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Danos hoy el pan nuestro de cada día | Día 6

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A simple vista esta frase parece enseñarnos que debemos pedir a Dios nuestro sustento físico de la manera más básica posible y que todo lo demás queda en Sus manos. Pero como probablemente nos haya escuchado decir antes, esta petición no es tan simple como parece. Creemos que Jesús dejó otras enseñanzas detrás de esta frase y quizás detrás de cada una de las palabras que componen la oración del Padre Nuestro.

Con la palabra «danos», Jesús nos invita a pedir sabiendo que tenemos un Padre dadivoso por naturaleza. Dios disfruta dar, especialmente dar a aquellos que son Suyos. Nuestro Dios se complace en dar no solo porque dar es Su naturaleza, sino porque dar lo revela, revela Su carácter. Y si hay algo que Dios ha estado tratando de hacer desde el principio es revelarse al hombre porque mientras más Dios se revela, el hombre más lo conoce. Y mientras más lo conoce, más lo ama; mientras más lo ama, más lo obedece; mientras más lo obedece, más propósito de vida encuentra; y mientras más el hombre vive conforme a su propósito de vida, más disfruta de las bendiciones de Dios.

Ahora bien, no podemos ser hijos de Dios que solo saben pedir sin santificar Su nombre, sin buscar Su reino y sin querer hacer Su voluntad. Por eso, las primeras tres peticiones del Padre Nuestro tienen que ver precisamente con estas cosas. Al enseñar a Sus discípulos a orar, Jesús nos deja ver que está bien pedir, siempre y cuando tengamos nuestras prioridades en orden. De hecho, la carta de Santiago nos enseña que la mano de nuestro Dios está llena de dádivas para Sus hijos, pero muchas veces no tenemos porque no pedimos (Stgo. 4:2b).

Por otro lado, note que cuando Jesús oró, dijo: «Danos hoy…». En otras palabras, Cristo quiere que pidamos enfocados en el día de hoy porque cada día tiene su propio afán. No debemos preocuparnos por el día de mañana cuando ni siquiera tenemos la certeza de que lo vamos a vivir. Y es que, la preocupación por el mañana no nos deja hacer la voluntad de Dios hoy. No fue casualidad que en el desierto, Dios les diera a los judíos maná cada día y no les permitiera guardarlo para el día siguiente. Los que, preocupados por la provisión del mañana, recogieron maná de más, cuestionaron la fidelidad de Dios y lo mismo sucede hoy con los que viven dudando si tendrán o no la provisión del día de mañana. 

La petición del Padre Nuestro, «danos hoy el pan nuestro de cada día», requiere que creamos hoy que Él proveerá mañana. Esa fue la misma condición en la que Dios colocó a la nación judía en el desierto. Cada día, el pueblo tenía que creerle a Dios que al día siguiente habría provisión, aun sabiendo que en medio del desierto no había colmados, ni supermercados, ni cadenas de tiendas, ni lluvia, ni ríos, ni cultivos; solo arena. Ese solo testimonio de la provisión de Dios debería bastarnos para saber que la necesidad de mañana no es problema para Dios hoy.

Con esta petición, Jesús estaba animando a Sus discípulos a pedirle a Dios lo básico y confiar en Él para el resto de las provisiones que Él mismo llama añadiduras. La razón por la que no nos atrevemos a pedir de manera tan sencilla es porque no confiamos lo suficiente en la fidelidad de Dios y en Su carácter dadivoso. Sin embargo, el salmista estaba en lo correcto cuando escribió: «Yo fui joven, y ya soy viejo, y no he visto al justo desamparado, ni a su descendencia mendigando pan» (Sal. 37:25). Si esto es cierto, y lo es, nuestra única preocupación debería ser vivir como un hombre o una mujer justos; Dios se encargará del resto.