“Nadie enciende una lámpara para luego ponerla en un lugar escondido o cubrirla con un cajón, sino para ponerla en una repisa, a fin de que los que entren tengan luz”. ( Lucas 11:33 NVI ).
Nuestro llamado como Cristianas es a glorificar el nombre de nuestro Señor Jesucristo dondequiera que vayamos o nos encontremos, y en todo lo que hagamos.
Este llamado, que vino de Dios, debe llevarnos a entender que nuestra misión es ser luz en medio de una sociedad completamente secular. En Lucas 11:33, el Señor Jesús nos deja ver claramente que la luz no es para esconderla, sino para dejarla brillar. Pero para dejar brillar nuestra luz debemos tener nuestros ojos sanos, porque si no, nuestra luz será opaca o simplemente estará completamente apagada.
Tu luz, esa forma correcta de ver las cosas a la manera de Dios, es interpretar todo con el lente de la Palabra. Esa palabra que nos vivifica y que es eterna. Por ella conocemos a nuestro Dios vivo, y es esa Palabra la que nos hace crecer en Él y nos hace ver lo que está bien y lo que está mal respecto a esta vida y respecto a nuestra propia vida. Ella examina lo más profundo de nuestros corazones, y si nuestros ojos no ven todo a través de la Palabra, entonces nuestros ojos están enfermos y somos incapaces de ver todas aquellas áreas que tenemos en tinieblas. Por eso es que debemos ser diligentes en procurar tener un ojo sano; un ojo sano es un ojo entendido en las cosas del Reino de Dios, es un ojo que puede discernir entre el bien y el mal y que puede también pararse y rechazar aquello que va en contra de la verdad.
Por ello, tenemos que chequear cuidadosamente cómo está nuestra visión, y además, formularnos estas preguntas: ¿Cómo está nuestro lente con respecto al mundo? ¿Cómo estamos viviendo? ¿A qué le estamos dando gloria y honor? ¿Estamos siendo santificadas? ¿Nos estamos dejando usar por nuestro Señor? ¿Está nuestra lámpara encendida sobre la mesa? ¿Está alumbrando en este mundo lleno de confusión? ¿Alumbra dondequiera que vayamos? ¿Cómo proyectamos la luz de Cristo?
La luz que Cristo nos ha dado, ¿ha sido apagada o está encendida? ¿Pueden ver los demás que realmente andamos en un camino completamente distinto, con pensamientos opuestos a las filosofías seculares? Si somos luz, debemos tener el valor de decir la verdad aún en frente de los que se nos oponen. ¿Cómo estamos dejando nuestra lámpara sobre la mesa?
El Señor Jesús nos dice que no dejemos nuestra luz debajo de la mesa, que no dejemos de alumbrar. Esto quiere decir que el Señor espera que impactemos, que nos dejemos ver como la sal de la tierra.
De ninguna manera podemos estar escondidas y caminar ocultando la verdad que creemos como si en cierto modo nos avergonzáramos. Limpiemos nuestros ojos con colirio, sanemos nuestra visión, que nuestros ojos sean luz para poder ver la belleza del Evangelio y llevarlo a cada rincón de la tierra o al lugar donde el Señor nos ponga a servir. Jesús nos dio ejemplo, Él era la luz, y Él se expuso al mundo, se expuso a todos nosotros. Él mostró su luz y nos llamó a venir a Él, para que no anduviéramos más en tinieblas.
La exhortación es a que tu alma esté deleitándose en Cristo. Bienaventuradas somos todas aquellas que hemos sido alumbradas por su verdad y que hemos sido llamadas a levantar la antorcha del Evangelio. Olvidemos ya el mundo, olvidemos lo que queda atrás, sanemos nuestros ojos y caminemos con pasión, tratando cada día de ver de una manera más pura, viviendo en santidad e impactando con la verdad de Jesucristo. Apaguemos nuestro yo, que solo quiere ser glorificado y exaltado. No tengamos un ojo oscuro como la esposa de Lot que miró hacia atrás, codició los tesoros de este mundo, «y sequedó convertida en una estatua de sal»( Génesis.19:15-17,26 ). No pongas tinieblas por luz. Pídele al Señor Jesús que te consagre completamente para Él y que te ayude a tener una sana visión para la gloria de su Nombre.