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Paradojas del ministerio – Pastor Miguel Núñez

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Continuando la serie Poder En La Debilidad, el pastor Miguel Núñez predicó hoy sobre 2 Corintios 6:3-10, cuyo mensaje fue titulado:  Paradojas Del Ministerio. Este texto está lleno de propósitos, y muestra la gran paradoja que representa la vida del apóstol Pablo.

La semana pasada el mensaje fue sobre los versículos 1 y 2 de este capítulo 6, terminando en que si somos embajadores de Cristo, colaboradores de Dios, no debemos recibir el don de la salvación en vano ni rechazarlo, y debemos llevar este mensaje del evangelio hasta los confines de la tierra.

En los versículos que analizamos hoy, que muestran las dificultades y privaciones de Pablo, el apóstol nos exhorta a vivir y actuar de manera conveniente al carácter de siervos de Dios. Pablo lo hizo así con mucha paciencia en las aflicciones, actuando sobre la base de buenos principios, y con el debido carácter y conducta. Los creyentes necesitan diariamente la gracia de Dios para armarse contra las tentaciones y para soportar la buena opinión de los hombres sin enorgullecerse; y para sufrir con paciencia sus reproches. La gran paradoja del ministerio es que los creyentes nada tienen en sí mismos, pero poseen todas las cosas en Cristo. La vida del cristiano está hecha de tales diferencias, y a través de tal variedad de condiciones va nuestro camino al cielo. Ahora el tiempo se emplea en propósitos útiles, no en cosas vanas, y son enriquecidos por el evangelio, tanto para este mundo como para el venidero.  Las paradojas finales de los versículos del 8 al 10 parecen describir la vida de Pablo, desde el punto de vista de sus críticos y desde el punto de vista de Dios.

El trabajar para Dios no es garantía de bendiciones materiales como el mundo lo ve, pero si tiene las garantías espirituales, que son las promesas de Dios en Su Palabra. El apóstol Pablo vivió esa paradoja, fue el apóstol más usado por Dios, pero fue el más vituperado y vejado.

Pablo se autodenomina embajador de Cristo, colaborador de Dios, lo que hacía que hablara de su evangelio como si fuera el autor, porque está completamente identificado con la causa de Cristo. Se recomienda a sí mismo como ministro del evangelio por las vicisitudes que había vivido, sus credenciales. Es una autodefensa de su ministerio. Porque un colaborador de Dios está dispuesto a darlo todo por Su causa.

Comienza con la perseverancia. El cristiano persevera en el trabajo aunque tenga todas las restricciones y resistencias que pudieran existir. El falso maestro sale corriendo con las adversidades, y busca nuevas ovejas.  Las aflicciones, privaciones y angustias de Pablo no fueron obstáculos para amedrentar su perseverancia. Esta es una gran paradoja.

Igualmente, cuando expresa que ha recibido azotes, prisiones, en tumultos, trabajos, desvelos y ayunos. También es una gran paradoja, el ser usado por Dios y ser azotado por la vida. Hay una relación directamente proporcional en estas condiciones, la historia lo demuestra, desde Moisés, Pablo, hasta Lutero.  Pablo reconoce que todas estas experiencias de dificultades, aflicciones, etc, han sido para Dios trabajar en él. Creció en paciencia, pureza, bondad y conocimiento de Dios,  frutos del espíritu, y es que Dios no te usa grandemente hasta que no te hiere profundamente. 

La vida de Pablo fue siempre una paradoja. Era vituperado y reconocido, azotado y no muerto, entristecido pero gozoso, pobre material pero enriquecía a los demás espiritualmente, no poseía nada material pero en Cristo lo poseía todo, y todas estas cosas provenían del Espíritu Santo. El que no conoce a Cristo no posee nada, mientras que el conoce y tiene a Cristo lo posee todo.

Nuestra confianza no está en las buenas circunstancias o en mi habilidad de ver las  circunstancias, nuestra confianza esta en Cristo, en Dios y las promesas de Su Palabra.

Padre celestial, pedimos que aumentes nuestra fe y nos llenes de Tu Santo Espiritu para poder una vida parecida a la del apóstol Pablo, que supo vivir en pobreza y en abundancia, y aún siendo encarcelado, azotado, vituperado, nunca perdió el gozo de tenerte y de servirte. Bendiciones.

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