“Sean de espíritu sobrio, estén alerta.
Su adversario, el diablo, anda al acecho como
león rugiente, buscando a quien devorar.”
(1 Pedro 5:8)
Permítanme ilustrar este verso con lo siguiente: En un programa de National Geographic Salvaje, me imagino que todos hemos observado peleas salvajes y encarnizados entre animales. Por ejemplo, en el desierto de Kalahari, dos antílopes se estaban peleando, ambos estaban tan absortos en su batalla que no notaron un león que les observaba, esperando la oportunidad para atacarlos. Si lo pensamos bien, esto es como una advertencia, especialmente para las creyentes; cuando nos distraemos con cualquier cosa grande o pequeña, nos hacemos vulnerables al ataque del enemigo; “el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar.”
Dios nos hace Su llamado irresistible, pero nunca nos ha dicho que la vida sería fácil. Debemos estar conscientes de que “de este lado de la gloria” –citando a mi pastor M. Núñez- nada, jamás, será perfecto; siempre tendremos desafíos, dificultades, y sabemos que hay tiempos en que los ataques se intensifican.
Tenemos que estar atentas, “Velad”, “Una confianza firme en el cuidado soberano de Dios no significa que el creyente pueda vivir sin cautela. Las fuerzas malignas que arremeten contra el cristiano hacen necesario que este se mantenga siempre alerta y a la defensiva.” (Biblia de Estudio MacArthur, Pág. 1802)
Dios le hizo un llamado poderoso a Moisés, ser el líder de Su pueblo Israel, y lo invistió con gran poder tanto a él como a su hermano Aarón. Cuando Moisés porfiaba con el Señor, tratando de escabullirse del llamado, alegando que no sabía hablar, Dios le dice: “…No está allí tu hermano Aarón, el levita? Yo sé que el habla bien…Yo estaré con tu boca y con su boca y les ensañaré lo que tienen que hacer” (Éx.4:14b y 15b).
“El Señor le dijo a Moisés –cuando llegues a Egipto haz delante de Faraón todos los milagros que te he dado el poder de realizar” (Éx.4:21a), pero también le advirtió: “Yo endureceré su corazón de modo que no dejará ir al pueblo” (Éx.4:21b). Así que, a partir de Éxodo 4:24 se inician los contratiempos. Moisés partió para Egipto con su familia y en el trayecto: “Aconteció que en una posada en el camino, el Señor le salió al encuentro a Moisés y quiso matarlo”. Estos son de esos versos oscuros. Dada la reacción de Séfora esposa de Moisés, al circuncidar a su hijo (v.25), los expertos entienden, que el hecho de ser Moisés enfrentado por el Señor y estar en peligro de muerte, se debía a que la familia no era portadora de la señal del pacto dado a Abraham para todos sus descendientes (Gn.17:10-14); esto era algo que Moisés debió haber hecho, aunque podría ser que Séfora no estuviera de acuerdo con ese rito, dado a su evaluación al decir: “tú me eres un esposo de sangre”. El caso es que, una vez circuncidado su hijo, Dios dejó a Moisés y continuó su camino (v.26). Notemos aquí que Séfora fue una mujer que estuvo alerta, aun sin ser judía peleó la batalla por su marido. Es nuestro deber estar alerta, velando para discernir la voz de Dios en esos momentos difíciles.
La gracia del Señor no estaba con Faraón debido a su desobediencia, esa era la razón del endurecimiento su corazón. Desobedecer a Dios provoca que la conciencia se entenebrezca, La desobediencia es rebelión contra Dios y es como el pecado de idolatría, muestra un corazón arrogante que rechaza la palabra de Dios (1 Sam.15:22-23).
Una vez que Moisés se encontró con Aarón en el desierto, siguiendo éste la dirección de Dios de venir a él, y luego de recibirlo, aconteció todo tal como Dios había prescrito: Aarón hablaba y Moisés efectuaba todas las señales que le habían sido ordenadas. El resultado fue que el pueblo creyó y adoró a Dios (Éx.4.27-31).
El pueblo estaba gozoso conociendo que Dios había visto su aflicción y escuchado su clamor, la esperanza de liberación estaba a la puerta. Pero, ahora venía la oposición, el enfrentamiento con Faraón, quien rechazó de manera insolente y arrogante la petición de los portavoces de Dios:
“Pero Faraón dijo: «¿Quién es el Señor para que yo escuche Su voz y deje ir a Israel? No conozco al Señor, y además, no dejaré ir a Israel».” (Éx.5:2). Moisés y Aarón reformularon su petición de manera más específica y le advirtieron a Faraón sobre juicio de Dios, este lo tomó como una artimaña para que el pueblo dejase de trabajar, y recrudeció la carga de trabajo y golpeaban a los capataces hebreos cuando no cumplían con su cuota diaria (Éx.5:6-14). El pueblo no entendía lo que pasaba, el mismo Moisés estaba también perplejo, a pesar de que Dios le había hablado del “endurecimiento del corazón de Faraón”. Los jefes de los hijos de Israel se quejaron ante Faraón, quien por supuesto, rechazó su petición, pero para este entonces entendieron quiénes eran los responsables de todo su mal. “Al salir de la presencia de Faraón se encontraron con Moisés y Aarón, que los estaban esperando”; dicho encuentro no fue nada cordial, pues les culparon de su desgracia (Éx.5:15-21). Ante esto, Moisés se volvió a Dios en oración (Éx.5:22-23) y Él respondió confirmando Su promesa, el pacto Abrahámico (Gn.15:1-21; 17:1-8; Éx.6:1-8).
Debemos mantenernos alerta, no permitir que nuestro corazón se llene de disipación, ser de espíritu sobrio, dejar las cosas superfluas de este mundo, velando en oración en todo tiempo; afirmar nuestra confianza en el Señor, resistiendo en fe las maniobras del adversario de nuestras almas, empleando toda la armadura de Dios, descrita en Efesios 6:10-18.
¡Bendiciones!