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¿Estoy siendo una abuela de influencia?

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Un día cualquiera en que no había reunión de familia ni celebración alguna en mi casa, llegaron de sorpresa dos de mis nietos, que ya son hombres de empresa. Me puse muy contenta, por supuesto, pero no dejó de sorprenderme su inesperada visita. Hasta mí había llegado la noticia de que estaban por involucrarse en un negocio que me parecía un tanto peligroso, porque aun cuando ellos consideraban que no era obsceno, yo sabía que no sería del agrado del Señor, y le había escrito una cartita explicándole a lo que se estaban exponiendo. Pues, ¿qué creen?… El motivo de la visita era justamente tratar de convencerme de que el tal negocio no tenía nada de indecoroso. Después de un largo conversatorio en el que me dieron toda serie de explicaciones decidieron irse, convencidos de que yo no cambiaría de opinión. Al despedirnos en la puerta, uno de ellos me hizo esta pregunta: «o sea, que tu no nos da tu bendición», a lo que yo le respondí: «a ustedes sí, pero al negocio no. Pero tranquilos, que yo continuaré orando para que Dios sea quien les guíe». A pesar de todo lo hablado, ellos incursionaron en el susodicho negocio, el cual comenzó aparentemente bien. Pero yo continuaba orando porque mi posición seguía siendo la misma. Pasado un tiempo comenzaron a presentárseles diversas situaciones que los forzaron a cerrarlo, y perdieron todo el dinero invertido. 

  En una próxima ocasión en que estábamos juntos en familia, uno le dijo al otro: «oye, la próxima vez que vayamos a hacer un negocio no podemos decírselo a Tita (el sobrenombre con que me llaman), porque ella empieza a mandar oraciones «para arriba» y todo lo daña. Todos nos reímos muchísimo, por supuesto, pero en verdad creo que esto tiene una gran enseñanza. ¿Qué hace que una abuela pueda ser de influencia para sus nietos, de manera tal que a ellos les importe su opinión o busquen su consejo si van a tomar una decisión importante?…

 Las abuelas desempeñan un papel muy singular en la vida de las familias, porque si bien es cierto que deben mantenerse en la retaguardia para no interferir en la relación de los hijos después que se casan, ellas son, o deben ser, el remanso de paz y la fuente de sabiduría adonde puedan acudir los nietos cuando se sienten solos e incomprendidos por sus progenitores. En la actualidad, son pocos los padres (incluyendo padre y madre), que tienen, o que sacan tiempo para estar con sus hijos. El estilo de vida que impone hoy la sociedad hace que pasen poco tiempo con ellos. Por otro lado, si no saben manejar los conflictos, llega un momento en que los hijos los ven como verdaderos contrincantes y difícilmente acepten la disciplina sin protestar, principalmente en la adolescencia que es la época de mayor rebeldía y en la que están más expuestos a la influencia de la calle y de las redes sociales. Por tanto, necesitan de alguien que disponga de tiempo, que tenga sabiduría y madurez que los escuche, que los ayude a digerir la disciplina de los padres y a obedecer sin enfrentamientos. Aun cuando a los padres les parezca raro, ellos, a su edad y en su mundo también tienen sus propios problemas.

Llama la atención que el único lugar en el que la palabra abuela aparece en la Biblia es en la mención que Pablo le hace a Timoteo, de la abuela Loida. (2 Timoteo 1:5). El padre de Timoteo era griego y Grecia era en aquel momento la cuna del paganismo, por lo que se asume que de su padre, Timoteo no pudo recibir ninguna enseñanza en materia de fe. Cierto que la fe es un don sobrenatural de Dios, pero la fe es enseñable. Dice la Palabra de Dios en Romanos 10:17 que «Viene por el oír.  Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. Aun cuando es un acto personal, casi siempre el creyente ha recibido la fe de parte de otro, y ese otro u otra generalmente es el padre o la madre, o alguien cercano que haya sabido ganarse el amor y la confianza de la persona.   Todo parece indicar que la enseñanza y el ejemplo de la abuela Loida fue clave en la vida de su nieto.  Timoteo al entrar en relación con Pablo, llegó a ser su hijo espiritual y terminó siendo Pastor en Éfeso. Pero fue la abuela quien puso en él los primeros cimientos de fe. Ella supo ganarse no solo su amor, sino también su confianza. De esa manera, al encontrarse con Pablo, a Timoteo le fue fácil aprender a relacionarse con Dios, aún dentro de una cultura de tanto paganismo.

Amiga, si estás leyendo este artículo y eres abuela, quiero animarte a que te acerques a tus nietos. El gran desafío que tienes por delante es el de aprender a entrar a su mundo, de mostrarles que los comprendes y que estás dispuesta a descender hasta donde ellos están. Los muchachos y sobre todo los adolescentes, más que sermones lo que necesitan es conexiones, íntimas y afectuosas, porque no responden a reglas sino a relaciones, y se sienten reafirmados cuando nos identificamos con lo que ellos sienten y nos cuentan. 

Una de las grandes diferencias entre los padres y los abuelos es precisamente ésa: que los padres están tan interesados en las reglas que se olvidan de conectar con los hijos, mientras que los abuelos, como podemos darnos el lujo de consentirlos, establecemos más y mejores relaciones. Las abuelas sobre todo, siempre estamos disponibles para ellos, los disfrutamos, nos hacen falta, porque sus juegos y sus conversaciones nos hacen sentir más jóvenes y valoradas. Nos dan sensación de importancia. A la edad que se llega a ser abuela ya no se mide tanto las horas que presionan, sino el tiempo de que se dispone. La brecha generacional no debe ser un obstáculo para ti. Es la mejor oportunidad para contemporizar. No hay nada más reconfortante para un nieto o nieta que saber que cuenta con el amor o el apoyo de una abuela, que puede recurrir a ella cuando siente que nadie le comprende. Tú puedes ser una maravillosa influencia para ellos.  

 Los nietos son un doble regalo de Dios. Son los hijos de tus hijos. Y Dios dice en Su Palabra que son: «Corona de los abuelos» (Proverbios 17: 6a). Si tú has sido bendecida con algunas de esas coronas llévalas con hidalguía. Ten presente que ni Dios ni la vida te ha jubilado todavía.