El amor y los vínculos que traen consigo la maternidad son indescriptibles. Sin temor a equivocarme me atrevería a afirmar que si hay un amor propicio para pasar el escrutinio de 1 Corintios 13:4-6 es el de una madre.
“El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; no se regocija de la injusticia,
sino que se alegra con la verdad.”
Más hermoso aún es poder ver como en la Palabra el cuidado y consuelo que Dios brinda a sus hijos se asemeja al de una madre.
“Como uno a quien consuela su madre, así os consolaré yo; en Jerusalén seréis consolados.”
(Isaías 66:13)
¿Puede existir algo más sublime?
Tan pronto nos convertimos en madres, ya sea porque esta nueva vida cae en nuestro vientre o porque lo recibimos en nuestros brazos a través de la adopción, se comienza a construir un vínculo especial que durará para el resto de la vida, una conexión casi perfecta que no podrá destruirse jamás.
De hecho, esto ha sido científicamente estudiado y los hallazgos demuestran que en las gestantes se produce un aumento de la producción de Oxitocina, también conocida como hormona del apego; señalan que el “amor de madre” parece estar localizado en el hipotálamo, precisamente el lugar del cerebro donde se produce esta hormona, provocando que en su cerebro se vayan formando “ramificaciones” que le permitirán desarrollar relaciones afectivas con los demás, siendo la más estrecha la que se da con sus hijos. Esa interacción también genera cambios en el cerebro del bebé que determinarán su respuesta al medio que le rodee, tanto en la infancia como en la adultez. Un buen apego con la madre le hará más resistente al estrés y a los trastornos mentales. Es por esto que hay quienes plantean que el amor de madre se traduce en sanidad. Cabe señalar que en la adopción estos procesos tienden a tomarse más tiempo pero, igual se produce la vinculación.
Todo este preámbulo tiene como propósito puntualizar el valor significativo que tiene la relación entre una madre y sus hijos; la cual cuando es bien manejada se coronará con una hermosa amistad una vez estos lleguen a la vida adulta.
La mayoría de las mujeres sueñan con algún día tener una hija y compartir su vida, llegar a ser la clase de madre que su hija pueda admirar y a quien pueda acudir ante las diversas situaciones que enfrente en la vida. Por su parte las hijas atesoran la relación especial que tienen con su mamá, se sienten más seguras al saber que ella estará a su lado de un modo incondicional, siempre lista para prestarles apoyo o darle consejos cuando los necesiten.
Desde que nuestros hijas son pequeñas debemos ir desarrollando una relación de aceptación, sensibilidad y confianza, que a su vez esté demarcada por límites que dejen claramente establecido que como madre eres la autoridad, mientras que una amiga es “un igual”, con quien se relaciona en el mismo nivel de jerarquía (de tú a tú). El llamado que recibimos de parte de Dios para desarrollar nuestro rol de madres de tal manera que llevemos gloria a su Santo Nombre incluye lo siguiente:
- Amar a nuestros hijos incondicionalmente. 1 Pedro 4:8
- Instruirlos en cada etapa de sus vidas mientras crecen. Proverbios 22:6
- Disciplinar en amor. Proverbios 29:47/Colosenses 3:21
- Enséñales a amar a Dios y su Palabra. Deuteronomio 6:5-7
- Ejercitarlos en la obediencia y honra hacia la autoridad que sobre todo los padres representan. Éxodo 20:12
- Orar por ellos 1ra. Crónica 29:49, aún desde antes de tenerlos. 1 Samuel 1:27
Desarrollar una amistad no es la meta (aunque es parte de las bendiciones que trae consigo la maternidad). Por tanto es menester ser cuidadosas al respecto, ya que he comprobado a través de años de consejería y consulta que en la mayoría de los casos cuando las madres dicen que quieren ser “las mejores amigas de sus hijas” lo que realmente buscan es “caerles bien” y esto solo propicia confusión, una sensación de orfandad y desprotección, pues el rol de madre está quedando vacío. Como madre debes tener presente que tu hija puede conseguir múltiples amigas, tanto en el colegio, en la iglesia, etc., de hecho puede escoger de quien quiere ser amiga o no, pero sólo te puede tener a ti como madre. Tus hijas necesitan una madre que esté al mando, que sea cercana estando con ellas y por ellas, que les ayuden con sus dificultades y que también les indiquen con claridad lo que sí pueden hacer y lo que no, hasta dónde pueden llegar y hasta donde no. La clave es estar presente sin abrumar o exasperarles. “Y vosotros padres no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina e instrucción del Señor.” Efesios 6:4
Mientras va criando y a la vez construyendo una relación cercana con tus hijas ten presente lo siguiente (de igual modo con los varones):
- Los hijos necesitan un adulto que les de seguridad y sean su ejemplo.
