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Lecciones de la vida de Ana  

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Su historia es fascinante. Se nos presenta al inicio, con gran tristeza y frustración por años de esterilidad y la constante burla de su rival Penina. Como podemos ver en los versos del 4 al 8 de 1 de Samuel, Ana, su esposo y su otra mujer con sus hijos subían cada año a una celebración especial de sacrificio. Era un evento especial. Imagino que no solo subían ellos, seguramente otros amigos y familiares también. Las mujeres subían con sus esposos e hijos. Quizás algunas amigas de Ana también lo hacían. Y en esos eventos sociales y familiares, Ana no solo sufría el dolor por el anhelo insatisfecho de ser madre, sino también por el ataque de Penina y la presión social de su época que añadían más dolor. Sin duda, ella se sentía inferior, menospreciada por la sociedad, humillada por su rival y olvidada por Dios. ¿Te suena familiar?  

Generalmente cuando estamos en tiempos de espera, ya sea por una soltería que no parece terminar, un hijo que no llega o cualquier otro anhelo insatisfecho, los eventos sociales son territorios temidos porque es común que en ellos la gente nos hiera, presione o lastime aun si querer. Conozco muchas solteras que temen ir a bodas familiares por esta razón.  

Es interesante que en el verso 6 se nos dice que era DIOS mismo quien tenía a Ana en esa situación. A veces nuestro buen Padre nos coloca en situaciones como esas por razones que solo El conoce. En algunos casos puede tratarse de una disciplina divina, en otros simplemente la soberanía de Dios que ha elegido esas circunstancias para nosotras. En el caso de Ana, me atrevo a especular que se trataba de una plataforma para Dios mostrar Su gloria (como en el caso del ciego de nacimiento en los evangelios). Pero Ana no lo sabía en ese momento. Ella sufría y nos cuenta la historia que llegaba a entristecerse tanto que ni comía. Permíteme preguntarte ¿Cómo reaccionas cuando eres atacada? ¿Cómo reaccionas cuando se burlan de ti o cuando te menosprecian? Al parecer Ana sufría en silencio. Y quisiera aquí detenerme un momento para que miremos juntas lo que ella no hizo: 

  1. No fue donde su esposo a acusar a Penina de maltrato ni a exigirle que elija entre las dos. No trató de ponerlo en contra de ella. A veces cuando alguien nos hiere, buscamos poner a otros en su contra para que sepan que ¨clase de persona es¨. Y que de alguna forma esa persona que nos hirió sufra el menosprecio de otros. Sembramos cizaña entre hermanos y amigos por el dolor que sentimos. Hermanas esta es una reacción pecaminosa. En Proverbios 6, el Señor nos revela siete cosas que aborrece, entre ellas ¨el que siembra discordia entre hermanos¨.  Debemos tener cuidado de no causar divisiones forzando a los demás a tomar partido por nosotras. Seamos como Ana y decidamos acudir a Dios para que El nos defienda y no poner nuestra esperanza en los hombres.  
  1. No fue donde sus amigas a quejarse de su vida y suerte. Esta es una tentación que sufrimos de forma especial las mujeres. Como sabemos, nos encanta desahogarnos, con solo hablar ya nos sentimos mejor. El problema es que cuando nos quejamos, lo hacemos contra Dios. Dejamos Su Nombre mal parado, lo afrentamos, porque es El quien ha permitido u orquestado nuestra situación. Tengamos cuidado de que no nos pase que nos encontremos chismeando contra Dios.  
  1. No se escondió ni dejó de ir a los eventos anuales de los sacrificios. Aquí tenemos otra tendencia humana. Escondernos para no pasar vergüenza. El problema con esto es que le estamos dando demasiada importancia a la aprobación de los demás y aquí podríamos identificar un ídolo.  Por otro lado, es un tema de orgullo. No queremos pasar el mal rato de sentirnos en una posición vulnerable o inferior, pero una vez más, recordemos que es Dios quien ha permitido que nos encontremos en esa situación.  
  1. No se vengó de Penina ni le devolvió mal por mal. Ana pudo haber ideado formas de vengarse de ella. Es notorio en el texto que Elcana amaba más a Ana. Y en ocasiones nos podríamos ver tentadas a vengarnos cuando contamos con medios para hacerlo. Pero estaríamos pecando. El Señor nos ha ordenado perdonar a quienes nos lastiman. Como hijas de Dios debemos recordar que nosotras también hemos sido perdonadas por nuestro Dios y extenderle la misma gracia a quien peca contra nosotras. Lo sé, muchas veces es difícil perdonar, hay heridas profundas y mucho dolor, pero contamos con el Espíritu Santo y Su poder en nosotras para ayudarnos a hacer la voluntad de Dios. Y si el sentido de justicia te atormenta, recuerda que Él ha dicho ¨mía es la venganza, yo pagaré¨. Deja que Dios sea Dios y sea quien juzgue, condene y perdone.  

No sé tú, pero yo muchas veces reacciono queriendo que se haga justicia y buscando lograrla por mi propia cuenta. Se me olvida que el Señor ya nos advirtió que ¨la ira del hombre no obra la justicia de Dios. ¨ (Sgto. 1:20). Permíteme aclararte algo, solo DIOS conoce los corazones. Quizás tú consideres que la falta que se cometió contra ti es demasiado grande y Dios que conoce las circunstancias, entiende que esa persona actúo así por razones que tu no conoces y no la juzga con tanta severidad como tu entiendes que debería ser. En otro caso, pudieras pensar que la falta que alguien cometió contra ti no es tan grave, pero Dios que conoce los corazones sabe que es terriblemente grave porque las intenciones de esa persona eran muy malas y la juzga con mayor severidad de lo que lo harías tu. Ya puedes entender porque él nos dice que ¨la ira del hombre no obra la justicia de Dios¨.  

  1. No fue a quejarse con el Sumo Sacerdote y a pedirle que orara por ella. A veces creemos que otros que se ven más espirituales tienen mayor aceptación ante Dios. Nos sentimos indignas y buscamos mediadores entre Dios y nosotras. Esto ofende al Señor porque el único mediador es Jesucristo. No está mal buscar refuerzos de oración y pedirles a los hermanos que oren por una, lo que está mal es si yo creo que Dios escucha solo a aquellos que parecen estar conectados con El. Dios te escucha, puedes acercarte confiadamente al trono de Su gracia por medio de Cristo. Ana oró directamente al Señor y fue escuchada.  
  1. No trató mal a su esposo ni lo culpó de ponerla en esa situación. Cuando estamos llenas de amargura, resentidas o malhumoradas tendemos buscar culpables. Esta no es una actitud que glorifique al Señor. Debemos recordarle a nuestra alma que nuestro Padre Celestial es soberano. El esta en cielo y hace lo que le place. 
  1. No acusó a Dios ni se alejó de Él, al contrario, corrió a Él.  Ana no dudó de la bondad de Dios. Ella sabía que Él es soberano, pero también es bueno. Su amor impacta y fluye en todo lo que hace, orquesta o permite. Confiemos en la bondad de nuestro buen Padre.   

Que el Señor nos ayude a imitar a Ana, a responder con sabiduría y discernimiento, cuando somos maltratadas, a perdonar los pecados de los demás. Un día Ana, decidió llevar todo su dolor y frustración a los pies del Señor. Ella se acercó a Dios con reverencia, reconociendo que era El quien le había negado el tener hijos. El la bendijo y respondió su petición más allá de lo que ella podía. El puede hacer lo mismo en tu vida. Ánimo, acércate a Él.