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¡Él todo lo sabe, Él lo permite, Él nos sustenta!

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Asa fue rey de Judá, nieto de Roboam, hijo de Salomón, conocido por ser un buen rey, un rey justo, temeroso de Dios. Es recordado por haber hecho lo bueno y lo recto ante los ojos del Señor su Dios, por haber quitado los altares extranjeros y los lugares altos, y haber ordenado a Judá que buscara al Señor, Dios de sus padres y que cumpliera la ley y el mandamiento. Durante su reinado hubo paz, edificaron ciudades y prosperaron (2 Crónicas 14:1-8).  Asa hizo lo justo delante de los ojos del Señor (2 Crónicas 15:16). Su corazón fue intachable todos sus días (2 Crónicas 15:17b).

Leemos sobre todas estas grandes cosas que el rey Asa hizo, sin embargo, durante sus últimos días, vemos como su fe es debilitada y comienza a depender del mundo y apoyarse en los hombres en vez de depender del Señor, a quien ha servido fielmente toda su vida (2 Crónicas 16:7-8).

“Porque los ojos del Señor recorren
toda la tierra para fortalecer a aquellos cuyo corazón
es completamente suyo.”
(2 Crónicas 16:9)

Esta fue una reprimenda al rey de parte de Hananí, el vidente, por confiar en el rey de Siria para derrotar a Baasa en lugar de confiar en el Dios de Israel que anteriormente ya lo había librado de un gran ejército y le había evidenciado su fidelidad de muchas maneras. El rey Asa también fue reprochado por confiar en los médicos y no en Su Dios para sanarse, hasta que finalmente murió de una enfermedad en sus pies (v.12-13).

Como cristianas, hijas de Dios, coherederas con Cristo, ciudadanas del cielo y embajadores en una tierra extranjera, con mucha frecuencia ponemos nuestra esperanza en las cosas de este mundo y nuestras vidas comienzan a salirse de control. Las aflicciones serán seguras en esta vida. En vez de mantener nuestra comunión con el Señor y buscar su sustento, muchas veces ponemos nuestros ojos sobre otras cosas, sobre nuestra cuenta bancaria o en los demás hombres, dependemos de nuestras destrezas, talentos o educación. Entonces, ya cuando agotamos todas las opciones terrenales, es que finalmente miramos al Señor como último recurso.

Al igual que pasó con el rey Asa, muchas veces olvidamos que Dios es Omnisciente. Sus ojos recorren toda la tierra, están en todas partes. Su gracia y bondad, Su cuidado y providencia, están en todo lugar a través de todo el mundo y al mismo tiempo. Él nos conoce, sabe todo lo que somos, lo que hemos hecho y todo lo que sucede alrededor de cada una de sus hijas. Aun así, El Señor nos ama, fortalece, provee, protege y defiende. Él lo hace con aquellos cuyos corazones son sinceros y justos, a quienes de todo corazón confían y aman al Señor, de tal forma que lo obedecen, siéndole fiel a Él. Como al pueblo de Israel, Dios nos recuerda a través de Su Palabra, que Él es nuestro Escudo y Defensor, nuestra Fuente y Provisión, Él es la Roca de nuestra salvación, quien se inclina y escucha nuestro clamor.

“¿Adónde me iré de Tu Espíritu,
O adónde huiré de Tu presencia?”
(Salmos 139:7)

Recordemos a Ester. Ella fue capaz de ver la mano invisible de Dios en su favor a pesar de las circunstancias. Fue obediente a pesar de sus dudas y temores. Estuvo dispuesta a ayudar a los demás, a estar sometida de manera sumisa. Aun  poniendo su vida en peligro,  tuvo el valor y estuvo dispuesta a presentarse ante el Rey para implorar su favor y para interceder ante Él por su pueblo. Ella tenía que revelarle al rey, el complot de Amán para  matar a los Judíos. Y ella confíó en la omnisciencia de su Dios para la salvación de su pueblo (Ester. 2-7).

Es mi oración que podamos imitar a Ester. Que tengamos la certeza de que Dios conoce nuestra necesidad, nuestros sufrimientos. Que podamos mediante este conocimiento de quién Él es, ser llenas a través de Su Espíritu, de fortaleza, valentía y paz. Que nuestros corazones estén comprometidos con Dios, que le sirvamos en todo tiempo y nuestra fe no se debilite.

¡Dios es Soberano y Justo! ¡Él todo lo sabe, Él lo permite, Él nos sustenta!