Inicio Artículos Pablo, una vida transformada por el poder de Dios

Pablo, una vida transformada por el poder de Dios

4601
0

“Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia
(Filipenses 1:21)

Definitivamente, la conversión de Pablo es un buen recordatorio del poder transformador de Dios. A lo largo del Nuevo Testamento, Pablo nos relata su propia historia de redención, de ser un terrorista hasta convertirse en un siervo de Dios.

Pablo era un judío estricto, fariseo, hijo de fariseos, “celoso” del cumplimiento de la Ley, estudiante de Gamaliel, respetado por todo el pueblo. Estaba absolutamente convencido de su propia justicia, de que estaba haciendo lo correcto. En el libro de Hechos, Pablo menciona que perseguía la iglesia en un grado extremo. La imagen es de un hombre enojado y violento. Él mismo evidenció y aprobó el apedreamiento de Esteban (uno de los discípulos), arrastraba a los cristianos y los echaba en la cárcel, y cuando eran condenados a la muerte daba su voto contra ellos (Hechos 7:58; 8:1,3). En 1 Timoteo 1:13-16, él se refiere a sí mismo como “blasfemo, perseguidor y agresor”, el peor de los pecadores.

PERO… la gracia de nuestro Señor fue más que abundante, con la fe y el amor que se hallan en Cristo Jesús”. Dios intervino en el camino de Pablo. De hecho, Pablo seguía persiguiendo a los cristianos aun hasta las ciudades extranjeras, cuando Jesús le habló de camino a Damasco (Hechos 26:11-14). Le abrió los ojos y le dio un nuevo corazón.  Fue lleno con Su Espíritu y recibió revelación a través de Cristo mismo. Pablo fue transformado hasta convertirse en siervo, dispuesto a sufrir y dar su propia vida por la Causa de Cristo y Su evangelio.

¡Y así mismo sucedió! Pablo tuvo que padecer por causa de Cristo. Él es ahora el perseguido, maltratado, humillado y rechazado a causa del evangelio. Fueron muchas las aflicciones y pruebas que Pablo tuvo que enfrentar, transformándolo en un hombre más dócil, compasivo y lleno de gracia, consagrado en humildad para seguir la dirección de su Salvador

Ahora como siervo, Pablo aprende a vivir para Cristo, en obediencia, sin importar las circunstancias. Incluso, estando en prisión, escribe el más completo tratado acerca del gozo y contentamiento cristiano: Filipenses. Dios inspiró al apóstol a escribir de esto, porque la experiencia y la realidad de su salvación no estaban reservadas solo para él, están disponibles para todo cristiano.

“Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia.”
(Filipenses 1:21)

Para Pablo, «Vivir es Cristo» significaba:

  1. Proclamar el evangelio:  Pablo predicaba en todas partes, en todo tiempo y a todo tipo de personas. Su mensaje era constante: «Jesucristo, y a este crucificado» (1 Corintios 2:2).
  2. Imitar el ejemplo de Cristo:
    “Sed imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo” (1 Corintios 11:1)
    , “Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús,” (Filipenses 2:5).
  3. Renunciar a todo lo que nos impide tenerle a Él: Cristo es nuestro Tesoro.
    “Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo…” (Filipenses 3:7-8)
    .
  4. Saber que Él es nuestro enfoque y nuestra meta: Todo lo que hacemos, lo hacemos para la gloria de Cristo. Mientras corremos “la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe.” (Hebreos 12:1-2).
  5. Saber que Él es nuestro gozo: Cristo es la fuente de deleite y satisfacción. Este gozo proviene de ser salvado por Cristo, de conocerle y de tenerlo como el mayor tesoro de nuestro corazón.
    Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4)

Para Pablo, «morir es ganancia» implica:

  1. Ser hechos santos y perfectos: No habrá más pecado en nosotros. Se habrá acabado la lucha interna.
    “Porque lo que hago, no lo entiendo; porque no practico lo que quiero hacer, sino que lo que aborrezco, eso hago.” (Romanos 7:15)
  2. Ser librados de las aflicciones de este mundo:
    “Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada.” (Romanos 8:18)
  3. Tener descanso eterno: Cuando partamos para estar con el Señor nuestra alma entrará en un descanso profundo. Habrá tal serenidad bajo la mirada vigilante de Dios, que sobrepasará todo lo que hemos conocido aquí.
  4. Tener eterna Morada en los cielos.
    “Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20)
  5. Estar con Cristo: ¡Este debe ser nuestro más grande anhelo!  ¡Al morir estaremos con Cristo!   
    “pero cobramos ánimo y preferimos más bien estar ausentes del cuerpo y habitar con el Señor” (2 Corintios 5:8)

En conclusión, Pablo está tratando de decir que era indiferente a cualquier situación, “ya sea que viva o muera», porque, teniendo a Cristo, considera que ambos son ganancia. Todo lo que fue y todo lo que esperaba ser apuntaba a Cristo. Desde el momento de su conversión hasta su martirio, cada uno de sus pasos estaba dirigido para hacer avanzar el conocimiento del evangelio y la iglesia, y dar gloria a Cristo.

Que, en nuestras vidas como creyentes, podamos exaltar a Cristo, que queramos imitarle, anhelarlo como el único tesoro de nuestro corazón, la meta que perseguimos, la esperanza para nuestro futuro, el gozo que nos satisface, y el poder que nos capacita para glorificar a Dios. Que, así como en la vida de Pablo, lo único que necesitemos y deseemos lo encontremos en Cristo. ¡Únicamente en Él!

Así, podemos declarar junto al salmista: “En cuanto a mí, en justicia contemplaré tu rostro; al despertar, me saciaré cuando contemple tu imagen” (Salmo 17:15).