Este es el segundo post de una serie sobre la homosexualidad. Puede leer el primero aquí.
En mis años como pastor he recibido largas cartas llenas de historias de vidas afectadas por la homosexualidad. Estas no son cartas alegres; son escritos que hablan de corazones que a muy temprana edad fueron marcados por experiencias sexuales que iniciaron en cierto modo ingenuamente, y terminaron enredando y confundiendo al individuo que ya adulto se siente preso de una conducta de la cual no ve posibilidad de salir. Sin embargo, tanto la Palabra de Dios como la experiencia de cambio en hombres y mujeres, nos deja saber que es posible una vuelta atrás.
La Biblia no es silente sobre este tema. Desde el Antiguo Testamento comenzamos a ver la opinión de Dios acerca de esta práctica. Veamos:
Lv. 18:22 «No te acostarás con varón como los que se acuestan con mujer; es una abominación”.
Lv. 20:13 «Si alguno se acuesta con varón como los que se acuestan con mujer, los dos han cometido abominación; ciertamente han de morir. Su culpa de sangre sea sobre ellos.
Estas citas primero prohíben la práctica de la homosexualidad, y luego muestran qué tan gravoso es para Dios este hecho, hasta el punto que le la llama abominación. Además, vemos la pena que se le debía imponer a alguien que practicara esto, y esta era literalmente la pena de muerte. Si lo vemos objetivamente, y dejamos la parte emocional a un lado, tenemos que recordar que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza con la intención expresa de que le representara aquí en la Tierra. Al crearlo, crea junto con Él una compañera del sexo opuesto, con condiciones físicas y emocionales totalmente diferentes a las del hombre, de manera tal que se pudieran complementar mutuamente. Al momento de la creación, Dios dispuso una forma de cómo el hombre y la mujer, bajo su dirección, podían disfrutarse el uno del otro a través de órganos y sentidos que El creó para tales fines. Cuando una persona decide practicar la homosexualidad, él está haciendo varias cosas: 1) Rechaza a la persona del sexo opuesto que Dios creó para ser su complemento, 2) Rechaza el diseño de Dios para la obtención de placer y 3) Elige para su satisfacción órganos que NO fueron diseñados para este propósito. Además, si la práctica de la homosexualidad hubiese sido permitida y promocionada desde la antigüedad, su propagación hubiese puesto en riesgo la supervivencia del género humano, dada la imposibilidad de la reproducción y la alta incidencia de ciertas enfermedades y cánceres observados en esta población en los últimos 30 años, a partir de cuando comenzamos a observar la epidemia del SIDA.
El Nuevo Testamento también tiene enseñanzas para nosotros en relación a este estilo de vida como comenzamos a ver al final de la semana anterior:
Rom. 1:26-27 Por esta razón Dios los entregó a pasiones degradantes; porque sus mujeres cambiaron la función natural por la que es contra la naturaleza; 27y de la misma manera también los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lujuria unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos el castigo correspondiente a su extravío.
Romanos 1, a partir del verso 18, describe cómo termina la condición del ser humano cuando decide negar a Dios, convirtiéndose en el capitán de su propio destino. Vemos que una de las consecuencias es la corrupción moral del hombre, violando la santidad de Dios. Como juicio entonces, Dios le retira al hombre el freno que venía ejerciendo sobre ellos, y le permite que ejerza su propia voluntad hasta donde él quiera ejercerla, con lo cual ese hombre va endureciendo su corazón. A esto es que se refiere el texto de Romanos 1, cuando habla de que Dios los entregó a pasiones degradantes, y de cómo sus mujeres cambiaron la función natural por lo que es contra la naturaleza, y los hombres abandonaron el uso natural de la mujer, encendiéndose en sus lujurias unos con otros.
Esto implica que la responsabilidad del comportamiento homosexual es del hombre que ha elegido libremente. No podemos olvidar que el hombre puede elegir su pecado, pero es Dios quien elige sus consecuencias. Y, lamentablemente, ese pecado que en sus inicios luce dulce y placentero, no permanece así hasta la última mordida… el hombre siempre termina pagando un precio más alto que lo que él estaba dispuesto a pagar en primer lugar.
La homosexualidad es gravosa para Dios, pero ésta no constituye el pecado imperdonable como vemos en el texto de 1 Co. 6:9-11:
9¿O no sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os dejéis engañar: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, 10ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios. 11Y esto erais algunos de vosotros; pero fuisteis lavados, pero fuisteis santificados, pero fuisteis justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.
Este pasaje nos muestra cómo este pecado es tratado junto a otros. Del texto citado es bueno resaltar la frase que dice “Y esto erais algunos de vosotros; pero fuisteis lavados, pero fuisteis santificados…”, porque nos deja ver que en esa iglesia de Corintios existían cristianos que habían estado en la práctica de la homosexualidad (y otras de las mencionadas), pero que ya habían sido lavados y santificados. En otras palabras, habían cambiado sus prácticas pecaminosas. Hoy en día tenemos testimonio de miles de personas que han salido de la homosexualidad. Exodus International (Exodo Internacional) es un ministerio cristiano fundado por ex-homosexuales para ayudar a personas que quieren salir de esa práctica.
Algunos pudieran pensar que es un poco insensible hablarle al homosexual de los pasajes bíblicos que prohíben esta práctica, sobre todo con citas como “no heredarán el reino de Dios”. Lo mismo es cierto de cada ser humano que no se arrepiente de su pecado y que no tiene a Cristo como Señor y Salvador.
La gente rechaza la verdad dicha sin gracia; pero muchas veces aún la gracia misma es rechazada dada la naturaleza rebelde de hombre. Cristo vino lleno de gracia y verdad, y terminaron crucificándolo. Nosotros no debemos ser condenatorios; pero tenemos que ser veraces. No puedes acercarte a una persona que está en pecado, no importa cuál sea el pecado, apuntándole con un dedo de acusación. A las personas no les importa cuánto tu sabes hasta que ellos no sepan cuánto te importan a ti. Y creo que mucha gente se ha acercado al homosexual tratando de condenarlo y no de ayudarlo. Aun la misma iglesia ha hecho eso. Pero, nuestro rol no es el de acusar sino de ayudar a otros a encontrar el camino que los saca de su esclavitud a la verdadera libertad en Cristo.