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Seguir el “Camino” conlleva carga, ¡pero en Jesús se aligera!

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“¡Ojalá mis caminos sean afirmados Para guardar Tus estatutos!”
(Salmo 119:5 NBLA)

Si Cristo nos ha llamado a Su redil y Su yugo es bueno, ¿cómo podemos aliviar la carga sin ser irresponsables?

Hay un contraste entre los caminos del SEÑOR y nuestros caminos.  Nuestros caminos no están ordenados.  Nuestros caminos por naturaleza no se ordenan para guardar los estatutos de Dios.

Y sabemos que Jesús es el camino (Juan 14:6), y también sabemos quién es el que nos llama a Su redil. “Pero el que entra por la puerta, es el pastor de las ovejas.A este le abre el portero, y las ovejas oyen su voz; llama a sus ovejas por nombre y las conduce afuera. Cuando saca todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz” (Juan 10:2-4 NBLA).

Es muy cierto, que a veces seguir a Jesús puede llevarnos directamente al corazón de la tormenta, nos llenamos de temor, nuestro corazón se siente abatido, nuestros pensamientos se vuelven confusos y nos   desesperanzamos.  Es lo que pasó con los discípulos en Mateo 14:22; Jesús mandó a sus discípulos a subir a la barca.  Ellos escucharon Su voz y obedecieron, pero entonces sucedió que los vientos golpearon su barco amenazando destruirlos.  La Palabra dice: “Pero la barca ya estaba muy lejosde tierra, y era azotada por las olas, porque el viento era contrario” (Mateo 14:24 NBLA).

No sé si le ha pasado alguna vez, pero he atravesado por épocas en las que me he sentido abrumada y golpeada, aun haciendo exactamente lo que creo Dios me ha mandado; he sentido que el yugo es verdaderamente incómodo de llevar.   Cuán bueno sería decir que seguir a Jesús no conlleva tener cargas pesadas, tormentas y sufrimientos, pero no es así.  Tomemos por ejemplo al apóstol Pablo, con todo lo que pasaba, puede ser que alguna vez se preguntara si lo que estaba haciendo estaba fuera de la voluntad de Dios, sin embargo, sabemos que el SEÑOR estaba cerca de Pablo, porque le dijo: “A la noche siguiente el Señor se le apareció a Pablo y le dijo: «Ten ánimo, porque como has testificado fielmente de Mi causa en Jerusalén, así has de testificar también en Roma»” (Hechos 23:11 NBLA).

Dios no nos dará cargas que no podamos soportar; al igual que pasaba con Pablo en el pasado, es lo mismo con nosotras hoy, el SEÑOR nos llama a Su redil para cumplir un propósito, Él es quien ordena nuestros pasos de manera estratégica, así que no tenemos que preocuparnos ni cargarnos por los resultados finales porque Él es quien va delante.

El propósito final de Jesucristo es que seamos sus testigos en cualquier lugar que nos mueva.  Aun cuando no hablemos, nuestra vida debe dar testimonio, tampoco tenemos que esperar a que todo esté bien y tranquilo para testificar de Jesús; de hecho, es en el tiempo de mayor dificultad cuando nuestro testimonio se torna más poderoso

Nosotras, como seguidoras de Jesús, tenemos la ventaja de que no estamos solas, tenemos el Espíritu Santo morando en nosotras; Jesús intercede por nosotras ante el trono de la gracia y ha prometido que siempre estaría con nosotras todos los días, hasta el fin del mundo (Mateo 28:20b).  Eso no es poca cosa y el SEÑOR siempre cumple Sus promesas: “Pues tantas como sean las promesas de Dios, en Él todas son sí. Por eso también por medio de Él, es nuestro Amén, para la gloria de Dios por medio de nosotros.” (2 Corintios 1:20), y aun nos dice: Ahora bien, el que nos confirma con ustedes en Cristo y el que nos ungió, es Dios, quien también nos selló y nos dio el Espíritu en nuestro corazón como garantía” (2 Corintios 1:21-22 NBLA).

Por lo tanto, mayor razón debemos tener para ser responsables y atender a nuestro llamado; cuando obedecemos al SEÑOR nos fortalecemos y sentimos gozo, aun cuando afuera el viento nos sea contrario y las olas amenacen con hundirnos, Jesús está a nuestro lado, Él calmará la tempestad y nos infundirá ánimo para seguir adelante. Cuando nos rendimos a Él, Su yugo se hace fácil, se aligera nuestra carga y hallamos descanso para nuestras almas (Mateo 11:28).

¡Enfoquémonos todo el tiempo en Jesús, humillémonos bajo Su poderosa mano, no nos desviemos del camino, ¡Él tiene cuidado de nosotras y nunca nos defraudará! 

Dios les bendiga.