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La providencia de Dios obra a través del pecado del hombre

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En el texto de hoy, Esteban confronta al sanedrín con otro pecado: la sobre-glorificación del templo. A pesar de que Esteban entendía los orígenes increíbles del tabernáculo, el parece insinuar que el templo no era tan importante como ellos piensan. Dios habitaba ahí simbólicamente pero ningún lugar o templo lo podría contener, tal como le reveló a Salomón, el constructor del templo. Dios usó el tabernáculo como un lugar importante de revelación y adoración; fue en este tiempo que el templo de Dios tuvo su era de oro: cuando aún era solo un tabernáculo.

Esteban no estaba comentaba en contra del templo, pero del uso que se le estaba dando. El problema surge en que glorificaban el templo del Señor mientras que maltrataban al prójimo y despreciaban el altar. En Malaquías 1:6 vemos como Dios confrontaba al pueblo por dar ofrendas despreciables—pan inmundo y animales enfermos—algo que vemos reflejado en los descendientes de este pueblo: los miembros del sanedrín. Esteban expresaba el maltrato hacia el templo en glorificarlo en sus palabras, pero depreciarlo en sus acciones y su diario vivir. Esta relación, entre la persona y la iglesia—incluyendo el prójimo—demuestra cómo está el corazón. En esto, Esteban demostró que los corazones de los miembros del sanedrín no estaban.

En fin, el problema no surge del templo ni de la violación de la ley, sino de la glorificación de la ley de parte del pueblo judío y la practica de legalismo mientras que francamente violaban la ley. Esteban les acusa de ser duros de cerviz y tercos, negándose a ceder y glorificar a Dios. Además, Esteban los llama “incircuncisos de corazón”, lo cual implica para el pueblo judío que tenían el corazón de un pagano.

En los versículos 51-53, Esteban confronta al pueblo judío, demostrándole que no se estaban dejando guiar por Dios, algo que Romanos 8 dice que es evidencia de la fe. En vez, se estaban dejando guiar por sus propios deseos y su carne, al igual que sus ancestros lo hicieron cuando acusaban a todos los profetas que anunciaron la venida de Cristo.

Al escuchar estas acusaciones los sanedrines revelan el contenido de su corazón al reaccionar con ira (v.54). Pero Esteban no se dejó mover; al estar lleno del Espíritu fija sus ojos en el cielo. Al hacer esto pudo ver “la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios” (v.55-56). En este momento, cuando Esteban está lleno del Espíritu, los sanedrines se llenaron de ira, gritando y tapándose los oídos, apedrearon a Esteban.

El cristiano con la imagen de Cristo bien formada, es un hombre perdonando que ha aprendido a perdonar. Es un hombre juzgado que ha aprendido a no juzgar; un hombre condenado que ha aprendido a no condenar. En el momento antes de morir, Esteban le clamó a Dios: “Señor, no tomes en cuenta este pecado” al igual que Jesús hizo en sus últimos momentos en la cruz. Este fue el primer mártir de la fe cristiana: uno que murió a las manos de los agresores a los cuales el perdonó.

Si estas escondiendo pecados, evalúa: ¿usas la ley para medir al otro y no a ti mismo simplemente porque el pecado del otro es conocido y el tuyo no? Si escuchas Su voz, no endurezcas tu corazón.

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