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Jesús es tu ejemplo… ¡Sigue Sus huellas!

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Este domingo, el pastor Miguel Núñez predicó el sermón “Jesús es tu ejemplo… ¡Sigue Sus huellas!” basado en 1 Pedro 2:18-25.

Hoy continuamos nuestra serie sobre la primera epístola de Pedro escrita a una comunidad cristiana dispersa que estaba bajo tribulación, persecución y opresión. De 1 Pedro 2:11-4:11, el apóstol Pedro continuamente instruye a los creyentes con relación a sus obligaciones en la sociedad. En otras palabras, Pedro reconoce que, en la iglesia, no hay judíos, ni gentiles, ni hombres, ni mujeres, ni esclavos, ni libres… todos somos hijos de Dios y hermanos en Cristo. En ese sentido, todos somos iguales. Pero en la sociedad, de este lado de la eternidad, hay una jerarquía que respetar. Por tanto, en esta epístola, Pedro nos habla de someternos a nuestras autoridades.

En el texto de hoy, Pedro continúa con instrucciones similares, pero amplía su explicación de por qué deberíamos someternos a las figuras de autoridad hasta llevarnos a la razón final de porqué el cristiano debe exhibir un espíritu de sumisión a lo largo de su vida. El versículo clave, el eje alrededor del cual gira todo lo que Pedro tiene que decir en 1 Pedro 2:18-25 es el versículo 21: “Porque para este propósito han sido llamados, pues también Cristo sufrió por ustedes, dejándoles ejemplo para que sigan Sus pasos…”

La primera instrucción en este pasaje es para siervos o esclavos, pero como aplicación es para todos nosotros: “Siervos, estén sujetos a sus amos con todo respeto, no solo a los que son buenos y afables, sino también a los que son insoportables.” (v.18) En el imperio romano, había diferentes tipos de esclavos: unos trabajaban duramente en el campo y eran tratado de forma infrahumanas y otros eran esclavos que formaban parte del núcleo familiar y eran tratados de una forma más respetuosa. La palabra traducida como “esclavos” en este texto no es la usual, no es “duolos”, sino “οἰκέτης” (pronunciación: oikéteis) que significa “sirvientes de la casa”. A estos siervos, Pedro los llama a estar sujetos a sus amos con todo respeto. El llamado no es a una simple obediencia, el llamado es a la sumisión respetuosa, válida tanto para los amos buenos y afables como también para los que son insoportables. Si eso es cierto de los de los esclavos con respecto a sus amos, también lo es de los empleados con respecto a sus empleadores, de los ciudadanos con respecto a sus gobernantes, o a cualquier otra figura de autoridad.

Cuando Pedro llama a esta sumisión, él no está simplemente tratando de evitar una rebelión social en el imperio, sino que él tiene un principio y una razón mucho más elevada que esta. El espíritu de sumisión a las autoridades es visto con buenos ojos de parte de Dios (Romanos 13:1). Si las autoridades son constituidas por Dios, mi sometimiento a ellas es obediencia a Dios. De hecho Romanos 13:2 dice, “Por tanto, el que resiste a la autoridad, a lo ordenado por Dios se ha opuesto; y los que se han opuesto, recibirán condenación sobre sí.” Por eso Pedro dice que cuando nos sometemos con respeto a la autoridad, eso halla gracia ante Dios; sobre todo cuando sufro injustamente (v.19). En otras palabras, mi sufrimiento injusto no es pasado por alto en el reino de los cielos.

Cuando yo sufro como consecuencia de mi pecado y lo soporto con paciencia, esa conducta no tiene ningún mérito ante los ojos de Dios. El mérito o la gracia es encontrada ante los ojos de Dios cuando, habiendo hecho lo correcto, sufrimos injustamente y, a pesar de eso, soportamos dicho sufrimiento con paciencia.

El versículo 21 continúa diciendo, “Porque para este propósito han sido llamados, pues también Cristo sufrió por ustedes, dejándoles ejemplo para que sigan Sus pasos.” Aquí podemos encontrar dos lecciones. Primero, el sufrir bien como testimonio de mi fe cristiana es parte de mi llamado. Segundo, Cristo sufrió por nosotros y nos dejó un ejemplo para que podamos seguir Sus pasos o Sus huellas.Pedro no solamente nos dice que el sufrir bien cuando estamos siendo tratados injustamente es parte de nuestro llamado, sino que Cristo nos dejó un ejemplo.

La palabra traducida como ejemplo en el griego es “hupogrammos” la cual significa “un escrito para ser copiado.” Cristo no simplemente nos dejó una enseñanza escrita que podamos recordar, sino que nos dejó, además, un ejemplo o modelo que podamos seguir e imitar.

¿Cuál fue el ejemplo que Él nos dejó de acuerdo con el texto de hoy? Los versículos 22 7 23 dicen, “el cual no cometió pecado, ni engaño alguno se halló en Su boca; y quien cuando lo ultrajaban, no respondía ultrajando. Cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a Aquel que juzga con justicia.” Cristo llevó una vida santamente ejemplar: nació, vivió y murió sin pecado y, aún así, fue ultrajado, burlado y, eventualmente, físicamente abusado. Aún en esa condición, Él no respondió ultrajando; fue llevado al matadero como oveja que no abrió su boca… Jesús sabía que Su Padre estaba al tanto y que Él fue quien ordenó ese sufrimiento (v.23).

De este lado de la eternidad, no esperes ser tratado con justicia; este es un mundo injusto por definición. Más bien debemos encomendar nuestras vidas y nuestros testimonios a Dios quien es quien juzga con justicia todo lo que nos acontece. Llegará el Día de rendición de cuentas y llegará el día cuando Dios hará justicia y dará a cada cual lo que le corresponde. La pregunta es si tenemos la fe para esperar hasta ese día.