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¿Cuándo debo salir de mi iglesia?

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Una de las preguntas más controversiales y difíciles de responder es esta: ¿debo salir de mi iglesia? Y de ser así, ¿cuál es el tiempo y la manera de hacerlo? La forma más simple de responder a esta interrogante sería usando una frase que es muy común en el pueblo de Dios: “cuando Dios me llame a salir, pues me voy”. Esta frase no corresponde a un pensamiento maduro, ni a un comportamiento sano. Decimos esto porque el proceso de salir de una congregación es mucho más complejo de lo que imaginamos, y requiere de mucho más tiempo del que muchos quisieran esperar.

Creo que la primera pregunta a considerar debe ser: ¿Cuáles son las razones por las cuales una oveja pudiera considerar abandonar la iglesia donde Dios le colocó inicialmente? Sin querer ser exhaustivos, podemos decir que esta decisión debe ser ponderada en los casos de: desviaciones doctrinales incorregibles, como fue el caso de Martín Lutero; falta de integridad de parte del liderazgo en ausencia de arrepentimiento, y cuando la iglesia ha caído en una apatía y monotonía, donde quizás no se detectan desviaciones doctrinales, pero donde ya no es posible crecer, debido a la carencia de un estudio significativo de la Palabra. Pudiéramos mencionar también los casos donde cambiamos de residencia y se hace difícil, o imposible, permanecer altamente involucrado con mi iglesia anterior debido a la distancia.

Independientemente de cuál sea la causa que está siendo considerada, ninguna oveja debe tomar la decisión de irse a otra congregación simplemente porque ésta tiene más ministerios u oportunidades que ofrecerle; eso sería una forma egoísta de pensar. Dios nos lleva a un lugar a contribuir y para fortalecerle. Sin embargo, en ocasiones se hace necesario partir de la comunidad cristiana en la que he estado participando, y para muchos es difícil discernir cuándo ese momento ha llegado. Esto va a requerir oración, estudio de Su Palabra, reflexión, y aun consejería de parte de otras personas que puedan ayudarnos a evaluar la situación donde nos encontramos de una manera objetiva y separada de nuestras emociones. Esto pudiera tomar semanas o meses, hasta poder concluir qué es exactamente lo que Dios está tratando de comunicarnos. No podemos tomar una decisión de esta envergadura a la ligera, porque el margen de error sería muy amplio.

Por otro lado, podemos decir que esa decisión no debe ser tomada sin haber participado a los líderes de esa congregación las inquietudes que nos están haciendo pensar en la posibilidad de una salida. A la vez, pienso que Dios desea que hagamos el intento de influenciar nuestra propia iglesia hacia Sus caminos, aun si esto requiere el gastar fuerzas y energías tratando de ayudarla a tener un mejor rumbo. Cuando la desviación de la congregación es tan severa, en términos doctrinales o morales, frecuentemente no queda ninguna otra alternativa que no sea salir de ella. Claro está, esto no debe ocurrir sin haber hecho la confrontación en amor de aquello que consideramos como una violación de la Verdad.

En algunos casos, la situación ha sido la presencia de pecado en el mismo seno del liderazgo, que no ha sido aceptado para luego ser disciplinado. Esto crea un problema monumental para la oveja, porque si ella no puede confiar en el caminar de sus pastores, ¿cómo ha de confiarles el cuidado de su alma? (1 Ti. 3:2a). Aun en esos casos, se hace necesario que la oveja haga un intento para presentar estos pecados a otros líderes de la congregación, con la finalidad de que éstos puedan contribuir a la rectificación de aquello que no anda bien en la iglesia. Si las cosas han de continuar de la misma manera, faltando a la integridad de la Palabra, entonces llegará el momento en que la oveja tendrá que decidir entre la fidelidad a Dios y la fidelidad al hombre o a la institución humana, y creo que la respuesta a ese dilema es obvia (Hch. 5:29).

Muchos justifican su decisión de permanecer en un lugar no sano espiritualmente, bajo la idea de que Dios aún no les ha autorizado el salir de allí. No hay dudas de que ese es el caso en una cantidad significativa de personas; pero pienso que en muchos otros casos es solamente un escape a una decisión que ellos no quieren tomar, frecuentemente motivados por el miedo. Pero no olvidemos que “Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Ti. 1:7).

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