Sus acentuados rasgos asiáticos le hacían sobresalir en todo el salón; de hablar pausado y ademanes educados, mi amigo Ishikawa se esforzaba en brindarme una agradable velada. La conversación era amena e interesante hasta que llegamos al punto de la Biblia. Momentos antes le había dicho que era cristiana y que para mi leer la Biblia era vital en mi caminar de fe. El no disimuló su decepción; como japonés, su familia le había inculcado el respeto por los ancestros, pero nada más; se consideraba ateo o agnóstico. Me comentó que él había leído la Biblia, por curiosidad, años atrás y que no le gustó para nada. El solo encontró ahí la historia de un pueblo pequeño e insignificante de la antigüedad y el desarrollo de su fe en su dios; para él se trataba de un pueblo más y de otro libro sagrado. No entendía como para nosotros era tan importante. El parecía sincero, su lectura de la Biblia no significó nada para él porque no creyó que su autor fuera el único Dios verdadero. Yo intenté en vano de hacerle ver que la Biblia es la Palabra de Dios. Su entendimiento estaba velado y le faltaba fe para creer. Como él, millones de personas incrédulas no reconocen el valor de la Biblia y su importancia en nuestras vidas.
Sí, la Biblia es la Palabra de Dios y su lectura nos transforma, pero se necesita la gracia de Dios para ser ministrados e impactados por ella; necesitamos Su gracia para entenderla, creerla y vivirla. El primer paso es nacer de nuevo y es por la misma Palabra que se produce este nacimiento. El Espíritu Santo nos da la fe para creer y recibir Su evangelio. Si no hemos nacido de nuevo, la Biblia resultará para nosotras como una carta escrita para otra persona, pero una vez hemos nacido del Espíritu, su Palabra se convierte en el alimento necesario para crecer y mantenernos firmes y saludables. Solo los vivos necesitan comer.
El segundo paso, es reconocer nuestra dependencia de Dios. El ha provisto todo lo que necesitamos para vivir la vida cristiana, pero depende de nosotras el hacer uso de estos recursos. Puedo decir sin temor a equivocarme que Su Palabra es el recurso más importante después de la presencia de Su Espíritu. ¿Quieres saber por qué estoy tan segura? Mira como el mismo Señor habla de Su Palabra:
- Su Palabra es el instrumento de Dios para salvación. Romanos 10:14
- Su Palabra es el instrumento de Dios para santificación. Juan 17:7
- Su Palabra es el instrumento de Dios para guiarnos. Salmos 119:105
- Su Palabra es el instrumento de Dios para consolarnos. Salmos 119:50
- Su Palabra es el instrumento de Dios para corregirnos. 2 Timoteo 3:16
- Su Palabra es el instrumento de Dios para aconsejarnos. Salmos 119:24
- Su Palabra es el instrumento de Dios mediante el cual hacemos ministerio. 2 Timoteo 2:15
- Su Palabra es el instrumento de Dios para vencer las tentaciones. Salmos 119:11
- Su Palabra es el instrumento de Dios para llevar a cabo la gran comisión. Mateo 28:19-20
- Su Palabra es el instrumento de Dios para que lo conozcamos. Marcos 12:26-27
- Su Palabra es el instrumento de Dios para que el Espíritu Santo produzca Su fruto en nosotras.
- Su Palabra es el instrumento de Dios para darnos a conocer la verdad para que podamos diferenciarla de la mentira. Juan 14:16
Como vemos la Palabra de Dios es una fuente de gracia para nosotras, por medio de la cual nuestro Padre nos va supliendo conforme a nuestras necesidades de Sus abundantes riquezas en gloria, también por medio de ella nos ministramos unos a otros.
Ahora cierra los ojos por un momento. Imagina que hubiese sido si el Señor no nos deja Su Palabra por escrito. Simplemente no podríamos tener comunión correcta con El, ni caminar con Dios, seguros de Su voluntad, ni vivir la vida cristiana, la iglesia no subsistiría y la mentira habría ocultado la verdad de Dios. Sin embargo, así es como muchas veces vivimos: sin consultar la Palabra, sin estudiarla ni memorizarla; sin apreciarla. Esto nos vuelve débiles, presas fáciles del enemigo, somos engañadas, caemos frecuentemente en tentación y nos volvemos inefectivas para el reino. Lo peor es que nos volvemos tibias y olvidamos el evangelio.
Amadas, ahora más que nunca, en estos tiempos peligrosos que estamos viviendo, donde la mentira abunda; necesitamos aferrarnos a la verdad de la Palabra de Dios, llenarnos de ella y permitir así que el Señor por medio de ella y por su gran bondad, haga su hermosa obra en nosotras para que lleguemos a ser y hacer todo lo que el quiera de nosotras. No nos dejemos engañar, usemos la Palabra, creamos la Palabra y vivamos por ella, haciendo esto, nos mantendremos firmes. Por otro lado, propongamos en nuestros corazones compartir la Palabra con otros que al igual que mi amigo están en oscuridad, aunque no veamos ningún cambio, Dios puede obrar en cualquier momento y usar esa semilla para traer salvación. Recordemos que un día nosotras estuvimos ahí. Que Dios nos ayude y nos permita verlo obrar en y a través de nosotras.