Inicio Artículos Pablo, un líder que no juzga según las apariencias externas

Pablo, un líder que no juzga según las apariencias externas

1357
0

“De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es;
las cosas viejas pasaron, ahora han sido hechas nuevas”
(2 Corintios 5:17)

-La conversión de Saulo de Tarso fue el reclutamiento de un nuevo dirigente.  Este fue un trabajo que el mismo Cristo ejecutó; probablemente, el acontecimiento más importante en la historia del cristianismo sea la conversión de Saulo, porque no solo quitó del frente a un activo enemigo del evangelio, sino que además lo transformó en uno de sus principales propagandistas.

Saulo o Pablo, como generalmente se le conoce, nació dentro de una estricta familia hebrea, cerca del primer siglo.  Tarso fue su ciudad natal, era la agitada metrópoli de Cilicia y estaba situada al noreste del mar Mediterráneo; la ciudad era de gran importancia por su centro naval.  La universidad de Tarso era conocida por sus cursos en filosofía y medicina y el templo de Esculapio, el dios de la salud servía como hospital y clínica para el uso de los estudiantes de la ciencia médica.  No se puede afirmar si Pablo alguna vez concurrió a esa universidad, pero difícilmente pudo haberse escapado de la influencia que aquella ejercía sobre el pensamiento y la vida de la ciudad.  Fue educado estrictamente conforme a las buenas costumbres judías; aprendió la lengua y las Escrituras hebreas, y también el oficio de hacer tiendas (Hechos 18:3). Conocía el arameo, que probablemente hablaban en la casa y también el griego que era la lengua dominante en Tarso.  A la edad de doce años lo enviaron a Jerusalén a estudiar con Gamaliel (Hech.22:3); y según su propio testimonio, hizo buenos adelantos en sus estudios (Gálatas 1:14). Por convicción era fariseo y su celo puede medirse por la intensidad con que persiguió la iglesia (Hechos 26:9-11). Siendo muy joven ya era un dirigente en el judaísmo.  El lenguaje de Hechos 26:10, “… Yo di mi voto contra ellos”, si se toma literalmente, implica que era un miembro del Sanedrín; así que, cuando el martirio de Esteban debió tener unos treinta años o más.

Recordemos que Saulo de Tarso aparece primero en las páginas de Los Hechos como un joven que cuida las ropas de los que apedreaban a Esteban, y se añade que él “consentía en su muerte(Hechos 7:58; 8:1).  Tres relatos más adelante encontramos cómo Jesús le sale al encuentro.   Pablo, ya convertido inició un verdadero movimiento en la iglesia, es quien ahora defiende el evangelio de Cristo delante de audiencias verdaderamente hostiles.

Los antecedentes morales de su conversión están insinuados en el relato de su vida privada que se encuentra en Romanos 7.  Perseguido por la conciencia de su pecado, como resultado del conocimiento de la ley, encontró que el bien que quería hacer, no podía hacerlo, y que el mal que quería evitar estaba siempre presente con él (Romanos 7:19).

La historia de la conversión de este gran líder cristiano es una enseñanza increíblemente alentadora, y cada vez que la leemos, encontramos cosas nuevas para aplicarlas a nuestras propias vidas.

Dos son las cosas necesarias para que nuestra vida sea vivida para Cristo: la regeneración y la reconciliación.

-La regeneración es la renovación del espíritu, cuando por la fe somos salvos al aceptar a Cristo como nuestro Salvador y Señor. La obra de la redención cambió de tal forma la faz de las cosas, que Pablo, una vez convertido a Cristo, ya no juzga por las apariencias exteriores, ya no conoce según la carne a nadie, por esa razón expresa: De manera que nosotros de ahora en adelante ya no conocemos a nadie según la carne.” (2 Corintios 5:16a) – ”de ahora en adelante” no significa desde que escribió la 2da carta a los corintios, sino ”desde que fui hecho nueva criatura en Cristo(2 Corintios 5:17).  ¿Por qué?  Porque antes de su conversión la idea que Pablo tenía de Cristo era “la mentalidad rabínica”.  Ahora veía a Cristo como la Cabeza de la nueva humanidad y a los creyentes como miembros de dicha Cabeza.  En esta nueva visión, Pablo no excluye a nadie de la novedad que la obra de Cristo ha inaugurado.  Todas nosotras somos parte de esa órbita de la redención. 

Somos “nuevas criaturas”, hemos sido redimidas, y por esta razón debemos esforzarnos para llevar la predicación del evangelio a otras criaturas (Marcos 16:15, 16); contar lo que Cristo ha hecho en nuestras vidas, cómo nos encontró cuando estábamos vagando sin rumbo, sin esperanza, con hambre y sed de justicia, muertas espirituales en delitos y pecados. Debemos contar a otras cómo Jesús nos salió al encuentro y nos reconcilió con Su Padre, nos selló con el Espíritu Santo hasta la redención futura.  Debemos ser entes de reconciliación.

Como somos nuevas criaturas, tal como hizo Pablo, ya no debemos ver a los demás según la carne, sino ver en cada persona la imagen de Cristo, no ver la apariencia exterior, sino lo que esa persona puede llegar a ser, una “nueva criatura en Cristo”.  Pensemos en esa “compañerita de la oficina”, en la vecina que a veces pone la “basurita” en mi frente, o el motorista o el carro público que se nos atraviesa cuando menos lo esperamos. 

Es mi oración que Jesús alumbre los ojos de nuestro entendimiento y nos ayude a ver “como Él los ve”, porque “ya somos nuevas criaturas, las cosas viejas pasaron, ahora han sido hechas nuevas”; por la fe vivimos en novedad de vida.

Dios les bendiga.