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Un fuego que nos sigue enseñando hoy

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Hoy sábado 14 de agosto se cumplen 13 años del incendio que afectó completamente nuestra iglesia (IBI). Era el primer día de los trabajos de remodelación del templo que nos permitiría aumentar en 100 sillas la capacidad de nuestro auditorio. Por un “accidente humano” que nunca estuvo fuera de los planes de Dios, un fuego abrasador destruyó nuestras instalaciones en un abrir y cerrar de ojos.

Recuerdo perfectamente como muchas personas inmediatamente comenzaron a especular y a concluir acerca de las razones por las cuales Dios había permitido que esto ocurriera. Entendía, y todavía sigo convencido, de que Dios quería dejarnos enseñanzas generales y particulares para cada uno de nosotros.

El Señor estaba impartiendo varias lecciones importantes a nuestra iglesia que Él se encargaría de confirmar en el tiempo. Quisiera en esta breve reflexión concentrarme en cinco de ellas:

1. Seamos extremadamente cautos y evitemos llegar a conclusiones de forma acelerada. Piensa, ora y reflexiona tu experiencia tratando de encontrar el propósito (y frecuentemente los propósitos) de Dios.

En mi primer sermón luego del incendio, advertí a la congregación que no cometiéramos el error de arribar a conclusiones de forma apresurada pues las lecciones del Señor usualmente son multiformes y, por tanto, normalmente se requiere tiempo para evaluarlas, aquilatarlas y separarlas de nuestras emociones que nublan nuestro entendimiento. Esto requiere tiempo de meditación, reflexión personal y oración. No es un accidente que los evangelios del Nuevo Testamento fueron escritos 25-60 años después de los eventos. Dios revela Sus propósitos de manera progresiva y escalonada. Y por consiguiente, su entendimiento requiere de madurez y de un análisis no emocional de los mismos.  

2. Continúa cultivando una actitud humilde mientras transitas por Sus caminos… sin importar dónde Dios te lleve, o cuán abundantemente Él te provea. 

Para unos, Dios usó dicha prueba como una medida disciplinaria correctiva mientras que, para otros, fue una clara lección de disciplina preventiva.

En los primeros servicios de adoración luego del fuego, muchos confesaron arrepentidos como el Señor les había mostrado que habían dado cabida al orgullo en su corazón. Orgullo por “todo lo que la IBI había llegado a ser” e incluso, tristemente, algunas pidieron perdón por haberse sentido “orgullosos de su pastor”. Para estos hermanos, el fuego fue una experiencia de disciplina correctiva, donde Dios los llevó a reflexionar acerca de cómo no debiéramos sentirnos orgullosos por nada ni por persona alguna a quien admiremos, porque al final de la historia, lo que veas en alguien no es más que la obra de Dios en él o ella. “… por la gracia de Dios soy lo que soy,” escribió el apóstol Pablo (1 Cor. 15:10

Cuando hablé sobre la disciplina preventiva, usé al apóstol Pablo y su aguijón como ilustración. Pablo dice que su aguijón fue permitido por Dios para que lo abofeteara de manera que él no se enalteciera de las revelaciones que recibió (2 Cor. 12:7). Esa experiencia era de carácter preventivo para Pablo para evitar que se enorgulleciera.

De la misma forma, creo que para otros miembros de la IBI, que no habían experimentado el orgullo mencionado más arriba, y que entendían que todo lo que habíamos recibido, era el fruto de Su gracia, la experiencia del fuego y todo lo que vendría después, representó mas bien una acción preventiva de parte de Dios, quien quizás estaba comunicándoles: “Continúen como hasta ahora y cultiven la humildad aún más allá porque aquí no hay nada de qué enorgullecerse porque todo es fruto de la mano de Dios y este fuego es la prueba de eso.”

Nunca se me olvidará que al entrar al auditorio ya apagado el fuego, descubrimos que solo quedaron dos objetos que el fuego no destruyó: el púlpito de madera y la Biblia que estaba abierta sobre él. Todo lo demás quedó destruido: sillas de metal derretidas, equipos tecnológicos calcinados… Dios nos dejó un símbolo de cuáles eran las cosas que verdaderamente tienen valor eterno: lo que representa el púlpito y Su palabra.

