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La solución para la ansiedad

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Esta semana, el pastor invitado, Matthew Hall, predicó sobre Lucas 12:22-34 con el sermón titulado «La solución para la ansiedad». En el pasaje Jesús recuenta una parábola para explicar la locura de la riqueza (12: 12-21) de un hombre que repetidamente construyó graneros grandes para su propia riqueza, pero no estaba “rico para con Dios” (21).

Tendemos a pensar que debemos vivir de una cierta manera y sostenernos a nuestras posesiones para estar seguros. Pero Jesús nos habla con amor, diciendo: no se preocupen por los fundamentos de la vida, la alimentación y la ropa. Debemos recordarnos de que la vida consiste de más que solo estas cosas (23); pueden ser buenas, pero no son la razón de vivir.

Dios nos manda a no preocuparnos porque Él cuida de Sus hijos (24, 27-29). Tal y como Dios cuida a los cuervos (Sal. 147: 9; Job 38:41)—los cuales fueron designados como animales impuros por la ley en el Antiguo Testamento (Lev 11:15)—y tal y como Él cuida a los lirios, flores silvestres del campo (27-28), ¿cuánto más hará por nosotros? “O ustedes, hombres de poca fe” (28). Si confiamos en la palabra Dios y en Su promesa, seremos capaces de liberarnos de la preocupación ya que veremos que es innecesario preocuparnos (25-26). La preocupación no da, roba; no añade, resta; te despoja de tiempo, descanso, alegría y esperanza.

Jesús habla con sorprendente ternura a Sus discípulos ya que Él está consciente de la tentación humana de sentirnos débiles, vulnerables e inseguros. Pero Él nos dice, “no teman, manada pequeña” porque es la buena voluntad del Padre darnos el reino. Dios nos manda a buscar el reino en el versículo 31 y luego Jesús nos asegura que el Padre se complace en dárnoslo en el versículo 32. Si no confiamos que Dios es quien dice que es y que Su disposición hacia Sus hijos es una de generosidad y misericordia, entonces será difícil creer que Él nos quiere dar el reino.

Jesús no nos está necesariamente llamando a tomar votos de pobreza; pero si no da un comando universal: todo cristiano, sin importar su nivel socioeconómico, debe cortarse suelto de las ataduras que tiene de las posesiones materiales (v. 33). Lucas ofrece un ejemplo, contando de un joven que se acercó a Jesús preguntándole que tiene que hacer para heredar vida eterna. En la superficie, este joven parece que tiene su vida en orden: él es rico y parece ser una persona moral. Pero cuando Jesús después lo mira y le dice: “Aun te falta una cosa: Vende todo lo que tienes y repártelo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme” (18:22, NVI), Lucas nos dice que el hombre “se entristeció mucho porque era muy rico.” Este hombre, que parecía ser moral y respetable, se muestra a ser esclavo a sus riquezas mundanas.

¿Cómo podemos evitar ese tipo de pobreza? Siendo generosos a los que están en necesidad. La generosidad requiere intencionalidad, planificación y sacrificio; si no la practicas, serás seducido por el mundo. El miedo nos dice que Dios no podemos cumplir con Sus promesas y que tenemos que confiar en nosotros mismos. Pero lo increíble es que la manera de ganar tesoro eterno es regalando nuestro tesoro terrenal. Cuando uno da generosamente a los necesitados, somos dados un premio mucho más perdurable y eterno.

Esto es más que una lección casual para aprender cómo mitigar la ansiedad en la vida moderna. Es una lección de cómo vivir y morir bien. Si aprendemos las lecciones que los cuervos y las flores nos enseñan, tendremos una perspectiva diferente de que significa vivir y morir. El día que moramos, sabremos que el tesoro que nos ha estado esperando nos está a punto de ser dado en el reino eterno de Jesús.

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