Este domingo, el pastor Miguel Núñez predicó el sermón Misión cumplida basado en Hechos 28. Este sermón es el último de la serie sobre el libro de Hechos, Hasta los confines de la tierra. Hechos 28 es el último capítulo de una detallada historia del nacimiento, crecimiento y expansión de la iglesia.
La semana anterior estuvimos viendo lecciones espirituales aprendidas a partir del naufragio del apóstol Pablo durante la travesía que él hizo desde Cesarea, donde estuvo preso por dos años, hasta llegar a nado junto con sus compañeros a una isla desconocida para ellos como fruto de un naufragio. El barco se echó a perder y toda la carga también; pero las vidas fueron preservadas.
En el texto de hoy, conocemos el nombre de la isla a donde Pablo y sus compañeros arribaron y algunos de los acontecimientos ocurridos en dicho lugar. Al mismo tiempo veremos como Pablo finalmente llega a Roma, que era la promesa que Pablo había escuchado de parte de Dios. Sin embargo, Cristo prometió enviar el Espíritu Santo para darles poder de forma tal que el mensaje de Dios pudiera llegar hasta los confines de la tierra y para que gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación pudiera llegar a conocerle. Esto nos deja ver que, a la luz de la Gran Comisión, Roma no era la meta final porque no representaba dichos confines; Roma mas bien era el centro—mas que los confines del mundo, era el centro geopolítico de ese entonces.
Al principio del libro de Los Hechos, el movimiento cristiano estaba limitado a Jerusalén y a unos pocos hombres y algunas mujeres. Pero al final del libro, apenas 30 años después, la fe cristiana ya había pasado a ser una religión mundial, con raíces e influencias destinadas a cambiar el curso de la civilización. La llegada de Pablo a Roma representó el paso del evangelio de Jerusalén a Roma y de los judíos a los gentiles.
En Hechos 28:1-15, aprendemos que el nombre de la Isla donde arribaron era Malta, una isla pequeña al sur de Italia. De acuerdo con el Hechos 28:2, los que naufragaron recibieron “toda clase de atenciones” hasta el punto de hacerles una hoguera a causa de la lluvia y del frío que hacía ese día. En esas atenciones recibidas vemos la providencia de Dios a favor de Pablo que pasó de ser un prisionero a ser el líder principal del grupo durante la tormenta y aún después. Pero al mismo tiempo, vemos la imagen de Dios a través de personas como las de Malta, quienes no eran cristianas mostrando cuidado por estos recién llegados. Eso es parte de lo que llamamos la gracia común de Dios que está disponible para todos los hombres.
Pero hay algo mas en este texto que vemos del ser humano y es que la caída nos convirtió en hombres poco objetivos, fácilmente impresionables e idólatras. Lo vemos cuando Pablo comienza a recoger leña para el fuego y de repente en medio de la lluvia sale una víbora que lo muerde y se queda pegada de su mano. Al ver esto, inmediatamente la gente concluyó: “Sin duda que este hombre es un asesino, pues aunque fue salvado del mar, Justicia no le ha concedido vivir.” (v.2) Una sola mordida de la víbora fue suficiente para concluir que Pablo era un asesino sin que ellos hubiesen escuchado nada malo acerca de él.
Despues Pablo sacude la serpiente en el fuego y los isleños se ponen a observar a Pablo esperando verlo hincharse o morir. “…Pero después de esperar por largo rato, y de no observar nada anormal en él, cambiaron de parecer y decían que era un dios.” (Hechos 28:5)En un rato, Pablo pasó de ser un náufrago bien recibido, a ser un asesino, a ser un dios. Así es la mente caída del hombre: altamente impresionable y nada objetiva.
La generosidad de estos isleños se mostró también en la manera como un hombre llamado Publio, reconocido como el hombre principal de la isla, los acogió en unas tierras que él poseía. El padre de este hombre estaba enfermo y Pablo impuso sus manos y lo sanó y luego vinieron otros que también fueron sanados. Dios siguió mostrando su cuidado providencial como vemos en el versículo 10, “También nos honraron con muchas demostraciones de respeto, y cuando estábamos para zarpar, nos suplieron con todo lo necesario.”
Pablo y el resto de los naufragados pasaron tres meses en la isla de Malta. Y luego zarparon para Roma pasando por Siracusa, Regio y Puteoli (Hechos 28: 11-14). Finalmente, Pablo llega a Roma (Hechos 28:15-22). El versículo 15 dice, “Cuando los hermanos tuvieron noticia de nuestra llegada, vinieron desde allá a recibirnos hasta el Foro de Apio y Las Tres Tabernas; y cuando Pablo los vio, dio gracias a Dios y cobró ánimo.” Cómo los hermanos se enteraron de que Pablo había llegado a Roma, no sabemos. Pero evidentemente Pablo era tan amado que, al enterarse de su llegada al puerto, algunos no esperaron para recibirlo en la ciudad, sino que salieron a su encuentro y algunos se encontraron con él.
El ver a estos hermanos produjo en Pablo agradecimiento a Dios y le llevó a cobrar ánimo. El hecho de que Lucas anotara que Pablo cobró ánimo al ver a los hermanos nos deja ver que Pablo llegó a Roma en necesidad de ser levantado y a la verdad que sus experiencias no fueron para menos (2 Corintios 11). Pablo llega a Roma después de años de dolor y sufrimiento (Hechos 28:23-27). Pablo llega a Roma lleno de cicatrices físicas y emocionales. No debe extrañarnos que Lucas hable de que, al ver a los hermanos cobró ánimo.