- Cuando la madre es percibida como una igual, se genera en la hija un alto nivel de inseguridad.
- Buscar desarrollar una amistad con la hija puede ser señal de sobreprotección, y por ende ocasionar una dependencia dañina entre las dos. A la vez puede indicar carencias emocionales en la madre que busca suplir a través de esta relación de amistad.
- Entre madre e hija la amistad no debe ser nunca el objetivo principal. Lo importante es crear una buena relación basada en el respeto y la confianza mutua; tener como meta convertirse en la mejor madre que puedas para ellas, y que sepan que siempre estarás ahí para lo que necesiten.
Ahora bien, el que la relación madre-hija no sea de amigas durante los años de formación, en ningún momento quiere decir que no pueda ser cercana. De hecho, se requiere que así sea.
Las siguientes sugerencias podrían resultar de ayuda para ir desarrollando una relación cercana y sana con tu hija, con la finalidad de que una vez sea adulta puede entonces considerarte una gran amiga:
- Desde temprana edad muestra a tu hija interés en aquellos temas que son relevantes para ella, (en un inicio serán sus personajes favoritos de los muñequitos o su juguete preferido, pero con los años cambiará a temas de mayor relevancia.) Hablen de tópicos variados, ve fortaleciendo el vínculo de cercanía y la intimidad contándole tus experiencias, éxitos y fracasos, así como anhelos y sueños. El punto es dejarle saber cuánto ella te importa.
- Ten siempre presente que habrá temas que no deben ser bidireccionales, pues algunos asuntos ella lo puede tratar contigo como madre, mas no a la inversa (problemas de dinero, problemas íntimos, conflictos con su padre, etc.) Cuando las madres ignoran esto la relación se puede volver tóxica y propicia un exceso de permisividad para con los hijas.
- La confianza se construye de manera espontánea y no como una imposición. Aprovecha los momentos de esparcimiento para ir compartiendo vida con tus hijas.
- Respeta su privacidad, sobre todo en los años de la adolescencia en los cuales ellas están fortaleciendo tanto su identidad como su carácter. Toca la puerta para entrar a su habitación, no intervengas en conversaciones con sus iguales queriendo parecer una madre moderna, etc.
- Ambas deben tener el mismo derecho de expresar cuando algo no les guste de la otra, pero siempre con el debido respeto.
- Se intencional en ser parte de su día a día.
- Tu función es entenderla y tratar de pensar con su lógica. Este es el equilibrio entre ser una mamá estricta y una mamá consentidora.
- Desarrollen juntas hobbies y actividades que sean del gusto de ambas.
- Compartan un devocional o lean juntos un libro cristiano con temas de interés mutuo.
En el caso de los hijos varones los siguientes tips pueden ayudarte a complementar las sugerencias anteriores para así a desarrollar una buena relación con ellos; y que en la vida adulta les permita considerarte además de madre una amiga en quien pueden confiar y buscar sabios consejos:
- Escúchalo, los varones no son muy dados a conversar, así que cuando esté dispuesto deja todo a un lado y siéntate a prestarle atención, sin interrumpirlo. Dale los consejos puntuales y muéstrale comprensión. Demuéstrale que tiene a alguien al lado con quien puede ser totalmente honesto.
- Cuídate de juzgar sus gustos y opiniones. Esto deteriora la confianza en sí mismo y aumenta el miedo de equivocarse. Es normal que como madres nos toque señalar algunas cosas, pero lo que debes hacer es entender su punto de vista y tratar de orientarlo. No seas una madre quisquillosa.
- Los varones con dados a los deportes por naturaleza, desde sus inicios en practicar el que le guste conviértete en su principal admiradora, eso te mantendrá cerca de él. Tu rol deber ser afirmarlo, pero siempre orientándolo hacia lo que consideres que es mejor para él. Además de que tanto los momentos de victoria como los de derrota serán excelentes oportunidades para apoyarlo y estar cerca de su corazón.
En fin, como madre debes tener entre tus metas el cultivar la confianza tanto con tus hijas como con los hijos, pero nunca dejes a un lado tu rol de mamá. Mantener la línea del respeto claramente establecida es fundamental, y mientras estás criando tratarlo como un amigo jamás será una opción sana. Recuerda que los padres somos el referente de Dios para ellos, y aunque él se muestra cercano, amoroso y tierno, no negocia su autoridad ni la reverencia que le debemos.
Concluyó compartiendo contigo que el Señor me concedió el privilegio y la bendición de criar dos hijas hoy adultas, y estas cosas que aquí escribo fueron parte del proceso de formarlas y hoy puedo contar tanto con su respeto, como con una cercanía especial que nos permite reconocernos no solo como madre e hijas, sino también como amigas.
“He aquí don del Señor son los hijos.”
Salmo 127:3