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Una bendición a la manera de Dios

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Esta primera carta a la iglesia de Tesalónica está llena de afecto, confianza e instrucciones. Es más consoladora que práctica, y al final muestra el corazón de Pablo lleno del Espíritu. En estos versículos finales el Apóstol Pablo le dice a la iglesia de Tesalónica, y a nosotros también, que se mantiene orando para que cuando venga nuestro Señor Jesucristo la santidad del cristiano haya alcanzado su plenitud, y que todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible.

Adicionalmente nos pide que oremos intensamente por nuestra santificación y por la de los hermanos, porque así demostramos nuestro amor fraternal, orando los unos por los otros. Porque no se necesita más que conocer la gracia de nuestro Señor Jesucristo para hacernos dichosos. Él es una fuente de gracia que siempre fluye y rebasa para suplir todas nuestras carencias. La santificación solicitada por Pablo expresa el deseo del corazón de Dios. Esta petición también es una bendición, porque la santificación es la voluntad  y deseo de Dios para nuestras vidas. El desea una santificación completa, en espíritu, alma y cuerpo, de todo nuestro ser.

También desea que seamos irreprensibles. Esta característica es parte de la santificación, van de la mano, y es parte del esfuerzo personal que debemos hacer. Tanto la santificación  como lo irreprensible de nuestro ser, el Apóstol Pablo lo une, lo ata, a la venida del Señor. Expresa que su deseo es que Jesucristo nos encuentre santos e irreprensibles cuando venga, y en el trayecto Dios nos preserva, porque El inició la obra en nosotros y la terminará.

La oración que pide Pablo por él mismo es necesaria  porque todos somos propensos a tentaciones y caídas.  La oración es una actitud que nos acerca íntimamente al corazón de Dios y por eso El nos ayuda, nos preserva de caídas y nos concede Su gracia. Mientras más intensamente oramos menos propensos somos a las tentaciones y caídas. El saludo con un beso santo es un saludo de despedida de Pablo a los hermanos de Tesalónica. Nos recuerda que hasta nuestros saludos y despedidas deben ser en un lenguaje santificado.

La despedida de la carta,  cuando dice que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con ellos, y con nosotros también, expresa el deseo de Pablo para que la gracia de Dios opere en nuestras vidas, ya que se requiere de esta gracia de Dios para vivir.

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