“Por tanto, mis amados hermanos,
estad firmes, constantes, abundando siempre en la obra del Señor,
sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.”
1 Corintios 15:58
Comenzar una carrera, del tipo que sea, siempre será relativamente fácil comparado con el reto de terminarla y no darse por vencida. El camino del creyente hasta que llegue a la presencia de su Señor no es la excepción.
En La Palabra encontramos ejemplos de personas que no se dieron por vencidas a pesar de los obstáculos, las situaciones adversas o de sus propias debilidades. Por un lado, vemos a Noé, quien perseveró dejando de lado la humillación y las constantes críticas del pueblo; no cedió en proclamar el mensaje de Dios ni en construir el arca, por lo cual se salvó junto con su descendencia. De igual modo tenemos la vida de Ruth, quien fue constante frente a Booz, perseverando íntegramente su reputación hasta ser redimida y tomada por esposa, (Ruth 4: 13); su esfuerzo y perseverancia fueron altamente retribuidas al ser incluido su nombre en la genealogía de Cristo (Mateo 1:5).
De igual modo nosotras, como hijas escogidas y amadas de Dios (Efesios 1:4) somos exhortadas a vivir llevando toda gloria a su nombre (Isaías 43:7), no de un modo inconstante, sino firmes (Filipenses 4:1), perseverando en todo aquello que nos mantenga unidas a Él, es decir siendo fieles en la oración, en el estudio de Su palabra, en congregarnos, participar de la Santa Cena y en servir a otros.
Servir no es una opción, sino un llamado firme de parte de Dios para sus escogidos, y son varias las razones por las cuales Él nos llama a hacerlo:
- El servicio es el reflejo de la vida misma de Cristo, por tanto, debemos ser imitadores de Él en todo: “Así como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.” (Mateo 20:28)
- El servicio nos lleva a poner nuestra atención en las necesidades de otros, lo cual nos mantiene alejadas de la auto conmiseración y el egocentrismo, pero también nos ayuda a fomentar el amor como vínculo perfecto. “Más bien sírvanse unos a otros con amor.” (Gálatas 5:13)
- El servicio, también nos aleja del orgullo y la autosuficiencia pues nos vamos dando cuenta de que hay cosas que sólo podremos hacerlas en el poder que viene de Dios. “También pido en oración que entiendan la increíble grandeza del poder de Dios para nosotros, los que creemos en el.” (Efesios 1:19)
- El Servicio nos afirma en la obediencia y por ende fortalece nuestro amor por Él. “Todos los que me aman harán lo que yo diga.” (Juan 14:23)
Dependiendo de la etapa de la vida en que nos encontremos como mujeres, nuestro servicio puede lucir de diferentes maneras. Siempre recuerdo el testimonio de una señora de 90 años quien compartía con las hermanas de la congregación cómo había servido al Señor a lo largo de su vida.
Durante sus años de juventud se involucró en misiones visitando comunidades de escasos recursos; luego que terminó la universidad y se casó abrazó su llamado como esposa y madre, haciendo de su hogar su ministerio principal. Pasados los años, fue miembro activa del ministerio de intercesión y de visitación de los enfermos. Al envejecer se mantuvo sirviendo a otros, vía telefónica, pues cada día llamaba a hermanas de la congregación que necesitaban consejo o consuelo.
Si tu realidad actual es que eres una joven soltera, es probable que cuentes con mayor disponibilidad de tiempo para comprometerte en diversos ministerios. Pero, si te encuentras criando hijos y si además te ha tocado hacerlo sola (viudez, etc.) es muy probable que sientas que las horas del día no te alcanzan para cubrir ni aún lo urgente, así que ni pensar en involúcrate en algún grupo de la iglesia que te permita servir al Señor fuera de tu hogar.
Tal vez tu caso sea que tienes alguna incapacidad física y no puedas movilizarte con facilidad, por lo que se te hace difícil involucrarte. Aun así, todas estamos llamadas al servir.
Podría ser compartiendo la Palabra con tus empleadas, abriendo un grupo de oración con las madres de los compañeros de curso de tus hijos, consolando a alguien que sufre en tu entorno, llevando alimento a una familia de escasos recursos, asumiendo el compromiso de interceder por los líderes de tu iglesia, pasando consejos a mujeres recién casadas o que comienzan el proceso de crianza. Estas son sólo algunas formas como podemos servir.
No siempre nos será cómodo o fácil hacerlo, habrá ocasiones en que aun nuestro propio egoísmo o el agotamiento de una vida muy agitada podrían interponerse, pero recordar que todo lo que hacemos para Dios cuenta y en su tiempo perfecto traerá recompensa, es una gran motivación.
“Y no nos cansemos de hacer el bien, pues a su tiempo, si no nos cansamos, segaremos” (Gálatas 6:9)
El servicio no es una opción que Dios nos da sino una exhortación.
La pregunta en este punto sería: ¿Como luce una hija de Dios que persevera en el servicio?
- Tiene un corazón humilde: sabe que solo Dios debe llevarse la gloria de todo lo que hace en su nombre. Tiene siempre presente que ella no es más que un instrumento en sus manos.
- Es enseñable: esta dispuesta a aprender cosas nuevas y a ser instruida por otros constantemente.
- Vive en rendición: Servir donde se siente incapaz la lleva a presentarse ante el Señor, reconociendo que sin su ayuda le sería imposible cumplir el cometido. Sabe que solo podrá ser una sierva eficaz cuando escoge depender únicamente de el.
- Vive gozosa: hace lo que Dios le pide con la mejor disposición posible y con un corazón gozoso.
- Tiene un corazón desprendido: da, comparte, no se aferra a nada. Sabe que todo en esta tierra le pertenece a Dios y que solo es una administradora de ello.
- Es amorosa: esta consciente de que servir implica amar al prójimo y morir a las motivaciones egoístas.
No tengo idea de lo que Dios pueda estar demandando de ti hoy de un modo especifico, pero si puedo asegurarte de que ahí donde estás tu llamado es servirle a través de cada tarea que realices. Entrégate plenamente, sin importar si es a una sola persona (Tal vez cuidando a tu esposo en cama, o a tu suegra envejeciente, etc.) o frente a un grupo numeroso (enseñando a tus alumnos en un salón de clases, o exponiendo la Palabra a mujeres de tu congregación), en última instancia servimos a Jesús. Él desea nuestra obediencia y nuestro mejor esfuerzo. Y esto se aplica para todos los creyentes y no sólo para los líderes.
“El que no sirve a Dios donde se encuentra, no sirve a Dios en ninguna parte.”
Charles Spurgeon