“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios”
(Romanos 8:14)
Siendo sinceras, todas queremos una vida de paz, comodidad, sin dolor, ni pérdidas, ni enfermedad, que su gracia y bendición sobreabunde. Simplemente esperamos que las cosas vayan como deseamos.
No tendemos a reflexionar sobre la voluntad de Dios en nuestras vidas cuando todo va bien. A menudo, nos falta comprensión sobre las intenciones de Dios y sus propósitos. Podemos leer en su Palabra, que la aflicción está asegurada para todo aquel que le ha creído y seguido. Él tiene un propósito por encima de nuestro entendimiento, al enviarnos una prueba o permitir una aflicción en nuestras vidas.
“Amados, no se sorprendan del fuego de prueba que en medio de ustedes ha venido para probarlos, como si alguna cosa extraña les estuviera aconteciendo;” (1 Pedro 4:12)
Dios permite las pruebas en nuestras vidas para:
1- Refinarnos y purificarnos
El hombre no puede ser perfeccionado sólo con la gracia, el amor y la misericordia. Si vivimos constantemente dentro de un ambiente cómodo y seguro sin ninguna prueba o aflicción, nuestros corazones se alejarán gradualmente de Dios; muchas veces de forma inconsciente, un corazón que entiende que lo tiene todo, no busca de Dios. Solo a través de las pruebas y dolor, el Señor abre nuestros ojos a nuestro pecado, nos muestra áreas de nuestra vida que necesitamos rendirle y mostrarnos los ídolos en nuestro corazón.
“En lo cual ustedes se regocijan grandemente, aunque ahora, por un poco de tiempo si es necesario, sean afligidos con diversas pruebas para que la prueba de la fe de ustedes, más preciosa que el oro que perece, aunque probado por fuego, sea hallada que resulta en alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesucristo” (1 Pedro 1:6-7)
En la biblia, el fuego simboliza ser expuesto a prueba o aflicción, donde somos refinados y purificados, siendo formados a Su imagen. Todo lo que no se parece a Él necesita ser removido, y aquellas cosas que sí se parecen pero que aún son débiles, son fortalecidas.
En Éxodo 3:2, el ángel del Señor se le apareció a Moisés, como “una llama de fuego, en medio de una zarza… que no se consumía”. Es decir que Dios puede quemar las impurezas de un objeto sin destruirlo.
Así mismo Dios fue purificando a Moisés, antes de llamarlo a guiar a su pueblo y librarlo de Faraón. Le tomó 40 años preparar a Moisés, haciéndolo un hombre más humilde y manso, y dependiente de Él por completo.
Dios ha orquestado pruebas en nuestras vidas, para cumplir su propósito en nosotras, ya sea para hacernos, más pacientes, amorosas, humildes, o hacernos más santas y parecidas a Su Hijo.
2- Conocer Su carácter
A través de las pruebas no solo descubrimos cosas sobre nosotras mismas, también aprendemos más sobre nuestro Dios, sobre su carácter y atributos. En la dificultad podemos ver más claramente su poder y justicia, su misericordia y perdón; podemos reconocer su amor incondicional y fidelidad que no falla. Conocer mejor a nuestro Dios es uno de los beneficios de las pruebas.
Dios hizo que Moisés permaneciera en el desierto durante 40 años. En un ambiente tan arduo y hostil, Dios estuvo obrando en su corazón, transformando su carácter según su propósito, para luego comisionarlo. Caminó estos 40 años sin oír la voz del Señor hasta que fue llamado desde la zarza ardiente, y luego, enviado a Faraón, para sacar a su pueblo, los hijos de Israel, de Egipto, pues sus ojos habían visto su aflicción y su opresión, y sus oídos habían escuchado su clamor (Éxodo 3:7-10). Aun así, Moisés, por miedo y por sentirse incapaz, objetó a Dios: “¿Quién soy yo para ir a Faraón, y sacar a los hijos de Israel de Egipto?” (Éxodo 3:11). Él tenía aún presente la razón por la cual tuvo que huir de Egipto 40 años atrás y la sentencia de muerte que pesaba sobre él (Éxodo 2:11-15). Ante esa actitud, Dios quiso enseñarle que Él está en control de todo, asegurándole su compañía y prometiéndole que una vez que hubiera sacado al pueblo, adorarían en ese mismo monte (Éxodo 3:12).
3- Probar y aumentar nuestra fe
Cuando nuestra fe es sometida a prueba, la misma se acrecienta y fortalece; nos ayuda a vivir la vida con una mayor conciencia de lo que nos espera, a buscar más a Dios, a tener mayor confianza. Una fe más fuerte nos brinda mayor equilibrio y fortalece nuestro carácter.
Solo mediante una fe fortalecida podemos ver que las pruebas y tribulaciones que Él permite en nuestras vidas son parte de todas las cosas que nos ayudan a bien y tienen un propósito divino.
Entonces, entendiendo esta perspectiva de Dios sobre las pruebas, ¿Seguimos sus pasos a pesar de no entender por completo su obrar?
Entendiendo esta perspectiva sobre las pruebas, pone en evidencia una de las razones por las cuales Jesús pudo soportar la cruz: «Debido al gozo que le esperaba, Jesús soportó la cruz, sin importarle la vergüenza que ésta representaba.» (Hebreos 12:2). Por esto cuando clamamos a Él, en medio de nuestras pruebas, sabemos que nos entiende y se identifica con nuestro sufrimiento.
Conocer la perspectiva de Dios nos ayuda a lidiar con las pruebas.
“Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito” (Romanos 8:28)
Dios trabaja en todo lo que nos pasa para nuestro bien. Esto no significa que todo lo que nos pasa es «bueno», pero nuestro Dios puede convertir cualquier circunstancia en algo últimamente bueno.
Esto solo puede ser verdad para aquellos que aman a Dios, y son llamados de acuerdo con sus propósitos.
«Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios» (Romanos 8:14)
Qué bueno que somos sus hijas, y que no nos ha dejado solas, que nos regala Su Espíritu para enfrentar las pruebas y aflicción. Solo mediante su Espíritu Él nos muestra nuestros pecados, nos ayuda a entender su Palabra, y nos da la fuerza para soportar la carga de la prueba. Él nos da una nueva perspectiva, una nueva cosmovisión, nos llena de confianza, nos apunta a poner los ojos en el cielo y no en las cosas terrenales. El mismo Espíritu que nos ayuda a cómo orar, aun cuando no sabemos qué decir, el Espíritu intercede por nosotras. Pidámosle en oración que nos alinee con su voluntad, que podamos estar en paz y confiadas en que su voluntad es perfecta y es Buena; que podamos descansar en un Dios bueno, bondadoso, poderoso, justo y fiel.