Inicio Artículos Cultivando la bondad en una era de indignación

Cultivando la bondad en una era de indignación

226
0

En el evangelio de Lucas 18:8(b) leemos: “pero cuando venga el hijo del hombre, ¿Hallará fe en la tierra?”, esto en el contexto de la parábola de la viuda y el juez injusto, que no quería hacer justicia frente al adversario de la pobre viuda. 

Esta pregunta me hizo también pensar en la bondad, y como cristianos pudiéramos preguntarnos ¿Encontrará Cristo bondad en la tierra cuando vuelva? 

Si observamos detenidamente el panorama que nos rodea, pudiéramos traer a la memoria el texto de (Mateo 24:12).  “Por haberse multiplicado la maldad el amor de muchos se enfriará”. 

El reto de cultivar bondad en una era de indignación es grande, sobrepasa nuestras fuerzas y habilidades naturales, llevándonos a la fuente de todos los dones, nuestro Dios y Padre, quien a través de su Santo Espíritu nos capacita para reflejar el fruto de la bondad. (Gálatas 5:22). 

Ahora bien, ¿Podemos cultivar bondad en un corazón que no está preparado para esos fines? En Oseas 10:12 leemos: “Sembrad para vosotros en justicia, segad para vosotros en misericordia; haced para vosotros barbecho; porque es tiempo de buscar a Jehová, hasta que venga y os enseñe justicia”. 

Así, como el terreno descuidado para sembrar semillas que luego no fructificarán, si no es primeramente limpiado, ablandado, regado con agua, extraído las malezas; nuestros corazones deben también pasar por un proceso de arrepentimiento, limpieza profunda y consciente delante de Dios, para comenzar a dar el fruto de bondad que tanto necesitamos para entregar a este mundo que agoniza ante tanta maldad y dolor. 

En Hebreos 12:15 leemos “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados”. Y más arriba en el Versículo 13  

leemos, “Haced sendas derechas para vuestros pies para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado”. Un corazón enfermo por amargura estorba el fruto del Espíritu Santo, nos incapacita para reflejar bondad. El Señor nos exhorta a enderezar nuestros pasos para no salirnos del buen camino, y para que seamos sanados.  En el Salmos 119:1-3 leemos “Bienaventurados los que guardan sus testimonios y con todos el corazón le buscan; pues no hacen iniquidad los que andan en sus caminos”. También leemos en Salmo 119:11 “En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti “. 

De la única manera que podemos cultivar la bondad en nuestros corazones y reflejarla en nuestro diario vivir es aferrados a Dios y a su palabra, de una forma constante, porque es esta palabra la que nos limpia y renueva cada día. Debemos guardarla y atesorarla en nuestros corazones, desearla como el niño recién nacido desea la leche de su madre, (1 Pedro 2:2) para poder crecer espiritualmente, en todas las áreas de nuestra vida. 

El mundo en que vivimos es donde nos colocó el Señor para que seamos sal y luz (Mateo 5:13-14). Cuando alumbramos al mundo con nuestra luz, y los hombres ven nuestras buenas obras, glorifican a Dios (Mateo 5:16).  Toda la gloria será para Él, porque será notorio que esa luz y esas buenas obras, solo pueden proceder de Él, usando instrumentos viles, de barro, como nosotros (II Corintios 4:7), que “somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para esas obras, preparadas por él antemano para que andemos en ellas”. (Efesios 2:10). 

La bondad definida como una tendencia natural de hacer el bien, debe de ser una característica distintiva de todo cristiano, porque es un discípulo de Cristo, quien anduvo en este mundo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo (Hechos 10:38).  En la palabra de Dios encontramos exhortaciones a hacer el bien, en Gálatas 6:10, el apóstol Pablo nos dice: “Así que según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”

Un acto de bondad hacia una persona que no conoce a Cristo puede abrirle la puerta de Salvación. En el Evangelio de Juan capítulo 4 encontramos como Jesús, rompiendo las normas y barreras culturales se acerca a una mujer samaritana, y con amabilidad la conduce a encontrar la fuente de agua de la vida eterna.  Muchas veces tenemos que romper nuestras barreras de comodidad, prejuicios y egoísmo para reflejar la bondad de Cristo hacia aquellos que tanto la necesitan. 

Nosotros somos recipientes del mayor acto de bondad hecho en el mundo. Cristo murió en la Cruz del Calvario por nuestros pecados.  Dios nos dio a Su único Hijo para darnos el mejor regalo que un ser humano pueda tener, la Salvación de nuestras almas, y una eternidad con Él, como hijos adoptados, coherederos del reino con Cristo nuestro Salvador. (Romanos 8:17). 

No hay nada que pueda compararse con esa gran bondad de Dios para con nosotros, y siendo nosotros recipientes de ella, debe ser nuestra oración y mayor anhelo, convertirnos en fuentes de bendición y bondad en un mundo que perece alejado de Dios y su verdad. 

El Señor nos ayude, a convertirnos en dadores por gracia, de lo que por gracia hemos recibido (Mateo 10:8), lo cual es imposible para nosotros, pero no para Dios (Lucas 18:27).  Que la maldad multiplicada en este mundo no sea obstáculo para que nuestros corazones rebosen bondad.   

Confiemos en Jehová y hagamos el bien. Habitaremos en la tierra y nos apacentara la verdad (Salmos 137:3), No nos dejemos impacientar por los malignos (Salmos 37:1), no envidiemos a los que hacen iniquidad (Salmos 37:1). 

Esperemos en silencio en Jehová (Salmos 37:7), Él es el sostén de los justos (Salmos 37:17).  Hay un final dichoso para el hombre de paz (Salmos 37:37). 

Sembremos en Justicia, cosechemos en misericordia; Hagamos para nosotros barbecho, porque es tiempo de buscar a Jehová hasta que venga y nos enseñe justicia (Oseas 10:12).  Preparemos el terreno de nuestro corazón para cultivar la bondad en este era de indignación en la cual nos ha tocado vivir, no devolviendo mal por mal ni maldición por maldición, sino por el contrario bendiciendo, sabiendo que fuimos llamados para heredar bendición (1 Pedro 3:9). 

Seamos instrumentos de Dios para bendecir, para reflejar bondad que es un fruto del espíritu (Gálatas 5:22), “porque si vivimos por el espíritu, andemos también por el espíritu”. (Gálatas 5:25). 

¡AYUDANOS DIOS!