Inicio Artículos El amor de Dios es incondicional

El amor de Dios es incondicional

6882
0

“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”
(Romanos 5:8)

Cuando pensamos en el amor… ¿Qué imágenes usualmente vienen a nuestra mente? Posiblemente corazones, algunos sonrientes y otros rotos, sonrisas afectuosas, una mirada amable, regalos, un abrazo cálido, una pareja que camina de la mano, una madre que cuida. Hemos sido creados con la necesidad de sentirnos amados y dar este amor a otros, y desde el nacimiento hasta la muerte buscamos con ansias satisfacer esta necesidad.

Como mujeres, nuestra vida gira de manera muy especial en torno al amor. Cuando somos niñas, jugamos a la casita, a ser madres y esposas, necesitamos sentirnos amadas por nuestros padres, por nuestras maestras o profesores en la escuela, validadas por nuestras amigas. En la adolescencia, el amor adquiere otros matices, y entonces un elogio o una carta acompañada de un poema puede hacernos sentir amadas de manera diferente, especial. En la adultez, oramos para que pueda llegar la compañía de esta persona soñada que caminará junto a nosotros para construir una familia y levantar una generación para Dios, pero incluso esta vida familiar y la satisfacción en ella la vemos muy directamente relacionada con el amor, cómo se da y cómo se recibe.

Sin embargo, en todas estas facetas y experiencias, donde nuestras relaciones son horizontales, aunque el amor que nos rodea es hermoso, es también imperfecto, cojo, egoísta, suele estar acompañado de condiciones, precisamente porque es dado y recibido por pecadores. ¿Cómo sentirnos amadas cuando esto que el mundo nos promete, nos falla? ¿Cuándo nuestros padres no han sabido amarnos como lo necesitamos? ¿Cuándo el esposo no llega o no cumple con nuestras expectativas? ¿Cuándo nuestros hijos no nos dan la gratificación que deseamos?

¿Dónde encontrar entonces el amor completo, perfecto, incondicional? ¿Cómo puede satisfacerse nuestro anhelo de sentirnos afirmadas, cuidadas, especiales para alguien? Solo en el amor de Dios podemos descansar y sentir que nuestra necesidad se encuentra plenamente satisfecha.

Conociendo esto, ¿Cómo me ama Dios?

  • Me ama a pesar de mi pecado: “Nosotros amamos, porque El nos amó primero” 1 Juan 4:19
  • Me cuida y sostiene en la adversidad: “Mas tu Señor, eres escudo en derredor mío, mi gloria, y el que levanta mi cabeza.” Sal 3:3
  • Me libra de mi temor “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor” 1 Juan 4:18
  • Me ama con la misma magnitud en todo momento, su amor no cambia. “Desde lejos el Señor se le apareció, diciendo: Con amor eterno te he amado, por eso te he atraído con misericordia” Jeremías 31:3
  • Su amor está diseñado a prueba de todo: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?” Romanos 8:35

Al pensar en el amor en términos humanos, en cada relación hay una ganancia que se obtiene, una condición previa. Los padres reciben gratificación con los hijos y los hijos afirmación y cuidado de sus padres, el esposo y la esposa se complementan y se aman, muchas veces con el sesgo de lo que cada uno tiene para ofrecer al otro. Pero Dios nos ama de manera diferente, sobrenatural. Nos ha entregado de manera abierta y desprendida a Cristo como máxima manifestación de un amor que no tiene condiciones y es eterno, no merecido, no ganado.

El mundo nos habla del amor como un sentimiento hermoso, pero Dios nos muestra y define el amor como una decisión que se origina en su voluntad, redefine lo que hemos aprendido y en la persona de Jesús nos da un testigo de este amor que es sacrificial y tiene un propósito eterno, nuestra salvación.

Al mirar hacia atrás, en todas las facetas de nuestra vida, ¿podemos ver este amor? ¿lo hemos recibido? ¿lo conocemos? Cristo murió por nosotros, no lo merecíamos, no teníamos nada que dar a cambio, no éramos atractivas, pero en el calvario la misericordia y la gracia de Dios se manifestaron de una manera tan elevada que no podemos dejar de alabarle y servirle. Hemos sido libertadas, somos amadas de manera incondicional y eterna. Seamos ahora espejos que reflejan este amor, no solo receptoras. En este tiempo donde el mundo se llena de corazones y regalos ¿Dónde encontrar la imagen perfecta del amor? Miremos y señalemos hacia la cruz.