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Jesús, nuestro Pan de Vida

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“Jesús les dijo: Yo soy el pan de la vida; el que viene a Mí no tendrá hambre” (Juan 6:35 a).

Este verso que acabamos de citar, es una hermosa promesa; Jesús dice que el que viene a Él no tendrá hambre porque Él es el Pan de vida, ¡Wao! Y no se está refiriendo a un pan material que sacia en el momento pero que luego te vuelve a dar hambre, sino a Él mismo como pan espiritual que sastiface para siempre nuestra necesidad; nuestro Señor es Aquel y Único que puede saciar nuestra hambre.

Yo no sé a cuántas les gusta el pan, a mí me gusta más de lo que quisiera que me gustara; el pan es sabroso al paladar, pero, consumir harina refinada en exceso no es saludable, ¿cierto? Pero no vamos a entrar en ese tema, más bien, quiero que juntas veamos cómo Jesús es el pan de vida que tanto necesitamos para nutrirnos espiritualmente.

Si les preguntara si pueden vivir sin aire, rápidamente me responderían:  ¡imposible!, y me darían un rotundo “no”. Obviamente no es posible, asi como necesitamos el aire para poder respirar y por ende para vivir, así mismo sin Cristo, no tenemos vida, estamos muertas, caminamos, hablamos, respiramos, pero no estamos vivas espiritualmente, estamos sin esperanza y sin rumbo, envueltas y agobiadas en los afanes de este mundo, en pocas palabras, perdidas, mas en Él tenemos vida, descanso y propósito.  Él es el Pan que da vida, que se entregó por amor a nosotras, aun siendo indiferentes a ese amor. “Porque el pan de Dios es el que baja del cielo, y da vida al mundo” (Juan 6:33”.

“Yo soy el pan de la vida”, es la primera de las siete declaraciones enfáticas de “Yo Soy”de Jesús expresadas en el evangelio de Juan. Nuestro Señor mismo se autodefine como el pan de vida; ciertamente Él es nuestro sustento, sin Él se acabarían nuestras fuerzas, no podriamos seguir sin Su presencia en medio nuestro, ¡no podemos hacer nada sin Él! “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).

“Pero Él (Jesús) respondiendo, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Aprendamos e imitemos a nuestro Señor Jesucristo. Aquí Él nos da un gran ejemplo: Él le cita la Palabra a satanás “el enemigo de las almas” en el momento que fue tentado para que convirtiera las piedras en pan. Él no solo demostró ser nuestro Sustento espiritual al igual que Su Palabra, sino que también nos modeló la obediencia al Padre.

“Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo también daré por la vida del mundo es mi carne” (Juan 6:51). En este verso, nuestro Señor Jesucristo se refiere a Su sacrificio en la cruz para salvarnos de nuestra maldad y pecado; Él rindió Su voluntad a la voluntad del Padre Celestial. Él aceptó la copa de la ira justificada del Padre por nuestro pecado. En mateo 26:39b, Él expresó“Padre mío, si es posible que pase de mi esta copa; pero que no sea como yo quiero, si no como tú quieras”, ¡Wao! ¡Qué rendición al Padre! ¡Cuánto amor por nosotras! Él es el pan espiritual que sacia tu hambre, que perdona tus pecados, y te salva. 

Amada hermana, dejemos ya de comer las migajas de pan que nos ofrece el mundo, que sólo nos conducen a caminos errados, inciertos y de perdición, caminos sin sentido; Corramos a la fuente de energia y sustento verdadero, ¡a Cristo!  Sentémonos con Él a Su mesa, comamos del Pan de vida que es nuestro amado Señor Jesucristo; Su Palabra nos enseña que Él ha venido para que tengamos vida, y para que la tengamos en abundancia (Juan 10:10b).  Mientras el mundo y el enemigo de las almas quieren robarnos la vida, nuestro Señor nos ofrece vida en abundancia; no rechacemos esta grandiosa e inmerecida oferta, rindamos nuestra voluntad y deseos a Sus buenos propósitos, Él ya nos eligió a nosotras primero. Sentémonos a Sus pies, y así como María, escojamos la mejor parte (y la mejor parte es Él), la cual no nos será quitada (Lucas 10:42). Yo no sé a ti, pero a mí me conmueve profundamente y me llena de gozo saber, que  aunque   en  esta vida me puedan quitar muchas cosas, nadie me  quitará  a mi Señor, ¡absolutamente nadie! Esto conforta mi alma, la llena de paz y de gratitud.

El Señor ha prometido ser ese Pan de Vida, que sacia nuestra hambre plenamente, eternamente y para siempre; lo necesitamos más que a nada en este mundo. Si lo tenemos a Él, aun no poseamos nada, lo tenemos todo, y si no lo tenemos, aun teniendo todo, no tenemos nada. Es mi oración que creamos la promesa de que Él saciará nuestra hambre para siempre y que al creerla, la misma nos llene de esperanza, plenitud, gozo y paz.