Así se puede describir lo que vimos al visitar un centro de “ollas” (lugares de expendio y consumo de drogas) en Bogotá. Se ven indigentes en la calle durmiendo, cerca de las ollas, para poder regresar a ellas tan pronto despierten y consigan algo de dinero por cualquier vía, por lo regular ilegales. Quien nos lleva, nos relata que algunos de ellos han sido comerciantes, profesionales, empresarios, que cayeron en el vicio y lo perdieron todo.
Salimos de la vía principal y nos adentramos por una calle lateral, donde se ve un mundo de fantasmas, cadáveres ambulantes, tatuados, prostitutas, consumiendo drogas abiertamente, muchos inmigrantes venezolanos. El olor a marihuana es fuerte, las ollas permiten al consumidor tener su “viaje” de manera “segura”, fuera de la mirada de la policía, es una zona de tolerancia, donde la ley la imponen los que controlan el tráfico de sustancias en la zona.
Entramos pues tenemos el permiso de lo jefes, nos entrevistamos con ellos. No sabemos a ciencia cierta quién es el principal y quién el guardaespaldas, nos cambiaron el sitio de destino sin previo aviso, entramos a una especie de garaje, un callejón profundo dentro de un edificio en ruinas, el olor a marihuana se intensifica, el baño es nauseabundo, no hay forma de salir de ahí bien en caso de problemas.
No acceden a tener la entrevista ante las cámaras, pero fluye la conversación ¿Quiénes somos, a qué vinimos?. Quien parece ser el número uno, habla de que a ejecutado a más de 100 personas, cuando uno obedece y mata al primero, ya cruzó una línea sin posibilidad de regreso, no ve una salida posible, está condenado. Reconoce que no puede dormir en las noches, no visita iglesias pues las cosas de Dios se respetan. Hablamos del evangelio, pero está seguro de su condenación, entiende que no tiene salida, ha hecho mucho mal.
Surge la pregunta ¿Es usted Pastor? ¿Su iglesia es bonita y grande? Afirmativo todo. Entonces usted no necesita más gente para ser un líder, ya tiene bastantes personas. Replico que nos es mi finalidad, mi Señor nos explicó que el deseo de ser grande, famoso y poderoso es propio del mundo, pero en el Reino de Dios es todo lo contrario, el menor es el más grande. Surge el consejo, mire, cuando uno no sabe nadar, debe mantenerse lejos de la corriente del río. Nos brindan algo, él toma primero para demostrar que no hay veneno o sustancias extrañas, luego permiten que oremos con ellos, ambos muestran respeto, nos ponemos a sus ódenes, y salimos a ver otras cosas.
He entendido mejor el Salmo 7:
Los malvados conciben el mal; están preñados de dificultades y dan a luz mentiras…Los problemas que provocan a otros se vuelven en su contra; la violencia que maquinan les cae sobre su propia cabeza
Salmos 7:14, 16
Sin embargo, aún para ellos hay esperanza, hay un camino al cielo, si logran verlo con los ojos de la fe abiertos desde lo alto. Por eso creo que vale la pena que hijos de Dios sigan llevando el evangelio a estos lugares, no crecerá el liderazgo, pero aún sin saber nadar, Jesucristo es digno de que nos lanzemos a la corriente rápida del río, Él nos dejó ejemplo para que sigamos sus pisadas (1 Pedro 2:21), por tanto, tal y como lo dijo un siervo de Cristo, vale la pena poner un puesto de rescate a un metro de la boca del infierno.
Hoy lloramos por ti Bogotá, pero seguimos soñando cosas mejores para tu porvenir.