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Perseverando hasta el fin

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Me paré en la puerta de la cocina y respiré hondo al notar la torre de trastes y el cúmulo en el fregadero que me esperaba. A la derecha, la estufa con dos calderos llenos de grasa, a la izquierda todo el mostrador con residuos de una divertida tarde de brownies. Ver todo el cuadro me turbó. Figuré cómo se ve mi cocina limpia, lo decoradita y agradable cuando todo está en orden; así que cobré ánimo pensando en el precioso cuadro final de mi menuda, pero coqueta cocina. Comencé ordenando por tipo los elementos, y arranqué mi travesía de esponja, jabón y agua. Cuando terminé en el fregadero sentí un gran alivio, mismo que duró muy poco al rotar a la derecha y notar que faltaban los calderos y demás. Una mezcla de tristeza, cansancio y enojo me sobrecogió… tomé una bocanada de aire, la solté y volví a pensar en la recompensa del final de aquel esfuerzo (mi cocina reluciente) y continúe… quitando grasa, ordenando y desinfectando.

¡Por fin! ¡Cocina limpia! ¡Qué satisfacción! Y ahí, acabando una cargada cotidianidad, trajo el Señor a mi mente una gloriosa verdad: La Recompensa del que PERSEVERA HASTA EL FIN.

En Hebreos 6, el escritor inspirado por el Espíritu Santo manifiesta un fuerte contraste: » el fin de los que desisten» y «el fin de los que persiste hasta terminar la tarea».

El que habiendo conocido las bondades de Dios en esta tierra y aún así se aleja de la obediencia a los consejos de Nuestro Señor, es comparado con una tierra que produce espinos y cardos, cosas que no sirven más que para ser echadas a la basura. Sin embargo, aquel que hasta el final de sus días obedece la instrucción eficaz de Dios, es comparado con una vegetación útil que recibe la bendición de Dios:

«… están destinados para cosas mejores, las cuales vienen con la salvación. Pues Dios no es injusto. No olvidará con cuánto esfuerzo han trabajado para él y cómo han demostrado su amor por él sirviendo a otros creyentes como todavía lo hacen. Nuestro gran deseo es que sigan amando a los demás mientras tengan vida, para asegurarse de que lo que esperan se hará realidad. Entonces, no se volverán torpes ni indiferentes espiritualmente. En cambio, seguirán el ejemplo de quienes, gracias a su fe y perseverancia, heredarán las promesas de Dios.»  (Hebreos 6:9-12 NTV)

Así como es ilógico entender que la cocina limpia sería sólo lavar los trastes del fregadero, olvidando que el espacio implica su totalidad (estufa, mostrador); así de ilógico en nuestra vida cristiana si sólo en algunas áreas somos obedientes, o si nos alimentamos de glorias pasadas de nuestra vida de fe, olvidando que nuestro caminar de discípulos es una labor del día a día, no por un breve tiempo, sino mientras respiremos aquí. Cristo no sólo obedeció por 3 años, o cumplió con el Padre encaminando a los discípulos, o al hacer grandes hazañas… ¿Qué hubiese sido de nuestra esperanza si en el Getsemaní hubiese desistido?… ¡Pero su amor lo llevó a obedecer hasta la muerte! y al hacerlo, recibió lo esperado: resucitó y se sentó a la derecha de Dios Padre y nos dio vida eterna junto a Él.

Tras el pecado, la Tierra se nos resiste: Nos cansamos, nos desanimamos, recibimos malas noticias, perdemos muchas cosas, perdemos el enfoque, se hace fácil desobedecer y pesado ser fiel a Dios. Pero, nuestro Señor nos ha dejado plasmada en Las Escrituras su Verdad Fortalecedora que nos ayuda a continuar un día a la vez hasta el fin:

Gálatas 6:9
«Y no nos cansemos de hacer el bien, pues a su tiempo, si no nos cansamos, segaremos.»

Hebreos 12:1
«Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.»

Santiago 1:12
«Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la corona de la vida que {el Señor} ha prometido a los que le aman.»

Siempre hay un fin del camino, ¿Cuál será el tuyo? Sin importar la tortuosidad de los días, las adversidades en casa, las batallas con tu concupiscencia diaria, recuerda esforzarte y ser valiente, sin temor, sabiendo que nuestro Dios estará todos los días con nosotros, hasta el fin del mundo. (Mateo 28:20)