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El obrar de Dios en una vida de obediencia

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“Los que teméis  al SEÑOR, confiad en el  SEÑOR;
Él es vuestra ayuda y vuestro escudo”
(Salmo 115:11)

La pregunta motivacional del programa del que se me ha pedido reflexionar es: Mujer, ¿Cómo distingues el obrar de Dios en tu vida? Y es tan hermoso ver cómo el Señor tiene perfectamente alineados todos los eventos de nuestra vida. Digo esto, porque hace unos días, antes de leer el material del programa, estaba pensando en cómo el Señor transformó mi vida y la sigue transformando cada día. Al pensar en cómo he podido ver tan claramente la obra maravillosa que el Señor ha hecho en mí, solo puedo testificar que mi Dios es un Dios vivo, que usa vasos de barro para convertirlos en maravillosas piezas para su Gloria. Y sé que si Dios lo ha hecho en mi vida, tambíen lo ha hecho en la tuya. Sí, tú que estás leyendo en este momento!   Y sé por la fe, que lo hará en la vida de muchas que aún siguen corriendo lejos de Él.

La Biblia nos dice en Salmos 115:11, “Los que teméis al SEÑOR, confiad en el SEÑOR, Él es vuestra ayuda y vuestro escudo”. Y al mirar a nuestro alrededor, y ver las situaciones que cada día debemos enfrentar, quiero recordarte que no estás sola, que aunque las situaciones de la vida se tornen difíciles en el mundo caído en que vivimos, cada día debemos enfrentarnos a retos que creemos sobrepasan nuestra capacidad; cada día el mundo se aleja más de Dios y nos enfrentamos a persecuciones, tentaciones y ataques que quieren destruir nuestra fe. Pero recuerda, el Señor es nuestra ayuda, nuestro escudo. Imagina que esto es igual cuando te encuentras en  una situación de emergencia; siempre piensas en llamar a un familiar, al 911 o algún vecino, a alguien que sabes que te puede ayudar. Pero te quiero recordar que tenemos un ayudador que es más fiel que cualquiera de nuestros ayudantes terrenales.  El Señor está a nuestro lado siempre, defendiéndonos, ayudándonos. Algunas veces esa ayuda viene de manera tangible. Algunas otras, simplemente nuestro corazón piensa que Él nos ha dejado solas. Pero no olvides que  Él siempre está a nuestro lado, aun cuando no creamos que así es. Él lo ha dicho en su Palabra y Él no miente.

Al leer el capítulo 12 del libro  de Éxodo, vemos que se hace realidad  la última plaga anunciada por el SEÑOR  sobre Faraón y  Egipto: La muerte de los primogénitos, tanto de hombre como de animal, con el propósito de que dejara ir  en libertad al pueblo de Israel para que le adorase en el desierto; su juicio sería ejecutado (v.12). El Señor instauró la fiesta de la pascua. En dicha celebración sacrificaban un cordero y debían comerlo de acuerdo a las especificaciones que allí  les daban. La sangre del cordero  debía ser puesta en los postes y en el dintel de la casa donde lo comían. Sería la señal que los protegería cuando pasare el destructor de los primogénitos (vv.7, 13). Justamente esta fiesta conmemora su liberación de la esclavitud y de la muerte; Dios pasó por encima y no los destruyó. Este Cordero representa  el sacrificio para la liberación del pecado; tipifica a Cristo, quien con su  muerte de cruz quitó el pecado del mundo. ¡Él es nuestro Cordero y nuestra Pascua! (Juan 1:29; 1 Corintios 5:7b). Y es tan maravilloso cuando podemos entender que en nuestra vida ese cordero es Cristo. Cristo pagó con su vida el precio para darnos libertad de la esclavitud del pecado.

El pueblo de Israel era esclavo en Egipto. Obligados a realizar trabajos forzados. Y a obedecer todo lo que los egipcios les impusieran. Esa es la realidad de la vida de todos aquellos que no han puesto su confianza ni han reconocido a Cristo como su Señor y salvador. Quizás no estés en Egipto siendo sometida a trabajos forzados, pero si estás en una carcel de oro. Quizás te encuentras disfrutando los deleites que el mundo te ha vendido como buenos, y que te traen satisfacción momentánea. Pero sólo tú, en tu corazón, sabes la tristeza, la agonía con la que llora en silencio tu alma. O quizás peor,  puede que aún ni te hayas enterado de que eso que crees que es alegría y satisfacción, te está hundiendo cada día más y más en un foso que no tiene fondo. Quiero que sepas, que solamente al conocer a Cristo, encontramos lo que realmente trae satisfacción a nuestra vida. Al rendir nuestra vida a Cristo podemos experimentar verdadero amor, verdadera paz y un gozo que nada en este mundo puede dar.

