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Cómo usar tu libertad cristiana sabiamente: Dios y las áreas grises.

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Hoy iniciamos con el primero de varios artículos dedicados a edificar al creyente, para que él pueda tomar decisiones en su vida que glorifiquen a nuestros Dios.

Vivimos en un mundo caído, habitado por personas pecaminosas y con entendimiento limitado; y en una sociedad egocéntrica, que valora y estimula las decisiones individuales por encima de cualquier otra cosa, especialmente por encima del nombre y la causa de Dios. Estas circunstancias hacen que sea difícil para muchos cristianos el transitar por las áreas “grises” de la vida El tema se hace más complejo al considerar que la Iglesia de Cristo está compuesta por individuos en diferentes etapas de su santificación, con diferentes grados de discernimiento y sabiduría, lo que hace que lo que para unos es obvio, para otros le resulte poco claro o no tan evidente.

El discernimiento espiritual consiste en tener sabiduría para determinar lo que es verdad, apropiado y santo ante los ojos de Dios, independientemente de cómo luzcan las cosas. Eso no se tiene ni al principio de la vida cristiana, ni con poco estudio de la palabra, ni con una vida de oración pobre, ni con poca llenura del Espíritu. Las áreas grises son más numerosas mientras menos santificada está nuestra vida, como creo que todos podemos testificar al haber vivido a través de nuestro proceso de santificación.

Es por esta razón que se hace necesario el establecer una serie de principios sustentados por la Palabra, que nos ayuden a tomar decisiones que puedan glorificar a Dios. Debemos recordar que el apóstol Pablo nos dijo por inspiración del Espíritu Santo, “ya sea que comáis, que bebáis, o que hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios, (1 Corintios 10:31). Este solo versículo nos dice que Dios no es indiferente a ninguna de nuestras decisiones o actividades. Creo que la frase “o cualquier otra cosa” lo define todo. Y la frase “para la gloria de Dios” nos deja ver que ninguna decisión o actividad de nuestras vidas es moralmente neutro.

¿Quién le da el color a nuestras áreas grises?

Nuestro Dios nunca ha definido nada en términos relativos. Su esencia o carácter se lo impediría. Santiago 1:17, al final del versículo, nos deja ver parte de esta verdad: “Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación. Aunque el contexto inmediato de este versículo tiene que ver con el carácter benevolente de Dios, la realidad es que el versículo nos deja ver el “absolutismo” de la esencia de Dios, en quien no hay áreas oscuras, ni sombrías, ni grises. Es a través de ese estándar de Su perfección que Dios ve y juzga todas las acciones de los hombres. Para apoyar esta idea consideremos los siguientes versículos donde podemos ver con claridad que Dios, no nosotros, ve las cosas blancas o negras:

a) “El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”, (Mateo 12:30). Esto coloca a todas las criaturas que posean voluntad moral, sin excepción, en un reino o en el otro. Nadie es neutro hacia Dios; incluyendo aquellas personas moralistas que lucen muy buenas ante nuestros ojos. No hay áreas grises: o recogemos o desparramos.

b) “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues éstos se oponen el uno al otro, de manera que no podéis hacer lo que deseáis”, (Gálatas 5:17). Dios afirma en su Palabra que cada una de las cosas que hacemos, sin excepción, o favorece la acción del Espíritu en nosotros, o favorece a la carne. Si bien nosotros tenemos dificultad en diferenciar cuál es cuál, Dios no la tiene. Si diferentes cristianos tienen diferencias de opiniones en cuanto a qué estimula la carne y qué favorece la acción del Espíritu de Dios en nosotros, La Trinidad nunca ha tenido esa confusión o diferencia de opinión, ni tampoco ha sido neutral hacia ninguna de nuestras acciones. No hay áreas grises: o fortalecemos la acción del Espíritu en nosotros o fortalecemos la carne.

En una ocasión John Wesley le preguntó a su madre Susana en qué consistía el pecado, a lo que ella respondió: “pecado es cualquier cosa que debilite tu razonamiento, altere la sensibilidad de tu conciencia, oscurezca tu apreciación de Dios, o que te quite la pasión por las cosas espirituales. En pocas palabras, cualquier cosa que aumente el poder o la autoridad de la carne sobre tu espíritu… eso para ti, se convierte en pecado, independientemente de cuan bueno sea en sí mismo”. Esta es la mejor definición de pecado que yo haya oído.

c) «Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios». (Santiago 4:4). No hay áreas grises aquí tampoco: claramente vemos como Dios entiende que o amamos al mundo, o amamos a Dios.

d) No estéis unidos en yugo desigual con los incrédulos, pues ¿qué asociación tienen la justicia y la iniquidad? ¿O qué comunión la luz con las tinieblas? ¿O qué armonía tiene Cristo con Belial? ¿O qué tiene en común un creyente con un incrédulo? ¿O qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos? Porque nosotros somos el templo del Dios vivo, como Dios…” (2 Corintios. 6:14-16). No hay áreas grises aquí tampoco. Pablo contrapone la justicia y la iniquidad, la luz con las tinieblas, Cristo con Belial, un creyente con un incrédulo y El templo de Dios con los ídolos.

La idea de observar estos versículos no es probar que para nosotros no existen áreas grises, sino que para Dios no existen tales áreas. Las áreas grises las crean nuestra condición caída y el pecado que sigue habitando en nosotros. Esto hace que la llenura del Espíritu sea vital en la vida de todo creyente para agradar a nuestro Dios de la mejor manera posible. En un próximo post estaremos observando entonces el concepto de la libertad cristiana a la luz de las escrituras y el comportamiento que ésta amerita.