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Desarrollando convicciones firmes

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“Y en verdad, todos los que quieren vivir
piadosamente en Cristo Jesús, serán perseguidos”
(2 Timoteo 3:12)

Buscando una definición de convicción, encontré que la RAE la define como: Una idea profundamente arraigada, que rige el pensamiento o la conducta. Partiendo de esta definición podemos decir que todos los seres humanos vivimos de acuerdo con nuestras convicciones. Son ellas las que definen los lugares que visitamos, los amigos que tenemos, y, sobre todo, las causas que defendemos.

La historia de la humanidad está llena de relatos de la vida de hombres y mujeres que lucharon por sus ideales y con ello lograron libertar naciones, abolir la esclavitud, entre otros grandes logros, que beneficiaron a la humanidad. Pero también tenemos ejemplos de personas que por defender sus ideales han causado mucho dolor a la sociedad. Fueran los resultados de éstos, buenos o malos, podemos ver que, por el empeño puesto, los conquistaron.

En la Biblia tenemos muchos ejemplos de personajes que tomaron sus convicciones más profundas, se aferraron a ellas sin importar las consecuencias y se levantaron en estandarte de la fe. Uno de estos ejemplos fue la vida del apóstol Pablo. En él encontramos un hombre de convicciones profundas, que estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para preservar los ideales que defendía.

Este hombre que al inicio de su vida se dedicó a perseguir a los cristianos, llegando hasta el punto de asesinarlos con tal de exterminarlos, fue el mismo que con ese mismo convencimiento llegó a un nivel tan profundo de rendición que soportó peligros de muerte, fue azotado varias veces, naufragios, peligros de ríos, peligros entre falsos hermanos, en trabajo y fatiga, hambre, sed, encarcelamiento, desnudez, persecución entre otros. Su convicción al creer en Cristo fue tan arraigada que ninguna de estas situaciones logró hacer que su fe se desvaneciera (2 Corintios 11:23-28).

Pablo experimentó en carne propia lo que la Biblia nos dice en 2 Timoteo 3:12, “Y en verdad, todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, serán perseguidos.”  Los capítulos 22 y 23 del libro de los Hechos nos narran algunas de las situaciones de sufrimiento y persecución por las cuáles tuvo que pasar.

Al estudiar la vida de Pablo, aprendemos que la razón principal por la cual pudo soportar tanto sufrimiento y persecución en su vida fue porque en todo tiempo mantuvo su confianza en Dios. Él sabía que el Señor había dicho en Deuteronomio 31:6, “Sed firmes y valientes, no temáis ni os aterroricéis ante ellos, porque el SEÑOR tu Dios es el que va contigo; no te dejará ni te desamparará.” Y probablemente se aferró a esta palabra y a las demás que el Señor había hablado sobre su vida.

La certeza de Pablo provenía de conocer profundamente al Dios en quien había creído y de evaluar los acontecimientos según las orquestaciones providenciales del Señor. Él sabía que sus sufrimientos tenían un propósito eterno (Romanos 8:28). Y caminaba con la certeza de saber que la fortaleza no provenía de él mismo ni de sus capacidades, sino que en su debilidad el poder del Señor se perfecciona (2 de Corintios 12:9). Es de esta manera que también nosotras podremos lograr el desarrollo de convicciones firmes.

William Henry Ward escribió: “Cada logro tiene un precio; cada meta, un oponente; cada victoria, un problema y cada triunfo, un sacrificio.

Amada, ¿te has preguntado cuál es el precio que has pagado por tu convicción de creer en Cristo?, ¿Cuáles son tus oponentes?, ¿Qué problemas has sorteado? Y, sobre todo, ¿qué sacrificios has tenido que hacer por defender la causa de Cristo? ¿Qué tan firme se encuentra tu fe para enfrentar las persecuciones que se te presenten? ¿Está anclada tu fe en la Roca inconmovible? (Salmos 89:26; 1 Corintios 10:4).

Es mi oración que el Señor nos prepare para enfrentar la persecución, con la convicción de que es más fuerte el que está con nosotros que el que está contra nosotros. Y que lleguemos como Pablo, a un punto tal de rendición, que nos podamos gloriar en nuestras debilidades como él.

¡Él vivió por la causa de Cristo! ¡Perseveró firme, luchando por la fe ante toda oposición, con sus ojos puestos en Su Salvador y Señor!