3. Cuando pierdes algo, no necesariamente, esto implica una disciplina de Dios

Muchas veces, lo que tienes o quieres hacer, no corresponde a Sus propósitos. Él te está invitando a que transites por Sus caminos, pero a Su manera. Con cierta frecuencia te vas a ver imposibilitado de realizar algo y pensarías que es una disciplina de Dios, cuando en realidad es simplemente, Su soberanía mostrando Sus propósitos.

Nosotros queríamos ampliar nuestra iglesia agregando unas 100 sillas más a nuestra capacidad; pero los propósitos que Dios tenía con la iglesia iban más allá de esas 100 personas. Nos quedó claro que Dios nos estaba diciendo que no siguiéramos con la ampliación. Luego de reflexionar y orar, vimos con claridad que la voluntad de Dios era que hiciéramos planes para mudarnos a la nueva propiedad, donde estamos hasta hoy.

Luego de reparar el templo provisionalmente, comenzamos a recolectar fondos para continuar pagando la propiedad que habíamos comprado e iniciar la construcción del nuevo edificio. Al mismo tiempo, hicimos una obra de teatro sobre Juan Calvino y la transformación de Ginebra durante la Reforma Protestante y además nos embarcamos en la producción de la primera conferencia Por Su Causa.

La mano de Dios proveyó de forma tan extraordinaria y abundante que hubo fondos para realizar cada una de las cosas mencionadas mas arriba, al mismo tiempo, a pesar de su alto costo. Nunca habíamos hecho un evento tan grande y costoso como Por Su Causa. Más de 7 mil personas escucharon el Evangelio de manera presencial y muchos miles más pudieron verlo vía internet, todos completamente gratis durante tres días. Estaba claro: Dios, el dueño del oro y la plata, envió Sus fondos.

4. Cuando decidas hacer algo, asegúrate de que Dios realmente está detrás de tu accionar.

Si inicias un proyecto, y en el momento no tienes todos los recursos necesarios, pero estás seguro de que Dios está detrás, confía en Él; Él te va a respaldar.

Muy pocas veces tendrás TODO lo requerido para completar un proyecto al cual Dios te está dirigiendo. Usualmente, Dios provee algunos elementos iniciales que te permitan ver que Él está respaldando lo que estás a punto de iniciar. Y con esas “señales” primeras, Él espera que ejerzas tu fe y confíes en Él para el resto del camino. Dios hizo algunos milagros iniciales a través de la vara de Moisés, y con esa sola vara le hizo regresar a Egipto a liberar al pueblo hebreo. Moisés, tendría ahora que creer y partir. Así nos mantenemos continuamente dependientes de Dios. 

Dios no le dio a Moisés, ni al pueblo garantías de que Él les supliría por los próximos 40 años, pero sí les proveyó de señales y prodigios, primero a Moisés y luego durante 10 plagas, al resto del pueblo. Con esto Moisés y su gente habían visto lo suficiente para salir de Egipto confiando en El Invisible.  Si Dios te está dirigiendo a lanzarte en paracaídas, Él te puede proveer el mejor avión, el mejor piloto y el mejor instructor, pero al momento de lanzarte, debes ejercer tu fe.

5. Debemos hacer un esfuerzo para permanecer unidos en medio de la prueba.

El fuego fue una prueba; estábamos construyendo un templo, desarrollando una obra de teatro y organizando una conferencia masiva de forma gratuita. Imagínate si, en medio de todo esto, hubiésemos experimentado una división como iglesia. ¿A dónde hubiésemos llegado? El pueblo de Dios no se puede dar el lujo, NUNCA, de dividirse, bajo ninguna circunstancia, a menos que la verdad esté en juego. Si hay una separación, que sea por algo estratégico o una plantación de otra iglesia. Lo que no debiera ocurrir es que el pueblo de Dios se separe por asuntos emocionales, falta de reconciliación, falta de perdón y orgullo. En la unidad está la complacencia de nuestro Dios para continuar trabajando en nosotros y a través de nosotros.

“El fuego de la IBI” ocurrió hace 13 años, pero sus lecciones espirituales perduran hasta hoy y deben permanecer con nosotros por el resto del tiempo.