En otro tiempo,  todas las que tenemos la dicha de conocer a Cristo, nos encontrábamos de esa manera: Aceptando migajas de este mundo, pagando un precio muy alto por unas cuantas palabras de aceptación. Pero un día Cristo nos intereceptó y abrió nuestros ojos para que pudiéramos verlo.  Y así como el pueblo de Israel fue llamado por el Señor a salir al desierto, con rumbo desconocido, sin saber qué iba a pasarle en el camino, ni adonde iba a ser llevado, obedeció al Señor, quizás aún, con tantos miedos y preguntas, de esa misma manera también nosotras, cuando aceptamos a Cristo en nuestra vida, dimos ese paso que quizás no fue tan fácil de dar, y que posiblemente en el momento no nos dio tanta satisfacción hacerlo, o ni siquiera estábamos tan seguras de que era lo mejor, pero con corazones sinceros delante de Él, decidimos creer que como Él lo prometió, Él lo haría. En mi vida fue así;  yo estaba muy feliz en mi jaula de oro, pagando un precio muy alto por encontrar aceptación y amor. Y si en ese tiempo me hubiesen dicho que en el futuro estaría testificando de la belleza de mi salvador a través de este escrito, no lo hubiese creído. Pero Dios que es justo para perdonar, me ama tanto que hoy usa este vaso de barro para recordarte que Él es fiel, que Él es escudo a los que en Él nos refugiamos. Y hermana, si en este momento tu vida parece más un caos y sientes que las pruebas de la vida te van a ahogar, recuerda que Él  es nuestra ayuda y muestro escudo; y que como lo hizo con el pueblo de Israel en el desierto, nos protegerá y nos guiará (Éxodo 13:21-22).

Si lo has visto actuar en tu vida,  alábalo por su bondad; si no tienes fuerza para hacerlo, dile a tu alma que Él sigue siendo fiel, su mano no nos dejará y aunque lo que Él te esté pidiendo hacer parezca demasiado difícil, no veas salida, o te cueste todo, recuerda que el pueblo de Israel en su tiempo perfecto llegó a la tierra prometida. No sabes si ese paso de obediencia va a ser el que permita que todos a tu alrededor puedan ver que Dios es real.  Rinde de nuevo tu corazón a Él y alaba su presencia. Y si áun no le has recibido como Señor y salvador, te digo que Él está disponible para traer salvación a tu alma. Solo debes recibirlo por la fe y verás la Gloria de Dios en tu vida. Pídele que abra tus ojos y te permita vivir por fe.

El Salmo 105:37 nos recuerda: “Pero a ellos los sacó con plata y con oro y entre sus tribus no hubo quien tropezara.”  El Señor sacó a su pueblo de la esclavitud y guardó sus pasos. Y esto mismo está disponible para nosotras hoy. El pagó con su vida el precio de nuestra libertad. Somos tan preciadas para Él, que estuvo dispuesto a derramar su sangre por nosotras. No te conformes con las migajas que estás recibiendo hoy. Eres valiosa para Él y Él quiere darte un futuro y una esperanza llena de su amor y su bondad. No dejes que los espejismos que el mundo nos vende nuble tu mirada o lleve tu enfoque a cosas pasajeras que solo pueden brindar placer momentáneo.

Pero recuerda que nuestra vida en esta tierra no va estar libre del sufrimiento; cada día habrá desafíos. Vivimos en un mundo caído, en el cual las cosas no funcionan de manera perfecta. Y sobretodo no se nos ha prometido una vida libre problemas. Éxodo 13:18 nos dice: “Dios, pues, hizo que el pueblo diera un rodeo por el camino del desierto, hacia el mar Rojo, y en orden de batalla subieron los hijos de Istael de la tierra de Egipto.”Fue el Señor quien los llevó al desierto, porque aun en nuestros desiertos el Señor nos enseña y nos prepara para las situaciones que experimentaremos luego; nos equipa para vivir nuestras luchas cotidianas. Pero recuerda, que aun en medio del desierto de la vida, El está ayudándonos y cubriendo todas nuestras necesidades.

Éxodo 14:1-4 nos dice que el Señor endureció el corazón del Faraón para que persiguera al pueblo de Israel, pero que esto iba a ser para que ellos pudieran saber que Él era el Señor. El Señor nos está moldeando en cada circunstancia que no sale como esperamos. Aun en esos momentos  en que vemos que la montaña que necesitamos sea removida sigue ahí, y cada día se ve más grande, recuerda que esa situación está moldeando tu vida e incluso está  sirviendo de testimonio para que los que te vean,  puedan ver a Cristo obrar en tu vida. No desmayes, sigue firme en Cristo y obedece sus mandatos. Y si tú estás luchando estas batallas sola, sin Cristo,  te aseguro  que Él está esperando que le pidas ayuda para venir en tu rescate.

Evaluemos nuestra vida a la luz de las verdades de la Palabra y preguntémonos: ¿Es evidente la obra de Cristo en mi vida? ¿Puedo ver cómo ha sido  mi vida transformada por el evangelio? ¿Cómo estoy  enfrentando las situaciones que no parecen tener salida? ¿Estoy siendo como el pueblo de Israel? ¿Estoy confiando en Él como  mi escudo y mi ayuda? ¡Cristo es la salida! ¡Ven a Él en obediencia y fe! Recuerda que “Jesucristo es el mismo ayer hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8); como actuó con el pueblo de Israel, sigue actuando con su pueblo en el día de hoy.