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La Palabra de Dios es un ancla inamovible en tiempos de tormentas

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La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo…” (Hebreos 6:19) 

Un ancla es tan segura como aquello a lo que está atada. Las anclas usadas en la antigüedad se parecían en algo en su forma a las modernas, como se puede ver en algunas monedas. Cuando Pablo se dirigía a Roma, precisó de cuatro anclas para asegurar el barco (Hch. 27:29-30,40). El ancla se usa metafóricamente como la esperanza puesta ante el creyente; esta ancla para el alma, penetrando hasta dentro del velo, queda firme. Esta es la gran exhortación de la cual leemos en el versículo de arriba; la misma insta al cristiano a tener su mirada dirigida al cielo; el ancla de nuestra esperanza se halla allí. Sin importar las tormentas que se levanten, podremos afrontarlas si nuestra esperanza ha sido depositada en Cristo. Él es nuestra ancla segura. 

En el verso de Hebreos 6:18 (NTV) dice, Así que Dios ha hecho ambas cosas: la promesa y el juramento. Estas dos cosas no pueden cambiar, porque es imposible que Dios mienta. Por lo tanto, los que hemos acudido a él en busca de refugio podemos estar bien confiados aferrándonos a la esperanza que está delante de nosotros.”  

Promesa y juramento, estas son dos cosas inmutables. El termino griego que se traduce «inmutables» se aplica a la última voluntad de una persona, este era un documento legal inalterable, el cual nadie fuera de su autor podía modificarlo. Acudido para asirnos, en la Septuaginta se usa para aludir a las ciudades de refugio que Dios proveyó para los que buscaban protección de los vengadores de un homicidio accidental (Num.35:9-34; Deut.19:1-13; Jos.20:1-9).  

Dios interpuso juramento para mostrar con la mayor claridad lo inmutable de Su designio. Dios no miente, la promesa se basa en Su fidelidad la cual es parte de Su carácter, su propio Ser. Así que, Dios no puede mentir en forma que se desdiga de lo que prometió. Además, Pues todas las promesas de Dios se cumplieron en Cristo con un resonante «¡sí!», y por medio de Cristo, nuestro «amén» (que significa «sí») se eleva a Dios para su gloria.” 2Co.1:20. 

Esta es nuestra esperanza, nuestra ancla segura, a la cual podemos asirnos con seguridad en medio de las tribulaciones que enfrentamos en este mundo caído; tenemos seguridad porque Dios no puede pensar una cosa y decir lo contrario.  Él es la Verdad en el pensar, en el decir y en el hacer. 

Esto es motivo más que suficiente para que cobremos animo aun en medio la más temible tormenta que se levante en contra de nuestra.  Porque no solo tenemos la promesa y el juramento de Dios, sino también el cumplimiento amplio en Cristo.    

Cristo es nuestra esperanza de gloria; corremos de las tormentas de este mundo y vamos a buscar refugio en el puerto de esperanza.  El autor de hebreos nos dice que la esperanza que tenemos delante es como un «Ancora firme» (ancla) que no resbala. El “ancla” esta del alma (es decir, de nuestra persona entera) penetra hasta detrás del velo, es decir, hasta el Lugar Santísimo, hasta el trono de la misericordia y de la gracia, donde ya se halla Jesús.  El verso de He.6:20, nos dice que allá entro Jesús como precursor en favor nuestro, El está intercediendo siempre por nosotras, es nuestro gran sumo Sacerdote. 

Una de las primeras tormentas que enfrente como cristiana, la verdad no sabía mucho de la Palabra de Dios, pero como Él es infinitamente misericordioso y bueno me llevo a intimar con Su Palabra a través de un estudio llamado “Creer a Dios” de Beth Moore. La primera Palabra con la que me encontré fue en Efesios 1:19-20: “También pido en oración que entiendan la increíble grandeza del poder de Dios para nosotros, los que creemos en él. Es el mismo gran poder  que levantó a Cristo de los muertos y lo sentó en el lugar de honor, a la derecha de Dios, en los lugares celestiales”.   

La verdad que esta Palabra me sorprendió, porque, aunque creía, tenía fe según mi entendimiento. Empecé a entender que los que hemos creído en Cristo, hemos sido predestinados y sellados por el mismo Espíritu que opero en Cristo resucitándole de entre los muertos; y que todo creyente cuenta con la supereminente grandeza de Su poder.  Eso en verdad es grande, y lo mejor de todo es entender que no existe necesidad, aflicción o tormenta humana que exceda a Su poder.  Pero vale esta aclaración, debemos tener fe, porque es por medio de la fe que Dios nos confirma Su presencia en medio de las pruebas.  

Hermana, amiga, la Palabra de Dios es en verdad firme e inamovible en tiempos de tormentas porque esa ancla de esperanza penetra a través del velo, en donde esta nuestro amado Salvador Jesús, quien siempre está intercediendo por nosotras. Dios es fiel a Su Palabra, nos alienta con Su Palabra porque nos ama: Porque los montes serán quitados y las colinas temblarán, Pero Mi misericordia no se apartará de ti, Y el pacto de Mi paz no será quebrantado», Dice el Señor, que tiene compasión de ti. (Is.54:10). Dios es realmente bueno. 

¡Dios derrame bendiciones de gracia!