Yo era una chica con una fuerte defensa de la fe cristiana, pero a la vez con una fe débil. Me encantaba discutir sobre la veracidad de la Biblia con los incrédulos y hasta leía libros de apologética pero no descansaba en una confianza quieta en el mismo Dios al que con tanto ardor defendía. Por supuesto contaba con la fe salvadora pero no llevaba un caminar de fe. Tenía mucho miedo a muchas cosas, oraba, pero no esperaba en Dios, en el fondo creía que todo dependía de mí. Miraba la vida con Dios en un segundo plano, pero el enfoque principal estaba en lo que me sucedía. Yo sabía que me faltaba fe.
Me sentí muy aliviada al darme cuenta de que no estaba sola. Muchos hombres y mujeres de la Biblia lucharon con esta debilidad. Ponte cómoda porque no vas a creer lo que te voy a contar. ¿Sabes quién lucho con problemas de fe? Pues nada más y nada menos que Abraham, el Padre de la Fe. ¿Qué cómo fue? Pues en Génesis leemos como en dos ocasiones miente diciendo que Sarah era su hermana para que no lo mataran, como si Dios no se iba a ocupar de proteger su vida. Pero Dios estuvo trabajando en la fe de Abraham desde el principio y vemos como muchos años después cuando el Señor le pidió que sacrificara a su único hijo, Isaac, después de haber esperado por él tantos años, Abraham obedece en fe, creyendo que Dios es fiel y cumpliría Su promesa levantándolo aun de entre los muertos. ¡Que fe tan fuerte y robusta! Pero Abraham llegó ahí poco a poco danto pasitos pequeños de obediencia que lo prepararon para dar el gran paso, cultivando una relación con Dios, conociéndole, observando como obra y responde.
Los discípulos de nuestro Señor Jesús también se sintieron así. En Lucas 17:5 ellos les dijeron al Señor: ¡Auméntanos la fe! Y es muy sorprendente lo que nuestro Señor le responde. No pondré toda su respuesta aquí por asunto de espacio, pero puedes leerla por ti misma. Vemos que Él les aclaró que lo importante no es el tamaño de la fe sino la fortaleza de esta y esa fortaleza depende de que o en quién está puesta. A todas se nos ha dado una medida de fe (Romanos 12:3). Pero nosotras necesitamos ejercerla y ejercitarla. En la medida en que ejercemos la fe, esta se va ejercitando y como un musculo se va fortaleciendo y creciendo. Así que quiero compartir contigo algunos ejercicios espirituales que pueden ayudarnos.
- Lee la Biblia. Como dice en la Palabra, la fe viene por el oír la palabra de Dios. Es importante que leas y estudies la Biblia, esa semilla sembrada en tu corazón dará fruto. Además de leer la Biblia, escucha predicas o podcasts de material cristiano.
- Obedece. La obediencia es un acto de fe. Es una de las mejores formas de ejercitar nuestra fe. Aun cuando no entiendas o cuando el obedecer tenga un costo para ti, obedece a Dios y verás como esos pasos de obediencia irán fortaleciendo tu fe y tu confianza en el Señor.
- Adora y alaba en todo momento. El hecho de alabar a Dios cuando las cosas van mal o cuando te sientes triste y cansada es una forma magnifica de ejercitar tu fe. Hazlo amada, esfuérzate por alabar a Dios, aunque no tengas animo ni fuerzas. ¿Recuerdas a Pablo y a Silas como se pusieron a alabar a Dios en la prisión y como Dios les respondió con un terremoto? Pues así misma hermana mía, cuando alabamos a nuestro amoroso y poderoso Padre Celestial en medio de nuestro dolor, El hace cosas maravillosas, ya sea dentro de nosotras o en nuestras circunstancias. Porque alabanza en medio de tribulación es una manifestación de fe.
- Ora. La oración es una expresión de dependencia y confianza en nuestro Padre Celestial. Él nos invita a tener comunión con El, a pedirle y a esperar en Él. Hazlo parte de tu día, trata de conversar frecuentemente con Él, de darle gracias por los detalles, de pedirle lo que necesitas, contarle tus cosas, pedirle dirección, háblale de tus frustraciones, sentimientos, preocupaciones, luchas; en fin, camina de Su mano. No puedes confiar en un extraño, mientras más cerca camines con nuestro Padre, mas podrás confiar en Él.
- Lleva un registro. Según el Señor vaya respondiendo tus oraciones, ve anotando Sus respuestas. También de Su obrar en tu vida, aunque no esté relacionado a tus oraciones. Anota Sus detalles de cuidado y amor. Luego lee frecuentemente ese registro. Vas a ver como esas oraciones contestadas y el obrar de Dios a tu favor serán un gran impulsador de tu fe.
- Enfoca a Dios en el primer plano. Trata de evaluar todo lo que te sucede y lo que no te sucede a la luz de la soberanía de Dios. Cuando surjan situaciones inesperadas, buenas o malas, pregúntate ¿Qué está haciendo Dios con esto en mi vida? El saber y tener presente que es El quien hila los hilos del bordado de nuestra vida afirma nuestra fe.
- Pídele que te llene de Su Espíritu Santo. El Señor Jesucristo nos aseguró que, si nosotros siendo malos buscamos darles cosas buenas a nuestros hijos, ¡Cuánto más nuestro Padre Celestial dará el Espíritu Santo a quienes lo pidan! Aquí no se refiere al sello del Espíritu que todo cristiano posee sino a la llenura de este. Si tenemos esa promesa tan hermosa ¿por qué no respondemos a ella en oración? Pidamos y se nos dará y seremos mujeres de fe, porque la fe es un fruto de la llenura del Espíritu.
Ten animo amada hermana, esta carrera cristiana no es de velocidad sino de perseverancia. Ejercitemos nuestra fe, leyendo su Palabra, y obedeciendo a Dios en los pequeños pasos diarios, alabándolo y agradeciéndole por todo, orando, llevando registros en libretas, pero sobre todo en nuestro corazón de sus respuestas y su proceder, enfocándonos en El a través de todo lo que miramos en la vida y pidiendo Su Espíritu. Ya verás cómo crecemos en fe y confianza en nuestro bueno, generoso y poderoso Padre que nos ama.
¡Manos a la obra!
Con cariño,
A