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Jesús, una vida única: ¡Él es el reposo!

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“Porque los que hemos creído entramos en ese reposo”
(Hebreos 4:3)

Cuántas veces tomamos unos días y planificamos un tiempo para apartarnos, agotadas del caos de este mundo caído, con el propósito expreso de descansar y recargar nuestras energías, pero al regresar necesitamos un tiempo adicional para recuperarnos y descansar de lo fatigadas que retornamos.  De seguro, esto nos hace sonreír porque más de una ha podido experimentarlo en su vida.

En el Evangelio de Juan, en el capítulo 17, versículos del 6 al 11, encontramos dos realidades. La primera es que somos de Jesucristo, Él es nuestro Señor, Amo y Gobernante, y la segunda, que, aunque ya somos de Él, seguimos en el mundo. Estamos en el mundo donde quien gobierna es el enemigo de nuestras almas, PERO tenemos la gran seguridad de que Jesús está rogando a Su Padre por cada uno de los que le ha sido dado (ahí estamos tú y yo), intercediendo por nosotras para que seamos guardadas. Ciertamente, el calor y el caos de este mundo nos agota, pero tenemos a Aquel que lo cambia todo y que puede dar manantiales de aguas en el desierto. 

Jesús nos hace una oferta en Mateo 11:28-30, “Vengan a Mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar.Tomen Mi yugo sobre ustedes y aprendan de Mí, que Yo soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas.Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera.”

Debemos acercarnos a Él como “Nuestro Reposo”, para depositar en Él todo el peso de nuestras cargas y descansar de ese esfuerzo prolongado del que no hemos obtenido ningún resultado, de esa espera bajo presión que nos desanima, pero, sobre todo, del peso del pecado que nos abruma, produciendo en nosotras ansiedad de saber que no estamos a cuentas con el Dios de Paz, de amor, con el Santo Dios.

Las que hemos creído somos las que entramos en el reposo.  La fe es la llave que abre la puerta. Jesús es el autor y consumador de la Fe. Podemos tener paz porque sabemos que nunca seremos enjuiciadas por nuestros pecados (2 Corintios 5:21).

El verdadero descanso viene de entrar en el reposo de Dios en Cristo Jesús.  Este descanso comienza con el Evangelio, y está en Cristo sin importar el lugar donde nos encontremos.

El descanso para la que cree se inicia cuando la ira de Dios es levantada y somos hechas amigas de Dios, hijas del Dios Altísimo. Aquella que se reconoce cargada con este peso y acude a Jesús en busca de alivio, tendrá perdón y paz. Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.” (Romanos 5:1)

Pero a todos los que lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en Su nombre.”
(Juan 1:12)

No solo vamos a Jesús para que Él levante este peso del pecado que nos separaba de Dios, sino también, cuando estamos fatigadas y cansadas en el camino.  Llega a mi memoria el salmista, ya anciano, que habiendo pasado por tribulaciones, dificultades y pruebas; y habiendo conocido íntimamente a quien le había dado descanso, “recurría continuamente a Dios, su roca de refugio; se ubicaba voluntariamente a la sombra de sus alas, único lugar de descanso para su alma.” (Salmo 71:3, Salmos 57:1) ¿El Secreto? Este descanso lo haya en la íntima comunión con Dios.

Nuestra fortaleza está en descansar en Cristo Jesús. “En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza.” (Isaías.30:15-18)

Jesús nos enseña, dejándonos ejemplo de la importancia de la quietud para Su vida misma.  Se apartaba continuamente para tener quietud con Su Padre.  En los momentos en que nuestro corazón está tranquilo y confiado, podemos escuchar los latidos del corazón de nuestro Padre. 

Debemos venir a Jesús con reverencia y una actitud de sometimiento a Él, sabiendo que nos acercamos al Soberano Dios, quien gobierna nuestras vidas, nuestro Señor. Su yugo se aligera en la medida que avanzamos en la obra de Fe, de amor y perseverancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo. Debemos acercarnos con corazones enseñables porque Él es nuestro Maestro, y dispuestas a conocerle más. El verdadero descanso es sentarnos a los pies de nuestro amado Jesús y escucharle, porque, ¿quién otro tiene palabras de vida eterna? (Juan 6:68)

Nosotras, que ya tenemos el privilegio de ser sus hijas, ya hemos entrado al descanso, pero para permanecer en descanso y seguridad, necesitamos poner nuestros ojos en las cosas de arriba, en la eternidad, la que por Su Sola Gracia hemos entrado, hacia donde Jesús está sentado a la diestra del Padre, sin olvidar que estamos allí escondidas en Él (Colosenses 3:1-3). Estamos experimentando un poco de la realidad eterna que nos espera en Cristo Jesús por la eternidad.  

“Por tanto, temamos, no sea que, permaneciendo aún la promesa de entrar en Su reposo, alguno de ustedes parezca no haberlo alcanzado.  Porque en verdad, a nosotros se nos ha anunciado las buenas nuevas, como también a ellos. Pero la palabra que ellos oyeron no les aprovechó por no ir acompañada por la fe en los que la oyeron.  Porque los que hemos creído entramos en ese reposo.”
(Hebreos 4:1-3)

De la misma manera que a nosotras se nos anuncia el Evangelio para vida eterna, a los israelitas también se les anunció una buena nueva, el lugar de reposo, la tierra prometida, pero ellos no lo alcanzaron. En el relato de Números, capítulos 13 y 14, podemos identificar tres pecados de los que el autor de Hebreos nos advierte que nos cuidemos: falta de Fe, desobediencia e incredulidad.   Ellos no confiaron en el poder de Dios para darles lo prometido, sino que sus ojos vieron los gigantes, los obstáculos, exceptuando a dos de ellos, Josué y Caleb, por lo que el pueblo fue enviado errante al desierto habiendo podido recibir de inmediato lo que Dios les había prometido. Somos advertidas a desechar con temor lo que no les ha permitido a otros entrar en Su reposo.  

Amada, podrías meditar unos minutos en estas preguntas: En este tiempo de mi vida y de mi relación con Dios, ¿estoy confiando en Él y en sus promesas, le creo a Él? ¿Estoy siendo agradecida cada día por la libertad tan grande que he recibido en Cristo Jesús? ¿Creo que mi alma puede encontrar descanso en medio de la turbulencia de estos tiempos, al mirar al que ama mi alma? ¿De qué tamaño es el Dios al que voluntariamente me he sometido? 

Dios nos ofrece novedad de vida, plenitud de gozo, verdadera libertad, ¿la estás experimentando?  Y lo más importante, ¿estoy permitiendo el obrar del Espíritu Santo guiándome hacia ese reposo eterno del que todos podremos disfrutar?  ¡Mientras entramos al reposo eterno, disfrutemos del reposo en Cristo!

Oro, conforme a 1 Tesalonicenses 5: 23-24: “Y que el mismo Dios de paz los santifique por completo; y que todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Aquel que los llama, el cual también lo hará”.