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Rendida a Dios y dejando el control

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Todas somos controladoras. De alguna manera, en distintos grados, todas luchamos con el pecado de querer controlar.

En nuestras relaciones queremos que los demás actúen bajo nuestro ritmo y nuestra manera. No delegamos porque “no podemos confiar en nadie”. Nos enojamos cuando nuestros hijos no se comportan como esperamos. Queremos que nuestras amigas actúen con nosotras de la manera en la que nosotras lo hacemos. Queremos tener la última palabra y somos altamente sensibles con lo que los demás dicen o hacen.

Pero nuestro deseo de control no se queda ahí. Luchamos también con querer controlar nuestras circunstancias. Manipulamos las cosas para que salgan como lo hemos planeado y nos llenamos de ansiedad cuando vemos que las cosas no están saliendo como esperábamos.

Al final queremos nuestras decisiones, nuestro reino, nuestro poder, nuestras maneras, nuestra gloria y terminamos olvidando que el trono ya está ocupado por el único que puede. Nuestro Señor Jesucristo.

Lo que revela mi pecado de control

Hace muchos años aprendí que lo que vemos de un iceberg es solamente la punta, pero hay mucho más de estas grandes masas de hielo debajo del agua, que a simple vista no se ve.

Las evidencias del pecado de control son solamente la punta del iceberg. Hay algo mucho más profundo a lo que necesitamos prestarle atención. Nuestro pecado de control revela lo que pensamos sobre Dios y lo que pensamos de nosotras.

Sobre Dios

Dios es soberano. No hay una sola fibra de nuestra existencia que Dios no controle. Dios controla y ordena nuestras vidas de la mejor manera posible y no hay circunstancia alguna que esté fuera de su completo control, autoridad y bondad.

La autoridad de Dios para actuar como Él quiera y donde Él quiera no tiene límites.

Job 42:2: “Yo sé que Tú puedes hacer todas las cosas, Y que ninguno de Tus propósitos puede ser frustrado”.

Dios en Su soberanía está en control de absolutamente TODO. R C Sproul dijo: “Si existiera una sola molécula en el universo que anduviera perdida, fuera del control de Dios, entonces no tendríamos ninguna garantía de que alguna de las promesas de Dios vaya a ser cumplida”.

No hay límite alguno en lo que Dios controla. Él hace lo que le place y su control y autoridad están llenos de Su sabiduría y su fiel compasión.

Nuestro pecado de control revela nuestra incredulidad hacia Dios. Nuestro problema no es que no sepamos que Dios es soberano, es que no creemos que Él tenga el poder de actuar, sea lo suficientemente sabio, o que su obrar en nuestra vida esté lleno de su bondad (Sal 145:9).

Nuestro pecado de control revela una idea reducida de Dios en nuestras mentes y corazones.

Sobre nosotras

De la mano de lo que nuestro pecado de control revela sobre Dios viene entonces lo que muestra sobre lo que creemos de nosotras mismas.

El pecado de control revela nuestro corazón arrogante. Queremos controlar a los demás porque pensamos que sabemos mejor.

Queremos controlar nuestras circunstancias porque pensamos que nuestra idea sobre cómo debe ser nuestra vida es la mejor. Aún el hecho de que tratemos de controlar muestra nuestra errónea idea de que tenemos la autoridad o el poder para obrar. Nuestro pecado de control revela el mayor ídolo de mi corazón: YO.

Al igual que Eva en Génesis 3 al querer controlar cedemos a la tentación de querer ser como Dios en sentidos en los que sólo Él puede serlo:

Tuya es, oh SEÑOR, la grandeza y el poder y la gloria y la victoria y la majestad, en verdad, todo lo que hay en los cielos y en la tierra; Tuyo es el dominio, oh SEÑOR, y te exaltas como soberano sobre todo”, 1 Crónicas 29:11.

¿Qué hacemos?

Frente a la realidad de que somos pecadoras y todas luchamos con el pecado de control, hay algunas cosas que necesitamos hacer:

  1. Humillarnos:
    Dado que nuestro pecado de control revela la arrogancia de nuestro corazón necesitamos humillarnos delante de Él en arrepentimiento y reconocimiento de que El es Dios y no nosotras y que el trono ya está ocupado por el único que puede y hace lo que le place:
    Nuestro Dios está en los cielos; Él hace lo que le place” (Salmo 115:3)
  2. Descansar:
    En lugar de luchar por tener el control aprende a descansar en Aquel que está lleno de sabiduría y cuya compasión está sobre todas sus obras. Poder encontrar descanso en Él requiere un corazón humilde que reconozca quién es Dios y quiénes somos nosotras delante de Él. Jesús mismo dijo que aprendiéramos de Él quien es manso y humilde de corazón y encontraremos descanso para nuestras almas (Mateo 11:29).
    Pídele a Dios que te ayude a ser como Él. Ora por humildad para tu corazón para que puedas dejar el control al único que verdaderamente lo tiene.
  3. Recordar:
    Dejar de lado el pecado de control también requerirá que intencionalmente recordemos. ¿Pero qué es lo que necesitamos recordar? En medio de nuestras circunstancias difíciles en las que tratamos de tener el control recordémosles a nuestras almas que la obra de Cristo en la cruz fue la solución para nuestro mayor problema (Romanos 5:8) y su resurrección es nuestra garantía. Jesús está vivo y Él reina. Jesús está vivo y nos ha prometido que nos levantaremos con Él. Un Dios como Él, uno que ha vencido la muerte, es digno de nuestra confianza.
    Cuando la tentación de tener el control se asome, háblale a tu alma y recuérdale quién es tu Dios. Háblale a tu alma y recuérdale Su fidelidad en tu vida.

Controladas por Su amor

La búsqueda del control es una que termina dejándonos vacías y ansiosas. Tratar de tener el control es como correr tras el viento porque hay un solo soberano y su nombre es Jesús.

Que el Señor nos ayude a tener vidas rendidas y que en lugar de tratar de estar en control dejemos que sea el amor de Cristo lo que nos controle.

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Patricia Namnún es coordinadora de iniciativas femeninas de Coalición por el Evangelio, desde donde escribe, contacta autoras, y adquiere contenidos específicos para la mujer. Sirve en el ministerio matrimonios y de mujeres y es diaconisa en la Iglesia Bautista Internacional, República Dominicana. Patricia es graduada del Instituto Integridad & Sabiduría y tiene un certificado en ministerio del Southern Baptist Theological Seminary, a través del programa Seminary Wives Institute. Ama enseñar la Palabra a otras mujeres y está felizmente casada con Jairo desde el 2008 y juntos tienen tres hermosos hijos, Ezequiel, Isaac, y María Ester. Puedes encontrarla en Twitter.