaba EN LA CERCANÍA de su Señor.

La presencia de Dios mora dentro de nosotros, porque el Espíritu Santo habita en nosotros, y esto se da cuando creemos en Cristo como el único Salvador. En ocasiones nuestras conductas y pensamientos son tan alejados de sus designios que nos sentimos fuera de su presencia; pero cuando somos conscientes del poder extraordinario de la muerte de Cristo en la cruz, entendemos que no hay proceder tan oscuro que la sangre de nuestro Señor no sea capaz de borrar.

David también nos recuerda que no es sólo la presencia de Dios en nuestro interior, es que no hay forma de huir de ella, dándonos una gloriosa seguridad:

“¿Adónde me iré de Tu Espíritu, O adónde huiré de Tu presencia?  Si subo a los cielos, allí estás Tú; Si en el Seol preparo mi lecho, allí Tú estás.   Si tomo las alas del alba, Y si habito en lo más remoto del mar, Aun allí me guiará Tu mano, Y me tomará Tu diestra.  Si digo: «Ciertamente las tinieblas me envolverán, Y la luz a mi alrededor será noche»; Ni aun las tinieblas son oscuras para Ti, Y la noche brilla como el día. Las tinieblas y la luz son iguales para Ti.” (Salmo 139:7-12)

En lo que llega nuestro descanso perfecto en la plenitud de Su Presencia para siempre, tendremos el reto de vida de mantenernos conscientes de Dios en nosotros en el momento PRESENTE. Ejercitar mi fe en Él; ser intencional en conocerle más a través de Las Escrituras; reconocer mis debilidades, temores, afanes, inseguridades y llevarlas en oración a Él; son disciplinas que nos hacen percibir mejor que nuestro Señor sigue ahí, sosteniéndonos, vivificándonos, dándonos descanso en medio de esta turbulenta “covidianidad” (Salmo 34:4, Salmo 119:2).