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Con Cristo he sido Crucificado

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Una de las mayores preocupaciones del apóstol Pablo durante su ministerio era la posibilidad de haber trabajado en vano. En más de 9 oportunidades, él muestra esa preocupación para con las iglesias a las que estaba sirviendo. Pero, ¿qué era para él trabajar en vano?

1. Cuando el evangelio predicado para salvación no ha sido recibido con firmeza, reteniendo la palabra predicada. Si eso no se da, la gente ha “creído en vano”. Pablo expresa esta preocupación en 1 Corintios 15:1 – 2 cuando dice, “Ahora os hago saber, hermanos, el evangelio que os prediqué, el cual también recibisteis, en el cual también estáis firmes, por el cual también sois salvos, si retenéis la palabra que os prediqué, a no ser que hayáis creído en vano”. La palabra retener implica impedir que algo se salga, se mueva, se elimine o desaparezca. La preocupación de Pablo era que los Corintios hayan creído en vano y se hayan salido de la Palabra que les fue predicada.

2. Cuando los cristianos no están viviendo vidas transformadas que son conforme a un evangelio que ellos “sostienen firmemente”. Leemos en Filipenses 2:14 – 16, “Haced todas las cosas sin murmuraciones ni discusiones, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo, sosteniendo firmemente la palabra de vida, a fin de que yo tenga motivo para gloriarme en el día de Cristo, ya que no habré corrido en vano”. Pablo exhorta a los Filipenses a que presten cuidadosa atención a la Palabra de vida con una entereza, constancia y fuerza moral a fin que no se dejen dominar ni abatir.

3. Cuando los cristianos ceden posiciones y se dejan vencer por la tentación y debilitan su fe y su comunión con el Señor. 1 Tesalonicenses 3:5, «Por eso también yo, cuando ya no pude soportar más, envié para informarme de vuestra fe, por temor a que el tentador os hubiera tentado y que nuestro trabajo resultara en vano”. Para Pablo, entonces, este trabajo en vano tenía que ver con la incapacidad de lograr el objetivo, con especial referencia a la calidad obtenida. Si no, se convierte en algo vacío, inefectivo, sin valor, hueco… y hasta falso, irreal o pretensioso.

La mayor preocupación de Pablo radicaba en el hecho de que nuestra vida cristiana termine siendo una gran farsa petulante en donde la gracia se convierta en un cliché y no en una manifestación telúrica del amor de Dios para nuestra transformación y la renovación de nuestra comunión con Él. “Y como colaboradores con Él, también os exhortamos a no recibir la gracia de Dios en vano; pues Él dice: EN EL TIEMPO PROPICIO TE ESCUCHÉ, Y EN EL DÍA DE SALVACIÓN TE SOCORRÍ. He aquí, ahora es EL TIEMPO PROPICIO; he aquí, ahora es EL DÍA DE SALVACIÓN” (2 Cor. 6:1). Allí radica su eficacia, su efectividad, su propósito… en su pertinencia (que corresponde, que viene a propósito), en su puntualidad.

¿Cómo evitar que nuestra espiritualidad cristiana sea, o se haga, vana?

La carta a los Gálatas es donde el apóstol Pablo presiona más en contra de una espiritualidad cristiana sin propósito. En cuatro oportunidades se enfrenta al tema del trabajo en vano. No trataremos todas ellas esta noche, pero nos referiremos a la más importante de todas ellas. El apóstol dice:

“Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No hago nula gracia de Dios, porque si la justicia viene por medio de la ley, entonces Cristo murió en vano” (Gál. 2:20 – 21).

Pablo está narrando un evento en el cual Pedro (y hasta Bernabé) no anduvieron “con rectitud en cuanto a la verdad del evangelio” (2:14). Una situación que Pablo confrontó con dureza, acusando a los apóstoles hasta de hipócritas.

La única manera de no hacer nula la gracia de Dios, es recordando siempre que la justificación por la fe en Cristo Jesús es producto de nuestra condición de pecadores, pero que esta justificación por la fe produce paz con Dios y la salvación involucra también la salud y la renovación de nuestras almas para vivir una vida renovada en una gracia que es efectiva.

Por eso, debemos reconocer que debemos permanecer en la cruz:

  • Porque no es algo que dependa de nosotros, sino que es Su voluntad para nosotros. “he sido crucificado”.
  • Porque la cruz era para nosotros, no para Cristo. Lo que era castigo, hoy es victoria por su gracia. “Con Cristo he sido crucificado”.
  • Porque es en la cruz donde obtenemos paz con Dios. “… el cual fue entregado por causa de nuestras transgresiones y resucitado para nuestra justificación… Justificados…” (Ro. 4:25 – 5:1)
  • Porque si bajo de la cruz no disfrutaré de la vida del Cristo que venció la cruz. “sino que Cristo vive en mí”.
  • Porque la vida que espero vivir no es la mía, sino la del Señor. Y ya no soy yo el que vive”.
  • Porque la cruz significa por fin vivir para Dios y no para mis propios deseos. “y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios”.
  • Porque recuerdo que nunca tendré méritos suficientes para alcanzar a Dios por mis propios medios sino solo por Él y su obra de amor a mi favor. “el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”

Porque soy un pecador que sigue pecando y debe permanecer en la cruz (no como señal de condenación, sino de salvación), invocando la sangre de Cristo para el perdón de nuestros pecados y el poder de vida del Cristo resucitado para que inflame mi vida con su propia vida.

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