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¡No seamos fariseas!

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“Así también ustedes, por fuera dan la impresión de ser justos, pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad
(Mateo 23:28 NBLA)

Es posible que pienses que asistir regularmente a la iglesia pueda añadir a tu salvación o que quizás te llevará a estar en paz con Dios; y aunque sí es muy necesario cumplir con el mandamiento de congregarnos para nuestra edificación y la de los demás, jamás debemos pensar que con esto añadiremos salvación a nuestras vidas, porque en tal caso, estaríamos comportándonos de una manera religiosa sin descansar en la soberanía de Dios, quien es el que otorga la salvación a través de su Hijo Jesús.

La verdad es, que como cristianas, podemos caer en rituales espirituales que no aportarán nada a nuestra santidad o cercanía con Dios, si tan solo lo hacemos de una manera mecánica. Por ejemplo, cada mañana, puedes hacer tú devocional fielmente y no estar creciendo espiritualmente porque realmente no has conectado con Dios, simplemente te has limitado a cumplir normas, que al final no transforman tú interior.

Lo que quiero decir con esto, es que, en nuestro momento de buscar de Dios, ya sea con un devocional o asistiendo a la iglesia, lo hagamos con un corazón rendido, dispuestas a servir, presentando nuestras vidas delante del Señor, dispuestas a soltar lo que Dios nos está pidiendo y a renunciar a todas aquellas cosas que nos impiden estar más cerca de Él.

Las siguientes preguntas te pueden ayudar a medir tu grado de fariseísmo o el crecimiento espiritual en el que a lo mejor te encuentras.

¿Estás amando a tu prójimo con sus diferencias?

¿Estás perdonando de corazón a los que te ofenden?

¿Estás viviendo genuinamente para Cristo o aún te sientes atraída hacia el pecado?

¿Te encuentras criticando frecuentemente a tus hermanos en Cristo?

¿Sientes que te portas mejor que muchas hermanas de la congregación?

¿Piensas que tus buenas obras están añadiendo a tu salvación?

Evalúa tu relación con el Señor, medita de qué manera te estás encontrando con Él; no permitas que el fariseísmo te arrope. Rinde tu vida a la transformadora Verdad del Evangelio.

Como cristianas, debemos vivir renovando nuestra mente, nuestro entendimiento con la Verdad de Dios, con esa Verdad que edifica y transforma nuestra mala manera de ver la vida, dejando que cada día Su Palabra nos permita romper con todo pecado que nos asedia.

He tenido que venir tantas veces a los pies de mi Salvador, para dejar allí “la farisea” que se encuentra en mí, reconociendo mi incapacidad para salvarme y cambiarme, mi incapacidad para renunciar muchas veces al pecado, pero como dice Hebreos 12:1, tenemos que despojarnos de ese peso y de todo pecado que nos envuelve, para correr con paciencia la carrera que tenemos por delante. La clave es mantenernos firmes, ejercitándonos en la piedad, absorbiendo Su Palabra, y cada día venir en arrepentimiento, resistiendo “ese pecado que quiere arroparnos”, reconociendo a la vez, que solamente de Jesús viene el poder para nuestra salvación y que Él tiene la capacidad de cambiar, de transformar esas partes oscuras de nuestras vidas.

Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.”
(Hebreos 12:1-2 RV1960)

Tenemos que procurar nuestro crecimiento espiritual cada día, y a medida que vayamos creciendo, vamos siendo transformadas, cambiadas desde dentro. El crecimiento espiritual es un cambio en nuestro corazón, que nos lleva a ver más grande a Cristo, y a nosotras, más pequeñas, para así poder renunciar a todo lo que nos aleja de vivir vidas santas.

“Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.”
(1 Pedro 1:16)

Deseemos ser como el Maestro, deseemos vivir libres con la libertad que Jesús nos otorgó, caminar de espaldas al mundo; no amando lo que el mundo ama y no sirviendo a lo que el mundo sirve.

Toma tu fe en serio y deja que Tu Salvador tome las riendas de tu vida, que Él sea el que trace las pautas a seguir y que tú puedas tener un corazón devoto solo a Él. Jesús te encontró, no para dejarte igual, Él quiere que aprendas a caminar con las reglas de Su reino.

Oremos juntas: ¡Oh, Señor, que venga a nosotras tu reino y que toda hipocresía y legalismo salgan de nuestras vidas! ¡Ayúdanos a conducirnos sabiamente y a ser santas porque Tú eres Santo! ¡Amén!