La providencia de Dios hizo posible que Pablo recibiera un trato especial… no un trato de prisionero, sino mas bien un trato distinguido. “Cuando entramos en Roma, el centurión entregó los presos al prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con el soldado que lo custodiaba.” (v.16).
Ahora, uno esperaría que después de un viaje que duró varios meses para completarse, Pablo se tomaría un mes para descansar… pero no lo hizo. Tres días, después, ya estaba ministrando. Pablo reúne a los representantes de los judíos en Roma y les resume su problema:
- No he hecho nada “contra nuestro pueblo ni contra las tradiciones de nuestros padres”… (Hechos 28:17).
- Me acusaron frente a los romanos, pero estos me encontraron inocente y “quisieron ponerme en libertad, pues no encontraron causa para condenarme a muerte” (Hechos 28:18).
- Pero los judíos estuvieron en mi contra y entonces “me vi obligado a apelar al César” (Hechos 28:19).
- Pero mi apelación al César, “no se debió a que guardara una contra-acusación contra mi pueblo” (Hechos 28:19).
Los líderes judíos informaron que ellos no habían escuchado nada malo en contra de él y expresaron el deseo de escuchar mas de Pablo y de la secta de los cristianos, ya que por todas partes se habla mal de ella (Hechos 28:23-24). Acordaron un día desde la mañana hasta la tarde, Pablo trató de “persuadirlos acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas.” (v.23)Pablo trató de hacer con ellos lo mismo que Jesús trató de hacer con los dos discípulos que iban camino a Emaús: usar el Antiguo Testamento para mostrarles que Jesús era el Cristo o el Mesías. Ese día, “Algunos eran persuadidos con lo que se decía, pero otros no creían.” (v.24)
Creo que en este momento, Pablo estaba un poco cansado de ver el rechazo de los judíos al mensaje de salvación de nuestro Dios. Y por eso pronuncia la palabras de Hechos 28:25-27. Dios pronunció estas palabras a Isaías el día en que el profeta fuera llamado al ministerio como una manera de hacerle ver que Israel había sido juzgado por su rechazo continuo a la revelación de Dios. Cuando a Cristo le preguntaron que porqué les hablaba en parábolas, el pronunció exactamente las mismas palabras del profeta Isaías: las parábolas revelaban cosas y escondían cosas. Revelaban verdades a aquellos a quienes Dios les estaba abriendo el entendimiento, pero escondían las mismas verdades para aquellos que estaban siendo juzgados.
Un mensaje no entendible fue la primera parte del juicio y la segunda está expresada en Hechos 28:28-29: “Sabed, por tanto, que esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles. Ellos sí oirán. Y cuando hubo dicho esto, los judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí.”
A partir de ahí, Pablo queda en prisión por dos años completos, con total libertad para recibir a todo aquel que quisiera visitarlo. De hecho, a Pablo se le permitió que alquilara una habitación donde estaría él y el guarda al cual estaba atado (Hechos 28:30-31).
Pablo se enfocó en dos tópicos de acuerdo con lo que leímos: el reino de Dios y todo lo concerniente al Señor Jesucristo. Eso hizo Jesús con los dos discípulos que iban camino a Emaús. Una vez mas la providencia de Dios permitió que Pablo viviera esos dos años, en prisión, pero como libre. Todo el mundo podía visitarlo y él predicó libremente sin estorbo. Pablo se mantuvo muy activo durante sus dos años: el escribió la carta a los Filipenses, Efesios, Colosenses y a Filemón. Parecería que durante este tiempo Pablo tuvo a Timoteo porque cuando él escribe la carta a los filipenses desde Roma, la escribe de parte de él y de Timoteo.
El libro de Los Hechos termina en el capítulo 28 pero el evangelio no ha llegado a los confines de la tierra. El resto de la tarea nos toca a nosotros. Nosotros tenemos que imitar el ministerio de Pablo y seguir escribiendo el libro de Los Hechos. Si la autoridad de Cristo es absoluta y se extiende desde la tierra hasta los cielos, cuando vayamos por todo el mundo no tenemos nada que temer—ni a gobiernos terrenales, ni a los desastres naturales, ni a la oposición de Satanás y la guerra espiritual, ni a las enfermedades… ni a la muerte (Mateo 10:28).
En Cristo tenemos Sus promesas y en el evangelio tenemos Su poder. Cuando Su mensaje de vida intercepta mi muerte espiritual, yo comienzo a vivir. Cuando Su mensaje penetra la mente humana, la ilumina y al corazón, lo sensibiliza. Cuando Su mensaje encuentra mi falta de rumbo en la vida, le da dirección y cuando las Buenas Nuevas encuentran mis heridas, las sanan.
La Gran comisión es la manera de traer a las naciones al señorío de Cristo y de destruir los ídolos y dioses paganos que las esclavizan. 2.8 billones de personas aún viven en las regiones denominadas como “no alcanzadas por el Evangelio”—allí mueren 50,000 personas diarias sin nunca haber experimentado el gozo de las naciones, la redención de su alma y de su condición.
Romanos 10:14-15 dice, “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no son enviados? Tal como está escrito: ¡CUAN HERMOSOS SON LOS PIES DE LOS QUE ANUNCIAN EL EVANGELIO DEL BIEN!” Ve en nombre de Cristo y proclama Su evangelio y sé de aquellos que están escribiendo a Hechos 29.