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La Necesidad del Evangelio

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Este domingo, el pastor Miguel Núñez predicó el sermón “La Necesidad del Evangelio” el cual está basado en Hechos 17:22-34 y forma parte de la serie “Hasta los confines de la tierra”.

Una de las preguntas que me hacen más frecuentemente es acerca de la salvación de aquellas personas que nunca han escuchado del Evangelio de Jesucristo. Hacen esa pregunta con cierto grado de preocupación, pareciendo estar preocupados por las personas que viven en lugares remotos sin posibilidad de ser alcanzadas, pero no muestran preocupación hacia el prójimo que trabaja en su oficina o por su vecino. Mi respuesta siempre ha apuntado a la revelación general de Dios. La revelación general de Dios es la manifestación que Dios ha hecho de sí mismo a todos los hombres acerca de Su persona hecha en la creación y en la conciencia del hombre (Romanos 1:19-23). La creación habla de los atributos de Dios: Su sabiduría, poder, providencia, eternidad y más. Dios también se ha revelado al hombre en Su conciencia (Romanos 2). Por tanto, cada ser humano ha recibido revelación acera de que Dios existe. Entonces, el indio de la jungla no se condena porque no ha oído del Señor Jesucristo, sino que se condena porque no responde a la revelación general de Dios.

La revelación especial de Dios difiere de la revelación general en que la revelación especial es hacia un grupo más limitado. La aparición de Dios a Abraham, Moisés, Pablo y a otros fueron revelaciones especiales. De esa misma manera, la Biblia misma corresponde a la revelación especial de Dios porque no todo el mundo tiene una Biblia en su propio idioma. El evangelio, como lo conocemos en la Biblia, corresponde a la revelación especial de Dios.  El hombre se condena por no responder a la revelación general de Dios pero para ser salvo, necesita escuchar las buenas nuevas del Señor Jesucristo porque nadie va al Padre sino es a través de Jesús. Una cosa es lo que condena y otra cosa es lo que salva.

Hechos 17:22-34 habla mucho de la revelación general de Dios y muy poco de la revelación especial. Pablo, había llegado a Atenas y fue a la plaza pública donde se encontró con los epicúreos y estoicos con los cuales comenzó a debatir. Llegó un punto cuando ellos tomaron a Pablo y lo llevaron hasta la Areópago, el lugar donde el concilio de la ciudad se reunía para escuchar casos relativos a religión, educación, y moralidad. Ahí Pablo compartió su mensaje. Fue un sermón muy distinto a los demás mensajes que habíamos visto en el libro de los Hechos; habíamos visto que los mensajes consistían en una presentación del evangelio desde el principio hasta el final. En el caso de las audiencias judías, Pablo trató de mostrar como Jesús representaba el cumplimiento de muchas de las profecías del Antiguo Testamento. El mensaje de Pablo siempre giraba en torno a la persona de Jesús desde el principio hasta que llegó al Areópago.  Aquí, Pablo no comienza en el Antiguo Testamento ni con el evangelio; esta era una audiencia pagana que no tenía la menor idea de los patriarcas del libro del Génesis ni de los profetas. Quizás esto hizo que Pablo comenzara con un mensaje un tanto filosófico. Pablo comienza encontrando un punto de contacto y comienza reconociendo que ellos eran muy religiosos; temían a muchos dioses distintos. Conociendo esta realidad, Pablo aprovecha la ocasión y les dice: Pues lo que vosotros adoráis sin conocer, eso os anuncio yo.” Con esa introducción, Pablo comienza a presentar nuestro Dios a los atenienses, comenzando por la revelación general de nuestro Dios.

Ni los epicúreos, ni los estoicos creían en nuestro Dios; los epicúreos eran materialistas, por tanto, para ellos, Dios no existía mientras que, para los estoicos, lo que existía era una fuerza impersonal que organizó el universo, el cual existía desde la antigüedad, pero no un Dios. Pero Pablo presenta a Dios como Creador (Hechos 17:24), hablando como si hubiese comenzado por Génesis 1:1: “En el principio, Dios creó los cielos y la tierra.” De ese Dios Creador, Pablo dice dos cosas: que es Señor sobre lo creado y que es infinito. Pablo declara el Señorío de nuestro Dios sobre todo lo creado lo cual habla de su soberanía, control, y autoridad sobre toda vida humana. Eso nos dice que Él no habita en templos hechos por manos humanas, como los templos de los atenienses.  Pablo dice que nuestro Dios no necesita de nada que podamos darle (Hechos 17:25); Dios depende de Él mismo a diferencia de la criatura que depende de Dios. Desde el momento en que comenzamos a pensar que Dios necesita algo, estamos pensando como paganos. Recuerda que Dios es autodependiente (Hechos 17:25). Pero nuestro Dios no es egoísta como algunos piensan; sino que nuestro Dios es dador. Él es el dador de vida a todo lo que está fuera de Él. Por eso Pablo les dice en el versículo 28: “Porque en él vivimos, y nos movemos, y existimos, así como algunos de vuestros mismos poetas han dicho: “Porque también nosotros somos linaje suyo.”

Entonces, Pablo ha presentado a nuestro Dios como creador, infinito, Señor del cielo y de la tierra, eterno, dador, y sustentador. Además de todo esto, Dios es soberano (Hechos 17: 26). Dios ha prefijado el orden de los tiempos; estamos viviendo los tiempos que Dios predeterminó que así ocurrieran. Si no crees eso, vivirás sin propósito de vida. Si Dios nos creó y soberanamente determinó donde viviríamos y cuando naceríamos es natural que el propósito de todo eso fuera que le conociéramos. En Hechos 17:27 (NTV) dice, “Su propósito era que las naciones buscaran a Dios y, quizá acercándose a tientas, lo encontraran; aunque él no está lejos de ninguno de nosotros.” Pero el hombre no ha querido buscar a Dios, sino que más bien se ha alejado de Dios.

Dios tuvo paciencia con los pueblos paganos y aún con el pueblo judío, durante la época de la ley, pero las cosas cambiaron a partir de cuando Cristo vino. Por eso, en Romanos 3, Pablo habla de que Dios “manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” porque llegará el día cuando El juzgará el mundo por medio de un hombre quien Dios levantó a ese hombre de entre los muertos. Tan pronto Pablo pronunció estas palabras, algunas se burlaron y otros dijeron que lo oirían en otra occasion (Hechos 17:32). El texto continúa, “Y así Pablo salió de en medio de ellos. Mas algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.” Pablo habló mucho del Dios Creador y de la revelación general de nuestro Dios, pero no habló de la revelación especial que está relacionada al evangelio y así vemos que apenas hay dos personas mencionadas al final de este capítulo que llegaron a creer.

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